Los señores tan listos que aparecen en la lista, están listos para que les pasen lista. Permítanme este juego de palabrillas para decir que los señalados por los sobornos de Odebrecht ya están recurriendo a las viejas  estrategias jurídicas de “ ponerse adelante”, o de “ a mí que me registren el primero, que yo no he hecho nada”, y mil argumentos y excusas más para demostrar su honorabilidad, su honradez, su hidalguía, su probidad a toda prueba, pues resulta que ahora nadie ha hecho nada malo, pues son más inocentes que un mirlo blanco.

Incluso el señalado como “distribuidor“ principal de mordidas de león -que no han sido boronas- ahora se despacha en unas declaraciones a los medios diciendo que no recibió dinero alguno, que no repartio ni un chele, y que no compró ninguna conciencia. Habrá que creerle dada su trayectoria impoluta en todos los gobiernos.   

Hay que ver como son estos brasileños, de malévolos, venir al país para calumniar de manera gratuita a legisladores, funcionarios y empresarios, sectores nacionales que siempre han sido un modelo a seguir por su ejemplaridad y transparencia desde tiempos inmemoriales, es algo realmente tan retorcido y perverso que parece sacado de una película de horror.

Esto nos hace recordar la anécdota, verídica o sin base, del Emperador Carlos V al encontrarse  con una cuerda de presos por el camino.

Antiguamente, y hasta no hace demasiado tiempo, los presos se trasladaban bien amarrados todos a una misma soga, uno detrás de otro, y lógicamente custodiados por guardias. Bien, como ya hemos apuntado, el emperador al cruzarse con una de esas cuerdas comenzó a preguntar a los reos que tipo de delitos habían sido cometido.

Los presos fueron dici’endole sus motivos, uno juraba que el abogado lo engan’o, otro que fue el malvado de su vecido que por envidia lo denuncio, el otro que el juez era enemigo suyo, otro que nunca había hecho nada, otro no sabía por qué lo llevaban preso¨… y así hasta que llegó al ultimo condenado quien le dijo más o menos as: “ Majestad estoy aquí por delincuente, he matado, robado, he hecho mil fechorías en mi vida y merezco  ser castigado¨,  ante esta sorprendente y sincera  respuesta, el Emperador mando liberar de inmediato al preso. Cuando los guardias le preguntaron porque lo soltaba, que era un criminal peligroso, el Emperador les respondió: “ un culpable no puede estar entre tantos inocentes “.

Esto no sucederá por aquí por varias causas, las principales es que ya no hay Emperadores, ni cuerdas de presos deambulando por los caminos, pero sobre todo porque ninguno de los acusados y enchironados por las comisiones ilegales se va a declarar culpable. De nuevo, se está cometiendo un tremendo error con estos angelitos de Dios, por favor, revisen de nuevo sus expedientes.