Me considero una persona bastante serena y tranquila (pero mejor no le pregunten a mi esposo que lo confirme). Después de terminar la escuela secundaria y aún más después de mis años universitarios ya no me involucro activamente en “dramas”. Lo observo, obviamente a menudo y con un placer que nunca niego, ya saben, como una fan de todo tipo de columnas de chismes, pero eso es básicamente todo.

Además, independientemente de lo que mucha gente parece creer, no soy, nunca he sido y nunca voy a ser política. Tampoco me estoy escondiendo detrás de la agenda o los intereses de cualquier otra persona u organización, sino los míos propios. Sí, crea lo que crea, pero escribo porque me gusta, y escribo exclusivamente sobre los temas que me conmueven o que me provocan a pensar.

Añadiendo el hecho de que ya no resido en la República Dominicana y por no estar muy involucrada en sus políticas puede que les haya dado una impresión equivocada tras mi último artículo "Yo no juego con los negritos".

Así que a pesar de la tendencia a huir de los "dramas" creo que podría aclarar algunas consideraciones.

Mis intereses y observaciones circulan principalmente en torno a temas como la cultura (incluyendo la cultura popular), sociolingüística, desigualdad de género, injusticia social, multi-culturalismo, estereotipos, diferencias culturales y posibles problemas que las podrían provocar.

Teniendo esto presente, sepan que soy consciente de los puntos focales de la presente política mundial, como por ejemplo, el problema de la inmigración ilegal y no reglamentada. Después de haber vivido en Europa Central, República Dominicana y ahora en Europa Occidental, tengo que admitir, con toda responsabilidad que me preocupan los problemas de la inmigración ilegal y no reglamentada en cualquier lugar del mundo y soy consciente de la desestabilización que esta pueda provocar en cualquier país que afecte.

Para ejemplificar, y lo baso en mi experiencia actual, no soy una gran partidaria de la creciente afluencia de personas que llegan a Europa desde las tierras ricas de violentos extremistas islámicos, definitivamente no lo soy. Siento que las diferencias culturales entre "nosotros" y "ellos" (lo sé, este tipo de discurso no es el más agradable, pero aplica) son tan grandes que podrían causar alienación, segregación y en fin, conflicto. Y es por eso que cualquier migración debe siempre ser planificada, supervisada y organizada bien.

También, como una ciudadana polaca entiendo muy bien la rabia histórica hacia nuestros antiguos opresores. Esta rabia sigue presente entre muchos de mis familiares, muchos de los cuales perdieron a sus seres cercanos y/o ellos mismos habrían pasado por los horrores de la guerra, ocupación y hasta por los campos de concentración.

Asimismo soy muy consciente de los antecedentes históricos y los conflictos entre las naciones Dominicana y Haitiana. Sé que el racismo dominicano que mencioné no es violento (a diferencia del antisemitismo de la segunda guerra mundial que existía en Europa y habilitó al genocidio), pero tengo que repetir, este racismo está ahí. Existe. No siempre en forma de odio hacia los haitianos, también se manifiesta en la comprensión común de que los rasgos negros son inferiores, la belleza negra es menos atractiva, el pelo crespo es el pelo malo. Que el blanco es más fino y entonces más deseable. Y ojo, no son mis propias palabras o asunciones subjetivas, estos son los resultados de una encuesta que realicé entre una selección aleatoria, imparcial y anónima de dominicanos. Todos los encuestados confirmaron que entre la sociedad dominicana existe este tipo de retórica.

También soy consciente de que las opiniones racistas existen en todo el mundo, entre los que por lo general prevalece la dirección de "lo blanco superior a lo negro inferior". Como describí en el artículo anterior, los niños polacos también lo manifiestan. Pero el punto es que existe, en parte porque se les repite sin pensar permitiendo esta retórica; de acuerdo con la filosofía de “qué tan realmente dañinas son las palabras o las bromas si no hay violencia?” El racismo no siempre significa acciones, a menudo es sólo la creencia de que los representantes de una etnia son superiores o inferiores a los representantes de otras. Y las palabras hacen daño. Además, estas palabras pueden en el largo plazo conducir a la violencia.

Ahora, habiendo dicho todo esto, permítanme hacer algunas preguntas:

¿Creen que la afluencia de conservadores Islámicos justifica que la gente empiece odiar a todas las personas de ascendencia árabe? O que la gente polaca deba discriminar a los rusos, alemanes, austriacos, ucranianos, entre otros, debido a la trágica historia que compartimos? ¿El hecho de que los dominicanos fueron ocupados por los haitianos hace más de cien años significa que se debería enseñar a los niños dominicanos que su pelo crespo es malo y que casarse con una familia más blanca es "mejorar la raza"? Ya saben, como el recordatorio de los viejos cuentos sobre los negros malos.

Y además del drama de la inmigración y las críticas injustas de parte de la comunidad internacional que han recibido los dominicanos por el carácter de sus relaciones con Haití, debo admitir, que sé que ustedes toleran la presencia haitiana en su país. ¿Pero de verdad los aceptan?, No lo sé, no tengo suficiente conocimiento, pero seguro ustedes lo saben.

Ahora, volviendo al artículo que escribí la semana pasada, no creo que el yo decir que los niños deben estar abiertos a la diversidad y tratar de conocer a los “otros” antes de juzgarlos equivalga a yo llamarle al pueblo dominicano racista y odioso. Realmente no lo creo.

Pero entiendo que cuando los países pasan por una cantidad de trastornos políticos, algunos temas son muy delicados para sus comunidades. Debido a lo cual estoy dispuesta a pedir disculpas a todos los que sintieron que les pude haber ofendido a ellos o a su cultura de cualquier manera.

Pero también soy consciente de que ninguno de nosotros, es decir, todas las personas que de una u otra manera estamos formando la realidad para las generaciones futuras, podemos darnos el lujo de actuar perezosos intelectualmente y comportarnos como si no fuéramos capaces de abrir nuestras mentes para tener una visión más amplia.

Y en la visión más amplia se ve que cualquiera que sea la lucha que llevemos a nivel personal o nacional, el odio y la humillación racial no se pueden justificar.

Menos aún entre los niños que tienen todavía un largo camino para tratar de empezar a entender la cuestión de Haití o cualquier otro drama de política que pueda existir en el mundo.