La hasta hace poco desconocida Covid–19, causada por un agente patógeno de la familia de los coronavirus que ha infectado a cerca de 25 millones de personas y matado a más 800 mil, trastorna la vida económica, política y social de la comunidad global, llenándola de tal incertidumbre que parte de los números servidos por organismos financieros internacionales, arrojan y proyectan el impacto devastador que ya tiene y continuará teniendo la pandemia en el desenvolvimiento de nuestras cotidianidades, tanto en el ámbito de lo privado como en el público.
Las medidas adoptadas por los gobiernos para frenar el contagio, consistentes fundamentalmente en el aislamiento físico, acompañadas además, de acciones voluntarias de individuos y comunidades que tomaron la decisión de evitar encuentros presenciales, devinieron en una desaceleración de las actividades productivas (comerciales, industriales y de de servicios) con efectos tan catastróficos, que las proyecciones de crecimiento estimadas durante el primer semestre de este año se han agravado, pues resulta que la economía global crecerá –4,9 por ciento; 1,9 puntos porcentuales menos que las estimaciones hechas a inicio de la pandemia.
Este dato, facilitado en junio de 2020 por Perspectivas de la Economía Mundial, o WEO, por sus siglas en inglés, un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) que revela, además, un proceso más lento de recuperación de la economía para el año 2021; una recuperación que sería posible si las políticas sanitarias para combatir la enfermedad viral fueran capaces de aplanar la curva de infectados y frenar los rebrotes de infección que se están presentando en lugares como China, Europa y algunos estados de los Estados Unidos, epicentro, como país, de la pandemia con cerca 6 millones de infectados y más 180 mil fallecidos; pero también la rápida expansión de la Covid-19 en países de América Latina, como Brasil, segundo epicentro con más de 3 millones 700 mil infectados y 118, 650 fallecidos; México, Perú, Ecuador y el resto de nuestras naciones se suman para convertir a la región en la más impactada por la enfermedad.
Nada parece halagüeño, porque como revela este informe, de 130 millones de parados previstos para este año, como consecuencia de la crisis pandémica, la profundización de la contracción económica ha cambiado esos pronósticos para más que duplicar la proyección a 300 millones, un número alarmante que palpamos en la quiebra de pequeñas y medianas empresas en todo el mundo, en quiebra o disminución permanente de las operaciones de renombradas líneas aéreas, en quiebra de grandes complejos industriales y gigantescas cadenas comerciales que han declarado su insolvencia o anunciado cierres considerables de la cantidad de tiendas que tienen esparcidas por toda la faz del globo.
Para tener una idea de la dimensión de esta crisis económica bastaría hacer algunas comparaciones con indicadores como el crecimiento económico, inflación, desempleo, impacto en el comercio mundial con las tres grandes crisis vividas por el sistema capitalista, comenzando por la que estalló en 1873, continuando por la del 1929 y terminando en la de 2008, episodio del que quedan secuelas que comienzan a unirse al panorama de dimensiones cuasi apocalípticas que nos brinda este virus económico de dimensión planetaria, llamado a redefinir el orden mundial establecido, debido a que su crisis estructural ha entrado en un estadio de insostenibilidad capaz de minar la gobernanza global.
En nuestra región, América Latina, el panorama no puede ser diferente; no solo por la interdependencia de las economías, sino porque como países en desarrollo y con debilidades institucionales, la cuestión pudiera ser más grave, como de hecho lo revela CEPAL, la Comisión Económica de América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (ONU), que proyecta un desplome del Producto Interno Bruto (PIB) del 9,1 por ciento, en un escenario en que Sudamérica será la más castigada ya que se hundirá -9.4 por ciento; seguida por México y Centroamérica con -8,4, y el Caribe con -7,9 debido a la mayor contracción económica en los últimos 100 años provocada, evidentemente, por la pandemia.
En este panorama se mezcla y proyecta el futuro de la República Dominicana, en medio de cambios políticos que colocan a las nuevas autoridades frente a retos inéditos que requerirán de acciones inteligentes y creativas que cuenten con el concurso de toda la sociedad y la articulación de políticas públicas con el acompañamiento de los actores claves en la comunidad internacional.