Uno de los mayores obstáculos para la proyección de la literatura dominicana en el plano internacional es la ínfima cultura crítica evidenciable en lo que concierne al campo de los estudios literarios. Pienso que no es exagerado conjeturar que la crítica literaria en República Dominicana es prácticamente inexistente si se le examina a la luz de los estándares académicos que modulan ese campo a nivel mundial.
Son varios los aspectos de ese problema que merecen atención. Uno de ellos, tal vez el más apremiante, tiene que ver con el hecho de que dentro del minúsculo espacio de la crítica literaria dominicana lo que domina es una dicción desfasada, y muchas veces incomprensible, que no pasa del mero balbuceo. El siguiente fragmento, de la autoría del académico de la lengua Odalís Pérez, ofrece una muestra contundente de ello:
"El trazado de un discurso de la crítica literaria en los momentos reveladores de la experiencia literaria participa de una procesualidad teórico-literaria asimiladora de cierta tradición del análisis temático, lingüístico y formal, cuyos antecedentes morfológicos y funcionalistas producen un metalenguaje articulado por una metateoría y una episteme cualificadora de la lectura entendida y extendida como metainterpretación y metacomprensión del texto llamado de base".
El balbuceo crítico de Pérez se extiende por las quince páginas que le dedica al tema de la "Crítica de la Literatura y Crítica de la Cultura" en su contribución al volumen titulado Masa crítica (2013), compilado por Basilio Belliard. Un segundo texto de este libro, el de León David, titulado "La crítica dominicana: Entre (sic) la apología y la detractación", es otra muestra fehaciente del tartamudeo en la retórica de nuestros supuestos entendidos en materia de crítica literaria:
"Dificulto que nadie medianamente impuesto de lo que se cuece en los calderos de la vernácula vida cultural, se aventure a descalificar, tildándola de errónea o descomedida, la opinión que en este instante mismo escapa de los puntos de mi pluma, según la cual el oficio de la crítica en nuestro país no lo percibe hoy el común lector con ojos benevolentes".
León David, con su escritura de efluvios barrocos, regala al "común lector" un excelente ejemplo del porqué del mal que intenta poner en evidencia desde el primer párrafo de su escrito. Ese mal es lo que otro académico de la lengua incluido en Masa crítica: Manuel Núñez, considera, con sobrada razón, "verborrea inútil", aunque sea incapaz de aplicar la misma vara a sus propios tratados, muchos de los cuales rozan el millar de páginas de esmerada redundancia.
Resulta altamente irónico el constatar que la sociedad que produjo a un Pedro Henríquez Ureña, modelo de precisión en la crítica literaria, termine engendrando a su vez una estirpe de críticos que practican con disciplina la mediocridad que él tanto enjuició durante toda su vida con una acritud en ocasiones verdaderamente despiadada.
Otro de los defectos más evidentes en la práctica de la crítica literaria dominicana es su marcado aislamiento. Se trata de una crítica que se produce para consumo interno. Muy pocos de los críticos literarios que desarrollan su obra desde la República Dominicana se preocupan por diseminar su trabajo en revistas especializadas del ámbito internacional. La razón salta a la vista: la producción de la inmensa mayoría de estos críticos jamás pasaría el cedazo de los comités de evaluación de ninguna publicación arbitrada de prestigio.
Otro de los estudiosos incluidos en Masa crítica: Fernando Cabrera, interpreta la condición "agreste y baldía" de la crítica literaria dominicana como el resultado de la falta de "profesionalización" del campo. La lectura de Cabrera no es descabellada y da al traste con el sarcástico pesimismo de Andrés Mateo cuando afirma, en el mismo volumen, que en República Dominicana "[l]os críticos están en fuga, y el descalabro ni siquiera es advertido".
Ausente o balbuceante, el panorama de la crítica literaria dominicana exhibe una precariedad que obra en detrimento del conocimiento de la literatura nacional más allá de nuestras fronteras.