Tratar de ser objetivo con el tema de las relaciones de nuestro país con el vecino Haití es un quebradero de cabeza, porque razonarlo desde una óptica imparcial es tarea difícil, sin que se nos endilgue criterios de racismo y xenofobia, del que nos acusa una parte de la comunidad internacional a los dominicanos.
Hace 200 años que nos separamos de la madre patria, dejamos de ser colonia española pero, 329 años de tutelaje nos definieron como nación, asumimos lengua, costumbres y en gran parte la idiosincrasia de nuestros colonizadores, no pudieron 22 años de dominio haitiano cambiar en modo alguno las profundas raíces que los españoles dejaron en nuestro pueblo, el cual asomaba intrépidamente como nación.
Aunque nos liberamos del yugo haitiano en el 1844, no fue hasta el 1856 que cesaron todas las acciones del vecino país en tratar de recuperar el control de esta parte de la isla La Hispaniola, esos 22 años de intervención y los doce de escaramuzas militares haitianas, forjaron un sentimiento nacional antihaitiano, que siendo sincero persiste hasta hoy, porque las diferencias étnicas, religiosas, idiosincráticas e idiomáticas no nos han permitido eliminar, aunque tenemos que aceptar que se han reducido sustancialmente los niveles de conflictividad del pasado.
Los 3 graves problemas del Haití de hoy son: pobreza y desastres, inseguridad creciente e inestabilidad política, esta suma de preocupante situaciones hacen de la nación más pobre de América tierra de nadie, porque las bandas armadas controlan el 80% del territorio, el gobierno producto de la falta de consenso de la clase política es sumamente débil, y los efectos devastadores de los desastres naturales agravaron el dramático nivel de vida de la mayoría absoluta de la población, cuya desesperación se ha apoderado de todo un país que no encuentra salida verdadera a sus acuciantes y crecientes problemas.
La comunidad internacional se ha hecho de la vista gorda y le han dejado a nuestra nación las penosas dificultades por la que atraviesan los habitantes de nuestros vecino país, los Dominicanos por mucho tiempo hemos permitido una invasión silente y constante de los nacionales con lo que compartimos esta tierra insular pero, pese a la voluntad de colaboración y el gran crecimiento económico de la República Dominicana no es imposible cargar con la situación gravosa de millones de ciudadanos que desesperados cruzan a esta parte de la isla en busca de lograr subsistir, nuestro pueblo es noble pero por nada del mundo desea perder los conceptos propios de la dominicanidad, la suma de los motivos que nos hacen ser dominicanos.
Desconocer el aporte de los haitianos al desarrollo y al florecimiento económico de nuestro país sería innoble, porque reconocemos que la mano de obra haitiana está detrás de nuestro progreso como país pero, nuestra capacidad de colaborar es limitada, porque nuestra sociedad tiene también sus propias situaciones con importantes franjas de habitantes que permanecen aún en niveles de pobreza extrema e indigencia a las cuales tenemos que auxiliar. FRANCIA, EUA, CANADÁ, naciones que de una forma u otra apadrinan a nuestros contiguos moradores no pueden creer que una pequeña República como la nuestra puede cargar con otra de igual o mayor población, y con una situación más asfixiante que la nuestra.
Estamos obligados a una política de coexistencia pacífica, porque estaremos compartiendo por siempre una misma isla, no es correcto azuzar a los ultranacionalistas que desean que saquemos de nuestro territorio a todos los haitianos, somos una nación de emigrantes, tenemos a millones de nuestros nacionales viviendo en otras tierras, y para ellos reclamamos derechos, mal haríamos con no tener un comportamiento humano y así lo hemos hecho, lo que es imposible pedirle a un pueblo que permita una invasión permanente de los vecinos hasta una cantidad que ponga en riesgo nuestros empleos, nuestra seguridad y nuestra integridad territorial.
Los últimos acontecimientos en Haití demuestran que estamos ante un Estado fallido o narcoestado, donde no existen respeto alguno a las instituciones, al agravarse la situación haitiana nos obligan a tomar medidas de excepción, que el gobierno en nombre del pueblo se ha visto en el deber de asumir para evitar males mayores, las acciones que está tomando el presidente Abinader gozan del respaldo de los partidos políticos y de la inmensa mayoría de la ciudadanía
Evitando caer en excesos, el gobierno tomara cuantas medidas sean necesarias para garantizar la paz y el respeto a nuestro territorio, no nos dejan otro camino las bandas armadas que controlan a nuestros vecinos, aunque con diferencias marcadas el pueblo dominicano ha mostrado el nivel de bonhomía de sus ciudadanos, solo hay que recordar la asistencia abundante, efectiva y oportuna que se envió a raíz del terremoto que desoló a esa pobre nación.
Unidos como un solo hombre, los dominicanos debemos de convocar a la comunidad internacional para que asista a esta desventurada patria, es una vergüenza internacional no hacerlo, nosotros estamos comprometidos en colaborar a que esto se haga realidad, lo que no es posible bajo ninguna circunstancia es que un país también pobre como el nuestro se haga cargo de otro, reconocemos que podemos dar trabajo a una buena cantidad de haitianos en aquellas actividades laborales donde se necesita, así se hace cada día y de la manera más democrática porque son muchos los sectores donde se ha desplazado la mano de obra nacional por la de los vecinos.
De manera patriótica, humana y objetiva apoyaremos todas las medidas para salvaguardar la nación en estos momentos difíciles en que nos llama, lo que sí estoy seguro, es que los haitianos son víctimas y no victimarios, porque ellos también sufren más que nadie todas las calamidades que le azotan, con solidaridad pero, con precaución tenemos que actuar, ya que cualquier exceso sería despertar el recelo internacional en contra nuestra pero, no actuar no es opción, porque Haití hoy tiene una de las peores crisis de toda su historia, nosotros debemos evitar que las consecuencias y los efectos de las mismas afecten a nuestra sociedad, por lo que cada dominicano debe ponerse al servicio de la patria y por encima de las diferencias políticas o electorales hacer causa común para este tema con el gobierno nacional que encabeza el presidente Luis Abinader, “cuando la patria nos llama, a la patria no se le pone condiciones”.