En Chile y muchos otros países de América Latina, los pueblos se han rebelado contra el neoliberalismo, y el mercado, convertido por esa doctrina en principal ordenador de la sociedad, quitándole gran parte de ese papel al Estado. Las masas populares han tomado las calles reclamando el fin de esas políticas que desde los años de 1980 han generado crecimiento de la economía, y al mismo tiempo han incrementado la pobreza.
Se ha roto la vitrina neoliberal que durante muchos años fue Chile. Porque tocó límite la paradoja en que la riqueza aumenta a condición de crecer la pobreza. Es la esencia del neoliberalismo cualquiera que sea la vertiente desde la que se lo observe.
Y más, es el cuestionamiento al crecimiento económico como fin en si mismo.
La República Dominicana, no escapa a esta paradoja, porque es el mejor ejemplo de que el crecimiento económico como fin, es consustancial a la pobreza. Esta pervive incluso con afecciones de hambre en un millón de personas, como recientemente ha señalado la FAO; a pesar de 60 años consecutivos de un PIB cada vez más grande.
Este es un tema importante que debe encontrar un lugar en el debate de la coyuntura que deberá desembocar en las elecciones del próximo año.
¿Crecimiento o desarrollo? Es la pregunta obligada a la cual responder. Desde luego que teniendo en cuenta que el segundo necesita del primero. La riqueza nacional debe crecer para que haya qué redistribuir. El asunto es garantizar el crecimiento, pero que sus resultados tengan un impacto positivo en el bienestar material, la seguridad, la cultura general del pueblo, y en la renovación de las bases productivas del país.
Y en este asunto, hay que ir más allá del simple mejorar la política de "caridad pública", con la que mediante bonos diversos el actual gobierno trata de mitigar los efectos negativos del modelo centrado en el crecimiento. Esto hay que superarlo. No remendarlo.
El debate que subyace, y que sale a flote en esos países donde se dan grandes manifestaciones populares, y que en Argentina, por ejemplo, se ha expresado recientemente en las urnas con la derrota al presidente neoliberal Mauricio Macri, gira en torno a si el Estado volverá a jugar un papel fundamental, o por lo menos importante, en el desenvolvimiento de la economía, en procura del desarrollo.
Interpretando esta necesidad desde la perspectiva académica, la Escuela de Economía de la UASD está planteando la importancia de volver a poner en primer plano el tema del desarrollo, y así está ocurriendo en muchas universidades en América Latina.
El país político debiera hacer lo propio y valorar con énfasis principal que, de entrada, el gasto público debe ser productivo y social; contribuir al crecimiento económico, y a producir bienes y servicios que no entran en la lógica costo – ingresos- beneficios del sector privado; generar empleos bien remunerados; invertir en educación, salud, seguridad social y ciudadana y viviendas, que, al tiempo que comporten calidad inclusiva, también contribuyan a ampliar el mercado interno.
La política económica, debería ser una diversidad de líneas e instrumentos en busca del desarrollo, y no reducirse a la monetaria, que es la dominante y única, supeditada al propósito del crecimiento económico.
En esta perspectiva podrían desarrollarse competencias y complementariedades entre lo público y lo privado, de beneficios mutuos, y especialmente para el pueblo.
A como se ven las cosas hoy, es muy posible que en el 2020 haya un cambio de partido/gobierno, y sería una buena ocasión para que como parte de lo nuevo, entre a la política pública esta visión Estado/crecimiento/desarrollo.