La pandemia de la COVID-19 pone a prueba nuestra capacidad de adaptación ante la exigencia de cambios en la vida cotidiana de la población. El confinamiento ha tenido gran impacto en el bienestar mental de las personas a causa del estrés, la angustia y la incertidumbre; el aumento en los niveles de ansiedad, del miedo, y la apatía. El aislamiento social exacerba signos y síntomas de personas con diagnóstico previo al estdo de pandemia, agudizando la depresión, las psicosis, los trastornos obsesivos-compulsivos, la fobia social y la agorafobia, entre otros. La sobre-información recibida por los medios tradicionales de comunicación, el internet y las redes sociales, produce consecuencias en la salud física y emocional, aumentando los casos de hipocondría, alterando el estado de ánimo con énfasis en las emociones de miedo, rabia y tristeza. La convivencia de 24 horas con la familia, máxime en espacios urbanos hacinados, incrementan la irritabilidad lo que a la vez incrementa la conducta violenta en el espacio familiar, y expone a niños, niñas, adolescentes y a las mujeres al maltrato y abuso en sus propios hogares.
El personal de salud trabajando en primera línea para responder la demanda de atención de las personas afectadas por la COVID-19, también sufre los estragos de las tensiones y empieza a dar señales de agotamiento y del síndrome del burn out. Se debe brindar protección absoluta a la salud física y mental de ese importante personal sanitario.
Los expertos de la Cátedra de Psicología Clínica de la UASD pronostican un aumento de la demanda de atención a la salud mental de la población a mediano y largo plazos, especialmente en casos de estrés postraumático, ansiedad y depresión, como consecuencia del aislamiento prolongado y de las pérdidas humanas y materiales en las familias.
Será necesario abordar el proceso de duelo en las familias que perdieron seres queridos a causa de la COVID-19, pues el protocolo para el manejo de los fallecidos obliga a romper con los rituales funerarios tradicionales, complicando la despedida de los deudos y la aceptación de la pérdida en niños, niñas, adolescentes, jóvenes, personas adultas y envejecientes. Esto puede empeorar en las familias que han sufrido varias pérdidas en corto plazo.
Podría esperarse un aumento de los cuadros depresivos y hasta de la tasa de suicidios hacia fines del año 2020.
De igual manera, será necesario apoyar a quienes han sufrido otro tipo de pérdidas: el trabajo en el caso de muchos proveedores familiares y su consecuente desempleo; de la vivienda; pérdida de relaciones significativas de amistad o pareja a causa del aislamiento; de la propia salud, que ahora puede verse más afectada, y de otras actividades importantes para la juventud y la adolescencia, como la escuela, los deportes y la recreación.
A 5 meses de iniciado el confinamiento y el cierre parcial de actividades económicas y de los espacios de socialización, muchas personas empiezan a reportar malestar emocional y conductual como alteraciones en el sueño, propensión al llanto, intolerancia e irritabilidad, frustración, soledad, insatisfacción con la vida, impotencia, apatía, etc.
Todo ese malestar puede ser considerado como una respuesta “normal” ante la situación atípica que estamos viviendo, es decir, no significa que alguien en ese estado esté padeciendo un trastorno mental; aunque si es necesario desarrollar estrategias para el autocuidado que nos garanticen continuar viviendo sin perder la asertividad y sobre todo, las ganas de vivir y la fe en que todo esto pasará y poco a poco regresaremos a la vida en común con optimismo, amor y nuevos aprendizajes. Si se hace necesaria la intervención profesional de un psicólogo o psicóloga, no dude en pedir la consulta. Mientras tanto, la Escuela de Psicología de la UASD recomienda algunas medidas que podemos tomar para mantener nuestro estado emocional y conductual en salud. Aquí algunas:
- Estrategias de autocuidado, lo que implica mantener una buena alimentación y hacerlo a horarios regulares; hacer actividad física, así tenga que rodar los muebles para bailar dentro de la casa; reservar tiempo para la recreación y por supuesto, procurar tener un sueño reparador; si requiere de algún tratamiento médico, aseguarse de tenerlo disponible, etc.
- Estructurar el tiempo, de manera que podamos dedicarle espacio al trabajo, los estudios, las labores de la casa, la espiritualidad, a la familia y a los amigos… aún en la distancia (las redes sociales, el internet y las videollamadas nos pueden acercar en estos momentos en que se requiere aislamiento y distancia física interpersonal).
- Practicar la solidaridad,. En el estado de emergencia generado por la pandemia, los expertos insisten en que la solidaridad es la única vía para detener el contagio y atravesar de la mejor manera esta crisis. Significa vincularnos con el otro: alteridad (reconocer y cuidar al otro), otredad (pensar en el otro) y empatía (ponerse en lugar del otro para comprender su situación).
- Aprender ejercicios de respiración profunda, lenta y abdominal, para buscar un estado de relajación incompatible con el estado de tensión. Realizar sesiones de manera progresiva, iniciar con 5 minutos y repetir varias veces al día.
- Ocuparse de manera productiva. Significa hacer cosas que brinden satisfacción, como el trabajo, el estudio, pero también actividades creativas y artísticas (manualidades, pintura, escultura, dibujo, música, lectura, literatura, poesía, escritura, jardinería, repostería, etc.).
- Cultivar el sentido del humor. Aprender a reir y a reirnos de nosotros mismos es, no solo una muestra de madurez, también es una vía para alcanzar la resiliencia.
- Sonreir, siempre será contagioso y contribuirá a reducir los conflictos. Las neuronas espejo facilitan que la sonrisa se propague.
- Perdonar y pedir perdón. Otro indicador de madurez y estabilidad emocional es la capacidad de perdonar a otros y a sí mismo.
- Fomentar la comunicación empática con los miembros de la familia.
- Si ha perdido un ser querido por la pandemia, realizar memoriales en familia. Ayudan las videoconferencias para el encuentro de la familia extendida y amigos; crear rituales alternativos para recordar a su pariente; por ejemplo, preparar un álbum de fotografías, sembrar un árbol, o escribir sobre esa persona.
- Promover actividades lúdicas en familia, esto fortalece la capacidad de resiliencia. Hay muchas para elegir: baile, música, juegos tradicionales, juegos de mesa, cine, drama-teatrillo, artesanías, cocina, lectura de cuentos infantiles, de cuentos clásicos, novelas, poesía; componer una canción entre todos, llevar un diario familiar de cuarentena… Hágalo divertido, estimule la risa.
- Ejercitar la paciencia, practicar la tolerancia y entregar amor en cada una de sus acciones.
Es impostergable para el bienestar bio-psico-social de la población dominicana, que el país disponga de la estrategia de Atención Primaria en Salud Mental. Las acciones de Educación, Promoción y Prevención desde la ciencia psicológica, no solo contribuirán a reducir la incidencia de trastornos psicológicos, sino que también tendrán un impacto en la reducción de la demanda de atención a patologías fisiológicas, gracias a las técnicas de manejo de estrés y ansiedad, psicoeducación y otras prácticas que ofrecen especialistas de la Psicología Clínica, la Psicología de la Salud, la Psicología Social y la Psicología Comunitaria, dirigidas a alcanzar el desarrollo humano y comunitario, manteniendo relaciones armoniosas entre las redes de apoyo social y el medio ambiente.
La Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, pudo constatar la gran necesidad de atención psicológica y educación socio-emocional que requiere la población, al poner en operación una línea telefónica de apoyo psicológico durante los primeros meses del confinamiento a causa de la pandemia. Durante ese servicio, profesores y estudiantes de maestría, prestaron servicios a través de la Línea UASD – COVID-19 a centenares de personas que sufrían el impacto de la pandemia, el encierro, las pérdidas de seres queridos o de su propia salud por la COVID-19.
Para contribuir a dar respuesta a esa gran necesidad, dicha Escuela de Psicología ha elaborado una propuesta de Atención Primaria a través de la instalación de Centros Universitarios de Servicios de Psicología (CUSP) en algunas comunidades del país, que interesa desarrollar en alianza con las Alcaldías y el Ministerio de Salud Pública. Desde esos CUSP se establecerán programas de educación y promoción de la salud, para familias, mujeres, adolescentes, niños y niñas; y programas de prevención del abuso y maltrato infantil; de violencia intrafamiliar, comunitaria y en línea; prevención de embarazos en adolescentes; entre otros.