El anuncio y la firma del acuerdo arribado por el Gobierno Dominicano y Pueblo Viejo Dominicana, S.A. (la versión dominicana del consorcio minero formado por Barrick Gold y Gold Corp.) este pasado jueves 5 de septiembre, me lleva a recoger una parte de un trabajo mayor, donde cuestiono la concepción de la política frente a la gran minería en términos de dos pensadores, Enrique Leff y Arturo Escobar, que aparecerá próximamente en un libro mío, “Complejidad y Economía”. Avanzo mis conclusiones.

Para responder a la pregunta del título, debemos reconocer la prueba de fuego que nos propone  Escobar, para desarrollar una visión de desarrollo “local” en contraposición a la visión “global”.  Estas cinco diadas conceptuales (Contexto/Proceso histórico, Concepto/Problema, Teoría/Respuesta académica, Intelectual/Proyecto político y Social/Repuestas políticas) nos deben aportar a identificar una perspectiva “leiffiana” si se corresponde a un polo capitalista, racionalista, elitista, deprededador;  o, por el contrario, es “escobiariana” si la correspondencia es con el polo local, participativo, trascendente, social.

Nos parece evidente que el caso dominicano es el más crudo ejemplo de la retórica neocolonialista y que permite concordar con la frase siguiente de Escobar: “¿Quiénes son los verdaderos románticos?  Los verdaderos románticos ¿no son los señores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, que siguen insistiendo en sus programas de ajuste estructural y de desarrollo a través del mercado, cincuenta años después, sabiendo ya que esas recetas no funcionan y aún siguen pensando que esas recetas van a funcionar tarde o temprano?, ¿no son más románticos esos señores que ven la situación del mundo empeorar cada día y sin embargo, insisten con las mismas propuestas?  Segundo, yo diría que es importante saber dónde nos ubicamos para ver las posibilidades de cambio. Siempre hay una relación entre el marco teórico que usamos y lo que podemos ver como posibilidades de cambio”[1].

La propuesta de Leff se enmarca en esta racionalidad genérica del capitalismo global. Para construir esta racionalidad ambiental, Leff propone[2], por un lado, tres ejes en que se debe sustentar: 1. las condiciones ecológicas del proceso productivo, 2. los valores de la democracia, y 3. los principios de la diversidad cultural. Por otro lado, propone la articulación de cuatro niveles de racionalidad: 1. una racionalidad material o sustantiva que establece el sistema de valores que norman los comportamientos sociales y orientan las acciones hacia la  construcción de una racionalidad social fundada en los principios teóricos (saber ambiental), materiales (racionalidad ecológica) y éticos (racionalidad axiológica) de la sustentabilidad; 2. una racionalidad teórica que construye los conceptos que articulan los valores de la racionalidad sustantiva con los procesos materiales que la sustentan; 3. una racionalidad técnica o instrumental que produce los vínculos funcionales y operacionales entre los objetivos sociales y las bases materiales del desarrollo sustentable a través de acciones coherentes con los principios de la racionalidad material y sustantiva; y 4. una racionalidad cultural, entendida como un sistema de significaciones que  conforma las identidades diferenciadas de formaciones culturales diversas, que da coherencia e integridad a sus prácticas simbólicas, sociales y productivas.

Por ello, significamos que la propuesta de Leff es más pertinente para el caso dominicano, ya que no contamos con una identificación comunitaria ni con una cosmovisión alternativa de nuestra relación con la “Madre Tierra” para una discusión alternativa del desarrollo.

Este contraste fue evidente ante el estudio del caso dominicano, dónde la oposición a la Gran Minería se ha hecho desde posiciones racionalistas, liderados por la Academia de Ciencias de la República Dominicana. La publicación del estudio de Rodríguez Grullón[3] enfatiza esta falta de principios locales (hasta consignar la traición de las autoridades locales a las reivindicaciones del pueblo de  Cotuí), y este trabajo nos sirve para la presentación del caso dominicano, aunque con un fuerte sabor periodístico como muestra de la profesión original de la autora. Faltó, pero desborda la intención de este ensayo, enfatizar el manejo “sesgado” de la opinión pública por la acción del Poder Ejecutivo Dominicano de “reducir” las demandas a una renegociación de las rentas a percibir por el Estado.

En ese sentido, la lucha por las razones locales sigue intacta para que se mantenga como un reloj avanzando hasta detonar un movimiento cívico que prenda la indignación popular. Además, como consigna Rodríguez Grullón, la lucha local dominicana no está coordinada ni, remotamente, asociada, a la campaña mundial en contra de la depredación y explotación de la gran minería, lo que podría establecer como un segundo momento de este teatro tropical del absurdo.


[1] Viola Recasens, A, (2000) ANTROPOLOGÍA, DESARROLLO Y POST-ESTRUCTURALISMO.

ENTREVISTA CON ARTURO ESCOBAR. Disponible en: www.raco.cat/index.php/QuadernsICA/article/download/954…

[2] Eschenhagen, María Luisa (2000)  Aproximaciones al pensamiento ambiental de Enrique Leff:

un desafío y una aventura que enriquece el sentido de la vida. Disponible en: http://www.cep.unt.edu/papers/eschenhagen-span.pdf

[3] Rodríguez  Grullón, Virginia Antares (2012)  “Tras el oro de Pueblo Viejo”, Academia de Ciencias de la República Dominicana, Santo Domingo, R. D.