El creciente fenómeno de la desafección en los estudios de las ciencias políticas se entiende como el distanciamiento de la ciudadanía con la política, cosa que se muestra cada día más en las encuestas hechas a la población, que alcanza niveles altamente preocupantes en nuestros país, oscilando entre un 32% y un 38% de dominicanos que se sienten insatisfecho con los partidos, con los políticos y con nuestra incipiente democracia.

La desafección, disgustos, indignación, frustración frente a la política es también un cuestionamiento al sistema, que para la gente no está funcionando adecuadamente, porque no resuelve los problemas ancestrales de la nación, ni la demandas básicas de sus ciudadanos; es que está democracia representativa no es participativa, por ello no termina por convencer a las mayorías de que el sistema político protege y defiende los intereses de los muchos, más bien se ha convertido en excluyente, porque solo le sirve a los pocos que precisamente son los que más tienen, y que por ende son los que menos necesitarían del auxilio del Estado.

Es en nuestra Madre Patria, España, donde más se está produciendo niveles extremos de desafección política, que se manifiesta en la atomización de su sistema de partidos y en una desconfianza casi total a su dirigencia política, de un bipartidismo que era integrado por dos grandes organizaciones del PP (Partido Popular) y el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), han surgido otras fuerzas emergentes con un importante apoyo electoral, tales como PODEMOS, CIUDADANOS y el naciente VOX, éste último es un grupo formado por populistas de ultraderecha que amenaza con llevarse la democracia tradicional y las autonomías regionales.

En el contexto de la problemática desafección política alarmante, una ONG española, la Fundación Rafael del Pino, coordinó una discusión abierta con similares instituciones y expertos en el área para descifrar las razones del aumento tan vertiginoso de dicha desafección política por parte de los ciudadanos, la conclusión de ese coloquio fue visto desde tres puntos de vista, para conocer el porqué del disgusto, sus causas, consecuencias y posibles remedios para frenarlo.

Aunque reconoce el estudio que no en todas las sociedades se presenta de igual manera, el fenómeno de la desafección está en todos los pueblos, lo que varía es la cantidad de desafectos existentes con su sistema de gobierno y sus partidos políticos tradicionales, la discusión de las causas se fundamentó en tres ejes principales, el primero: la aparición o el crecimiento de nuevos problemas (la globalización, la crisis económica, los movimientos migratorios…); el segundo: las características de la vida política que auspicia el desapego ciudadano (comportamiento deshonestos de las dirigencias políticas, usos cainitas, que es la actitud revanchista contra los propios amigos, compañeros y familiares, y los comportamientos que empujan a “la infantilización de la ciudadanía” y el tiempo vital entre las clases políticas y la gente común); y tercero: los cambios económicos y sociales pero, sobre todo la digitalización de la vida de hoy que hace retirarle los afectos a las clases políticas tradicionales.

No hay cosa que esté separando más al ciudadano, a la democracia, a los gobiernos, a los partidos, a su clase dirigente que las redes sociales, que en un importante 60% de informaciones son noticias falsas (fake news) o engañosas, que a modo de bulo pseudoperiodístico se difunde por todos los medios digitales con el único objetivo de desinformar, creando un muro infranqueable entre la población y su representación institucional.

La desafección política crece en el terreno fértil de la antipolítica y de los apolíticos, los primeros que solo les interesa sustituir sin esfuerzo ni mérito alguno a la clase política, y los otros porque no muestran interés en la política, ambos son los látigos electorales del sistema de partidos en todo el mundo y prontamente en nuestra nación, porque así están reflejando todas las encuestas de nuestra población.

La sindemia que está generando el Covid-19 va acrecentar los niveles de disgusto ciudadano por las gravísimas secuelas sanitarias, sociales y económicas que está pandemia del coronavirus nos está dejando a escala planetaria, que se suman a las otras particulares y vernáculas situaciones que se presentan en nuestro país, que vamos a enumerar a continuación:

  1. La rampante megacorrupción que está desacreditando acremente a toda nuestra clase política, aunque está no sea la real beneficiaria de los recursos mal habidos de la misma.
  2. Porque la clase política, sobre todo los funcionarios insisten en no parecernos al común de la gente del pueblo, creando con ello un abismo de separación insalvable por la forma en que vivimos, nos comportamos, nos protegemos y hasta cómo hablamos.
  3. Porque vivimos en una democracia representativa y no participativa que está al servicio de los poderosos, servil a una oligarquía que solo les interesa sus inmensos patrimonios, que se diferencian del cielo a la tierra, desde una opulencia insultante a la más abyecta pobreza.
  4. Por la arrogancia y prepotencia que asumen los altos funcionarios, que se les olvida que son servidores públicos y que desde su designación cambian su forma de actuar frente a la ciudadanía, amigos y compañeros.
  5. Por la actitud tiránica y la mentalidad antidemocrática en un síndrome trujillista que habita en el temperamento oculto de nuestros nacionales, que cuando se encuentran con un espacio de poder en sus manos, aunque sea pequeño tratan a sus compatriotas como esclavos o plebeyos.
  6. Por la frustración que crea la incapacidad de los gobiernos de resolver los problemas principales de la gente, que siguen iguales, con un Estado que desprotege a los débiles porque solo les sirve a los fuertes.
  7. Porque la amplia mayoría de nuestros electos representantes en todos los niveles, no se parecen en nada a su pueblo, porque que casi todos son ricos en una mayoría pobre, son blancos donde un 85% son mulatos y negros, de apellidos rimbombantes y de alcurnia, en donde casi todos los de nuestros barrios no lo son.
  8. Porque las costumbres tradicionales de las castas se separan totalmente de los gustos de nuestra gente común, que en potencial y evidente transculturización han adquirido maneras diferentes de pensar, razonar, actuar, hablar y hasta bailar.
  9. La virtualización de la sociedad que nos hace dependientes del cine, la televisión, del internet, de las tóxicas y adictivas redes sociales, y que nos crean falsos paradigmas que terminarán afectando los sagrados valores morales y espirituales por lo que se está construyendo una nueva sociedad de antivalores.
  10. La falta de solidaridad y de políticas del bien común van fortaleciendo un “sálvese quien pueda”, generando un acendrado egoísmo, donde todos buscan solución a sus particulares problemas importándoles poco el de los demás, en un descarnado individualismo que busca en voracidad pasmosa resultados beneficiosos solo para sí mismos.

La desafección está creciendo y no podemos negarlo; la clase política tiene que buscarle remedio en unidad a este gravísimo problema, que nos obligaría a profundas reformas estructurales, a una profesionalización de la función pública, a disminuir los privilegios irritantes para la clase política, sobre todo el de los altos funcionarios públicos, y a una acción de mayor empatía social del poder con las clases populares, no como una pose fotográfica sino como un diarismo esperanzador que renueve la confianza del pueblo llano con su clase dirigente pero, lo más importante es que los grandes partidos, los líderes y aspirantes presidenciales le sirvan a los más no a los menos, y que estén claro que el pueblo les vota cada cuatro años para que representen sus intereses, no para que instauren una plutocracia.

Aunque tengo mis dudas, porque los partidos políticos guardan todavía una fidelidad importante de adherentes, ya que todavía el liderazgo político no está diezmado, creo que podemos rebasar esta crisis de confianza, aunque consciente estamos, de que el manejo de las secuelas de la COVID puede adelantar o retrasar el crecimiento exponencial de la indignación ciudadana que se muestra de manera permanente en nuestras redes sociales y que confirman la encuestas. Si este nivel de desafección traspasase el umbral del 50% de antipatía a los partidos tradicionales, preparémonos a ver con posibilidades las posibles candidaturas nacionales de personalidades con alta popularidad en nuestro país, como: Santiago Matías (Alofoke), Emanuel Herrera (El Alfa) y Denisse Michele Tejeda (La Perversa) o de un outsider populista que le ofrezca al pueblo enterrar todo el sistema político existente.