La noche del 27 de marzo del año 2017 fuimos muchos los congregados en la biblioteca cuyo nombre honra la memoria del insigne poeta dominicano Pedro Mir, en la sede de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Nos correspondía referirnos al libro que titula este artículo, de la autoría de la académica y crítica literaria Jenny Montero, y que esa noche se ponía en circulación. Era este el motivo de la convocatoria hecha por la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades «Pedro Henríquez Ureña» de ese centro académico estatal y el Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas (CEDIBIL), entidad cultural responsable de la edición de esa valiosa obra de ensayo.
Nos correspondió, en nuestra condición de presidente de CEDIBIL, hablar sobre el libro y su autora desde la perspectiva del editor, no del crítico literario. A continuación transcribimos lo que allí dijimos:
Del libro y de lo que nos ofrece su autora
En 1986 La cuentística dominicana (Visión histórico-crítica de la narrativa breve dominicana: 1965-1975) mereció el Premio Anual de Ensayo «Pedro Henríquez Ureña» otorgado por la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos (hoy Ministerio de Educación). El jurado que dio como ganadora la obra consideró que la misma: posee claridad expositiva, riqueza conceptual y concisión dentro de un marco de referencia impecable; igualmente, consideró que la autora exhibe objetividad y madurez en las apreciaciones críticas, forjadas a tono con los cánones de la metodología crítica moderna.
La obra está estructurada de modo sistemático, acorde con el rigor académico que caracteriza el estilo de la que merece ser considerada la mejor crítica literaria de República Dominicana en la actualidad, poseedora de un elevado nivel cultural, de un considerable dominio de la lengua y de una admirable precisión expositiva. Es visible la objetividad e imparcialidad exhibidas por Montero en sus análisis literarios, lo cual es poco común dentro del quehacer literario dominicano.
El contenido de la obra está clasificado en seis secciones. En la primera sección, titulada «Marco teórico-referencial», la autora nos presenta las claves metodológicas que fundamentan su estudio con una evidente visión científico-sociológica aplicada al estudio literario. Sus tres capítulos lo confirman: «Concepto acerca del relato», «Orígenes del cuento oral dominicano» y «La tradición en el cuento oral dominicano».
En la sección 2, «El cuento escrito», Montero expone con brillantez su visión teórica sobre el cuento escrito dominicano: sus orígenes y clasificación temática. También hace un enjundioso recorrido por la narrativa breve de uno de los maestros del género en la América hispánica: Juan Bosch, a quien sitúa en la historia literaria dominicana, destacando sus aportaciones teóricas en el arte de narrar.
La sección 3, «La Revolución de 1965: el cuento dominicano por nuevos cauces», constituye el eje central del libro. La autora concentra su análisis en torno al cuento producido en el período 1965-1975 de la literatura dominicana, deteniéndose, a modo de muestra representativa, en nueve importantes narradores dominicanos pertenecientes a ese momento. Como antecedente, nos ofrece un exquisito recorrido por la narrativa de Hilma Contreras.
Jenny Montero destaca los factores políticos, sociológicos, extra literarios, que influyeron en el surgimiento de nuevas formas de asumir el cuento en República Dominicana, acorde quizá con el fenómeno revolucionario que se daba en ese momento en la narrativa latinoamericana. En la evolución histórica del cuento dominicano los años 60s representan un período clave. Es una época convulsa, caracterizada por una serie de hechos de significativa importancia política que gravitaron en la vida social, económica y cultural dominicana, que dejó hondas huellas en la actividad literaria de aquellos días e incidió marcadamente en el quehacer literario posterior a ese momento trascendente de la historia política de República Dominicana. Y Jenny Montero no tan sólo está consciente de ello, sino que demuestra estarlo en todo el trayecto de esa tercera sección de su pionero estudio sobre el cuento dominicano.
A menudo nos planteamos el problema de si existe o no una cuentística nacional. De esa inquietante manera inicia Montero la sección 4 de su libro, titulada «Situación del cuento en República Dominicana». Y luego, como resultado de un acto de reflexión profunda, nos plantea: La respuesta no es fácil. Puede haber en un país, en determinado momento, una magnífica floración de cuentistas y ese hecho no significa necesariamente que haya una cuentística en ese país. Para dilucidar esa cuestión debemos abordar el hecho desde sus múltiples parámetros. Es la ensayista de discurso conceptuoso y cautivante, la crítica literaria tan necesaria en las letras dominicanas.
Como una continuación de su discurrir teórico-académico, la galardonada ensayista nos introduce en el ámbito de la crítica literaria dominicana, tema que desarrolla en la sección 5 que ella ha titulado «A propósito de la crítica literaria dominicana», donde expone, sin decaer en su rigor metodológico, ella anuncia algunas precisiones sobre el método crítico que habrá de aplicar al asumir el análisis de los autores seleccionados por ella como muestra de su estudio:
Reflexionamos aquí sobre el método analítico usado en este estudio crítico. Es saludable aclarar que tratamos de cuestionar los textos abordados con el aporte de varios tipos de análisis. Lo determinante en nuestra investigación es tratar de demostrar el cambio de actitud hacia la escritura que se opera en los intelectuales dominicanos a partir de la rebelión de abril de 1965.
Luego veremos que, al ahondar en el estudio de los autores y textos escogidos, es leal a su propuesta teórica. Y entonces plantea: La crítica es una escritura. […] La labor del crítico, igual que la del escritor, se centrará en la identificación y descubrimiento de la naturaleza simbólica del lenguaje en el texto.
De gran valor didáctico es la muestra selectiva de cuentos folklóricos y literarios contenidos en la sección 6 («Selección de lecturas»): 16 textos orales y 18 escritos con autores identificables. Todos de reconocida valía en la literatura dominicana; aparecen en la selección siguiendo un orden cronológico atendiendo a la fecha de nacimiento.
Tres de los cuentos orales fueron recogidos por la propia Jenny Montero, lo cual justo es destacar como otro de los aportes a valorar en esta obra. ¿Qué dominicano, en dominio de un mínimo de información cultural, no recordará a personajes tan pintorescos del folklor hispánico como Buquí, Juan Bobo y Pedro Animal? El lector podrá disfrutar de sus pintorescas aventuras en «Juan conoce a la novia de Pedro» y en «Buquí y la vieja que se reía», dos de las piezas orales compiladas por Montero en su libro.
Finalmente, nos complace confesar que confiamos en que Jenny Montero continuará su trayectoria como crítica literaria para bien de las letras dominicanas y que podemos esperar de ella nuevos y valiosos trabajos en la línea de La cuentística dominicana: una visión histórico-crítica sobre la narrativa breve (1965-1975).