Bordeando los límites para el término de la Cuaresma, que anualmente empieza desde el miércoles de Cenizas hasta el denominado Sábado de Pasión –  sábado anterior al Domingo de Ramos-  nos preparamos para recibir la Semana Santa o Mayor, la que finaliza el Domingo de Resurrección.

Conforme al amplio sector que enmarca el mundo religioso-cristiano,  La Cuaresma no solo es tiempo de abstinencias, ayunos, penitencias o retiros espirituales, también tiene otras temáticas  y tradiciones.  En ella desempolvamos costumbres gastronómicas y de igual modo  recetas culinarias que posiblemente fueron elaboradas   en las añejas y ricas cocinas de las abuelas – o en milenios anteriores-  las que constituyen el deleite de quienes las degustamos.

Y sí, quiero referirme a los dulces de la Cuaresma y Semana Santa, porque sin temor a equivocarme, a  muy pocos de nosotros nos disgusta un rico plato de habichuelas con dulce – para los dominicanos el plato rey de este ciclo- que muy pocas veces paladeamos en otras temporadas.

Además de las susodichas habichuelas –siempre rojas- la costumbre sanjuanera es la preparación de habas con dulce.  Aunque no tan generalizado como las primeras, no olvidemos el maíz dulce con leche, popularmente conocido como “chaca” o “chacá”, e igualmente los jugosos buñuelos.  Rememoro cómo mi madre y abuela  los preparaban “al viento”, servidos en una gran fuente honda, de cristal claro transparente,  salpicados de finos palitos de canela y bañados con una rica almíbar, para saborearlos en la más pronta ocasión.

Por los vínculos culturales que nos unen con España, excepto los buñuelos, los postres de La  Cuaresma y Semana Santa, nada tienen que ver con los nuestros. Cabe señalar, por mi vivencia en esos lares,  que cada región, en cuanto a gastronomía y dulces se refiere, tiene particulares características.  En igual orden, para citar algunos,  “la leche frita”- que muchos consumen durante el año-  es propia de León y Castilla;  en Cataluña, los buñuelos, resultando con mayor popularidad  los de viento y crema;  los pestiños -dulce navideño o de Semana Santa- aunque típico de Andalucía, también se preparan en otras zonas geográficas españolas.  Para concluir esta   “carta” con los dulces de La Cuaresma,  las torrijas, siempre jugosas, cumplen su cometido en el período cuaresmal.

En cuanto al origen de los dulces mencionados, existen diversas versiones. Dado que desentrañarlo  no es la intención de estas líneas, muy lejos de  pretender  una enciclopedia de cocina – además de que podría resultar un tanto pesada-  prefiero referirme a las torrijas,  las que apetecen como postre o merienda en cualquier época del año.

Se considera que son originarias de España, y aunque en otros países se preparan de manera similar,  en el Reino Unido – por citar ejemplo-  se las conocen como “french toasts”;  Argentina y Uruguay las nombra “torrejas”;  para nosotros, como sibaritas, simplemente “tostadas francesas”. Recordemos  la película “Kramer contra Kramer”, en la que Dustin Hoffman las preparaba a su hijo para el desayuno.  Sin importarnos la fama que éstas puedan tener,  las “tostadas francesas”, bien elaboradas, a muchos paladares exigentes  suelen resultarles  exquisitas.

Ya bien sean las habichuelas, habas, buñuelos o tostadas francesas, disfrutemos de esta época del año. La Semana Santa nos espera, y una vez  finalizada, sin muchas prisas, regresar felices y salvos;  poder referir a familiares y amigos cuánto nos divertimos en esos días, y “con pilas nuevas”  integrarnos a las responsabilidades que nos presenta el día a día. ¡Con entusiasmo  y prudencia, vivamos esta Semana Santa 2015!