“A él le interesan únicamente dos cosas:

Asustarlos a ustedes y decirles a quien deben echarle la culpa.

Así se ganan elecciones”

Andrew Sheperd (The American President)

En mal momento se me ocurrió ponerme a ver televisión y ahí me enteré de los días terribles que se anuncian para la República Dominicana.  El tigueraje ilustrado (que funciona como soporte del tigueraje iletrado solo que dueño de la chequera) proféticamente notificaba de los peligros inminentes para el país por la crisis de los partidos, lo cual podría llevar a la  aparición de un liderazgo mesiánico.

El mesías, ese sujeto “real o imaginario en cuyo advenimiento hay puesta confianza inmotivada o desmedida” cuya aparición era anunciada como amenazadora, invita a darle algunas vueltas a la situación.  Sería interesante tratar de comprobar si acaso no se refería al que tiene “varias decenas de millones”.  Pero no encontré ninguna evidencia, quizás porque se trata solamente de un sujeto imaginario.

Pero como por más que se busque no se ve nada con esas características en el horizonte -aparte de algunas amenazas de “puño de hierro”- los anuncios de fatalidades no alcanzan para dar miedo.

Por el contrario, lo que uno rápidamente se percata es de que ya hay en el escenario más de un “ex Mesías”.   Se trata de un tipo de actores políticos que según interesantes tratados tiene casi siempre una característica: son capaces de perder en más de una oportunidad. La primera oportunidad la pierden ganando por no entender la causa de su triunfo. La segunda vez, casi veinte años después, pierden y aun entendiendo perfectamente las razones de su derrota, eligen la muchas veces fallida estrategia de “arrancar para adentro”.

Lo del peligro del liderazgo mesiánico sobre el que advierten, me recuerda a la orquesta del “Titanic”. El barco se está hundiendo y las respuestas a la situación que se vive son definitivamente lamentables y peligrosas. Todas comprensibles, pero no por eso menos obscuras.

Si el liderazgo mesiánico ya está aquí, uno se pregunta de dónde vendrá el peligro anunciado por la tele, siempre reforzado por el entrevistador: “Oh, yo también estoy muy preocupado”. Pero no hay que olvidar que el tigueraje ilustrado, ampliamente orientado por el inefable Joao Santana, tiene que actuar de manera tal que todos se pongan alertas frente a un presunto peligro a futuro y todo el mundo descuide el presente.

La respuesta para resolver el rompecabezas la encontré siguiendo los consejos del candidato a diputado Andrés L. Mateo: abrí una lata de sardinas y allí estaba. La crisis no está por llegar, la crisis está completamente instalada aquí y ahora. El problema es que no hay acuerdo acerca de lo que se trata y por eso no fue posible forzar una segunda vuelta y mucho menos imponer un candidato único.

Pero primero veamos las pruebas. El sector hegemónico de la llamada oposición -con pretensiones desmedidas e inmotivadas cuando no cuenta ni siquiera con un buen candidato- equivocó el camino muy tempranamente con unas apuestas francamente chistosas. Apostaron primero a que el actual mesías y el ex mesías tendrían una ruptura escandalosa mucho antes del “Trujillo del siglo XXI”. Y no pasó nada.  Luego creyeron posible la unidad del PRD mediante la propuesta de  candidatos comunes en los niveles congresuales y municipales de ambos sectores. Segundo error catastrófico, pues se quedaron chupando el cabo. El tercero fue unirse con el PRSC, con lo que no  dejaron absolutamente ninguna duda de que el viejo sistema de partidos había colapsado y que estábamos frente a una nueva realidad. Los dos últimos hechos se deberían entender como un cambio bastante radical de la realidad creada post 1996, puesto que las alianzas, sin adjetivarlas, lo que manifiestan son una evidente vocación reaccionaria.  Ha quedado claro que las viejas fuerzas políticas se han ordenado para evitar el cambio, mientras, por otro lado, el cambio político en su expresión orgánica es todavía muy débil.

Entonces hace falta aclarar, una vez más, qué es lo que está en crisis, qué es lo que no logra todavía expresión política potente.  Mi hipótesis es que lo que está en crisis en la República Dominicana es la democracia y lo que hemos escrito hasta aquí, si se lee con buena voluntad, significa que no tenemos todavía liderando como quisiéramos a políticos democráticos.

Si alguien cree que lo que habrá en cuarenta días son elecciones libres, informadas y competitivas que se lo diga a la comisión de la OEA, pues si hay algo que se puede asegurar es que ellos lo van a creer.

Otro signo decisivo de que la crisis ya está aquí es la confusión respecto de cómo el déficit democrático se manifiesta, mientras una buena parte de los dirigentes amanecen leyendo periódicos brasileños, otros cargan, como casi siempre, con quienes deberían apoyar. Todavía no repiten el acto heroico de quemar fotografías pero evidentemente es difícil que puedan convencer a alguien que la ausencia de institucionalidad electoral y del innegable deterioro de las instituciones en general, agravado desde la reforma constitucional que delineó la actual situación política electoral, se deba a que los candidatos ¡¡No tienen propuestas!! Entonces se repite algo que la historia política dominicana tiene como signo distintivo: los responsables siempre son las víctimas.

Parece positivo observar que si hay algo que queda muy claro al revisar el listado de candidatos y candidatas es que aunque no digan nada, todos y todas saben lo que cada uno significa sin que sea necesario la mediación de ningún proyecto de Catón. Se debe reconocer que para el avance de las conquistas democráticas hacen falta todavía muchas cosas, creo que una de ellas es el fin de la “impunidad política”, esa que permite que se mienta o se ‘olvide’ lo que se ha hecho y nadie corrija al mentiroso o al olvidadizo. Faltan muchas biografías, de esas ‘no autorizadas’, que incluyan no sólo a políticos y políticas siempre en el ‘ojo del huracán’, también a empresarios, dirigentes sindicales, profesionales, comunicadores, liberales a medias, etc.

Es francamente un chiste la aparición de un jurado formado por OMGs (Organizaciones Muy Gubernamentales que se sabe de los recursos económicos con que cuentan, seguramente más que algunos candidatos) que tienen una cacería a los candidatos y candidatas si es que no han tratado los temas que ellos en su desmedida soberbia creen que se deben tratar y en la forma y con los énfasis que ellos han decidido como válidos.

Así no se construye la democracia. Quienes están en esa postura no saben de democracia, muchas veces se debe repetir que la democracia es sobre todo una promesa y ésta se construye a partir de la confianza y no viviendo permanentemente provocando desconfianzas. Publiquen sus financiamientos, expliquen sus objetivos y el origen de su autoridad, digan por qué no inscribieron algún candidato de entre tan clarividentes agentes sociales, cuando esta vez estaban dadas todas las posibilidades para concursar.

Por ahora se les puede adelantar que ese concepto en que se refugian (sociedad civil) no les da ni una gota de legitimidad porque no la representan por una razón muy sencilla: la sociedad civil no tiene representantes.  Eso sí, se van a perder una oportunidad única de abandonar aunque sea por una semanas su ficha de burócratas cromados y de participar en la política, que con todas sus miserias, es al menos capaz de significar proyectos colectivos.

En estos días y por esta parte del mundo, no estaría mal darle una repasada a Tony Judt, para que por lo menos entiendan por qué no van a ganar y, para que aumenten su tristeza, tampoco van a perder.