Dice Borges que en ocasiones el sol agoniza mientras las manos se acercan al amor. Así discurre la tarde, porque no basta con ser valiente ni recitar discursos políticamente extravertidos o recitar formas que curiosamente proponen los protocolos de la corrección, si no se enuncia la identidad que denota humanidad.

Hoy quiero escuchar al “Matátan”, ese que día a día se enfrenta en la urbe de la ciudad a un pandemonio de mentiras, leyes nuevas, regaños, frustraciones, deseos y conspiraciones contra el poder que otrora le otorgaron los antiguos.

Quiero hablar de ese hombre que atemoriza a las mujeres, la golpea, amenaza consuetudinariamente o las mata, sin que el policía, los juristas o poderes fácticos puedan neutralizarlo. Es un hombre con una distinción sexuada, pobre o rico que busca llenar sus esperanzas de vacio con el aquí y el ahora que despierta la piel y la cultura de la represión patriarcal y el fastuoso poder.

Es el sujeto que tiene miedo al hambre, a perder su puesto en el taller, el banco o en la esquina. Es el mantenido de la madre, la abuela y las mujeres. Es aquel privilegiado de la calle o la oficina, que aparentemente no es vulnerable a la crisis económica, pero que vive día a día tratando de buscar un montón de billetes para igualarse a los hombres de cuello blanco (funcionarios, políticos partidistas, congresistas, banqueros, etc.). Es aquel que logra el poder transgrediendo las leyes o asumiendo una falsa representación de los otros. Es el quiere más, porque la historia divinizó la masculinidad en la cruz y en los representantes que lo nombran.

Es el que copula como no hay otro. Es el poseso de la cultura, que justifica “la pela” alegando orden, carisma, seguridad o institucionalidad. Es el que bajo la incertidumbre e inseguridad busca a las mujeres para lastimarlas o culparlas, fiel a la memoria que enarbola el orden paterno.

Es el que sigue la tradición del Pater Familias, acepta como irrevocable la poliginia y no cuestiona la juntadilla de las pandillas que alimentan el desempleo, los salarios indignos, la desnutrición, la falta de educación, la falta de atención médica, las múltiples caras de la delincuencia y el clima de inseguridad.

Es aquel que se escucha amenazando a la esposa, porque no atiende sus requerimientos vitales (ropa limpia, alimento, dinero, obediencia y monogamia absoluta), ya porque trabaja en la fábrica durante el día o se cuaja en las noches con los críos. Es aquel que viaja constantemente y no da explicaciones de los gastos presupuestarios.
Es aquel que agoniza cuando tiene que ceder su puesto a favor de una supuesta democracia representatividad. Es el pobre sabueso que no deja de reflexionar sobre la hacienda pública, la deuda externa y que justifica legalmente sus acciones, a causa de que tienen un fin: la reintegración social, el orden familiar, el control del partido o la continuidad del poder.

Es el que dice que hay que “vigilar y crear leyes” para defender a las mujeres. Es el que denuncia las violaciones, asiste a las caminatas que repudian la violencia contra la mujer, mientras oprime a la novia o esposa, repudia a las mujeres mayores, seduce a las jóvenes, no da manutención a los hijos e hijas, tiene varias amantes y asume el Poder sin importarles las libertades públicas o privadas. Es aquel que legisla y se honra con la misoginia de los clérigos y artesanos del imperio. Es el que gobierna por encima de la ley alegando representatividad.

Es el canalla que tiene que construir discursos nuevos para confundir a las mujeres de su partido o a las ilusas que todavía creen que bajos los entandares políticos, el patriarcado se romperá y se abrirán nuevas formas sociales y culturales.

Es el que está en crisis, porque no puede entender el alboroto de las mujeres que se niegan a seguir la lógica del Príncipe y se proponen tomar el poder desde una nueva ética. A decir de hoy, la racionalidad instrumental del “Matátan”  se agota y es innegable que contagia su vértigo hasta en la propia justificación del fin.

Hoy el “Matátan” pierde el sentido, su verdad controladora y represora se fragmenta, a través de instituciones y prácticas discursivas que promueven las mujeres. Hoy el “Matátan” está en crisis.