“Descomposición”, “putrefacción moral”, “degradación moral”, “deterioro de los valores” y otras linduras son términos que aparecen con frecuencia en los medios y da la sensación de que hay un acuerdo bastante amplio en cuanto a que esa situación es una realidad.  Como a la realidad no hay que temerle, lo sensato es aceptar la invitación a analizarla sin perder de vista que el ambiente es más electoral que propicio a una reflexión ética, pues son 4.213 posiciones electivas y serán unos cien mil candidatos (sin contar a los candidatos a las Altas Cortes).

Es más fácil encender la tele o abrir el periódico, que dedicarle tiempo nuevamente a revisar el concepto de crisis. Tampoco habrá que hilar muy fino pues ya ha sido establecido con bastante claridad que no estamos pensando en nuevos valores morales, pues como bien escribió Max Scheler “el descubrimiento de nuevos valores suele ser obra de grandes espíritus, héroes, santos o fundadores de religión”. Basta con citar a Moisés, Buda y Jesús, para “aplatanar” la cita del alemán.

Si asumimos como cierta la existencia de la crisis moral, diremos que lo que está en cuestión es lo que se considera bueno: las "normas y formas de vida a través de las que el hombre aspira a realizar lo bueno".   Y,  en un sentido más amplio, la crisis –si existe- cuestiona la moralidad, es decir cuánto se ajustan las conductas de los individuos y de la sociedad a los valores morales, partiendo de que asumimos que los individuos y la sociedad tienen conciencia moral, o sea, capacidad para distinguir entre el bien y el mal.

La superación de la crisis, entonces, sería una buena noticia puesto que significaría que avanza la idea de que los valores morales y sobre todo la justificación que se ha hecho de lo malo comienza a ser cuestionado, por eso aparecen dichos como los que inician este artículo, todos tomados de la prensa o escuchados en la tele.

Los valores morales tienen dos características que nos importan para esta nota: son polares y dependientes. La polaridad significa que siempre oscilan entre dos valores límites. En el caso de los valores morales lo bueno y lo malo, los axiomas más conocidos, no reconocen los grises.  En otras palabras, no hay tal cosa como valores “medio buenos” o “medio malos”. Asumir esta característica nos permitirá que la crisis a medida que ‘avanza’ irá eliminando del repertorio todos los argumentos que pretendan justificar comportamientos ‘malos’.  “No es que habría que ver…” y mucho menos el disparate de recurrir a los contextos. Habrá que acostumbrarse y atreverse, por el contrario, a denunciar el mal y llamarlo como tal. Por ejemplo, los tránsfugas ni son habilidosos, ni son perseverantes, ni son pragmáticos, son tránsfugas.

Respecto de la dependencia, “los valores no existen por sí mismos, necesitan un depositario en quien descansar, son como las cualidades de esos depositarios”. Unas recientes declaraciones de Claudio Caamaño pueden ayudarnos a entender mejor lo que digo: "Caamaño (Francisco) me llevó hasta el Malecón, y me contó lo que había pasado con Manolo y su equipo, y bajo una mirada triste y de coraje, me dijo: Primo, han asesinado a las única gente seria que tenia este país". El coronel de abril, reconocía a Manolo Tavárez Justo como depositario de los mejores valores y de paso la importancia que tiene la existencia y el reconocimiento de esas cualidades.

La crisis moral habrá de ir siendo superada a medida que la sociedad vaya eliminando de su jerga irresponsable “todos son…” y comience a distinguir y reconocer algunas cualidades en personas concretas.  En ese proceso se irá superando positivamente la crisis e irán surgiendo los nuevos liderazgos que cada día nos son más necesarios.

Hay un cuento que siempre merece ser recordado y es aquel en que los militantes del partido, antes de ingresar a sus reuniones, deben dejar sus cabezas sobre una mesa. Tal actitud ya era suficientemente grave en lo peor de la crisis moral, pero ahora podríamos agregar que la costumbre que se ha hecho frecuente es que luego de dejar la cabeza se pongan una alcancía.  Ello implica el  abandono de toda posibilidad, en cualquiera de las dos situaciones imaginarias, de convertirse en depositarios de cualidades dignas de ser imitadas.

Todo esto no debe ser tomado a la ligera, puesto que la crisis y la buena noticia de su superación avanzan sin posibilidad de impedirlo, desde Juan Dolio hasta el Parque de los Héroes.  Lo mejor es que ya podemos adivinar quienes serán los que van a llegar con la alcancía porque perdieron la cabeza y quienes parecen haberla recuperado.

Así sea.