Ante el padecimiento constante por la incertidumbre que genera la producción y comercialización del arte, cada cierto tiempo los creadores del sector han proyectado una reinversión sobre una columna vaga y retorcida, la ilusión.
El mundo en que vivíamos hasta el año pasado era un cúmulo y sobre saturación de la escena artística visual, una feria que no escatimaba esfuerzos para crear burbujas de élite y productos de ciclo corto. Sin embargo, el COVID-19 ha desmaquillado la realidad social y las distancias económicas, provocando perturbanción en ciertas esferas del arte y sobre todo en la conveniencia de invertir en lujosas galerías, publicaciones y los exclusivos vernissage con más celebridades que compradores.
Un año atrás las posibilidades que ofrecía el entorno virtual eran impensables y se cuestionaba de ellas la calidad y los resultados que podrían darse. Hoy, a seis meses del inicio de este confinamiento involuntario y al ver los pocos centros de exposición vacíos, apenas vamos despertando ante la realidad inherente del sector, ya que la actividad presencial selectiva y el sentido privativo que ofrece la reflexión para la construcción de nuevos pensamientos, ahora resultan una opción beneficiosa y potencialmente mercadeable cuando lo sacamos a las diferentes plataformas de reuniones y concentraciones virtuales.
En lo que va del año 2020 hemos tenido más exposiciones y eventos vinculantes al arte que en los últimos 3 años, lo que establece una posible igualdad de condiciones y oportunidades para que artistas e instituciones puedan visibilizarse, un indicador de que no tenemos realmente una crisis cultural en República Dominicana; sino que precisamos de un modelo descentralizado que combine recursos humanos y económicos con la visión general del estado.
Estamos sin duda, viviendo profundos cambios que buscan endosar al arte otras facultades para revitalizarlo, pero en ese mismo sentido se deberían identificar nuevos líderes y gestores en los que se vean representados sectores no tan solo olvidados y desatendidos, sino también los de mejores perfiles que sirvan de ejemplo. En este corto tiempo luego de haber asumido, la práctica desde el Ministerio de Cultura ha sido acudir a viejas fórmulas para apostar al futuro.
El arte cambió, cambia y asimismo debemos hacerlo con él, el método de reemplazar a los trabajadores del arte no debe contemplar únicamente un color, estos deben valorizarse y reconocerse como un instrumento de desarrollo. En un país como el nuestro donde colectivos, organizaciones e instituciones no gubernamentales actuan en favor de descargar al estado de sus funciones y competencias, reconocerlos y apoyarlos debería ser un privilegio.