Un mérito que nadie puede regatearle al presente gobierno es que ha sobrepasado todos los límites imaginables en materia de corrupción.
Después de haber pasado por todo el pillaje de la tiranía trujillista, el saqueo de la dictadura golpista del triunvirato, el robo a dos manos de los gobiernos balagueristas y perredeístas, muchos pensamos que podría surgir una administración que fuese igual o menos corrupta, pero no que superara a las anteriores.
Pero fuimos muchos los equivocados. Si comparamos los escándalos de corrupción de los gobiernos pasados con los del peledeísmo, se quedan cortos por mucho.
Y no es que los anteriores fueran santos ni mucho menos. Pero nunca en la historia dominicana se ha había asistido a tantos casos de funcionarios y dirigentes políticos que amasaran fortunas tan importantes como para convertirse en competidores de grupos empresariales tradicionales e incluso superarlos, además de exportar capitales y hacer inversiones internacionales de alto costo.
(Mire usted que pagar US$70 millones –constantes, pero no sonantes, sino de manera subrepticia- por una industria de construcción de tecnología avanzada, es una gran hazaña para quien apenas tenía segura la comida antes de llegar al gobierno. Pero más asombroso todavía es que se pague una suma aún mayor para que el vendedor y potencial competidor se salga del mercado por diez años)
Tampoco se había visto en ninguna de las administraciones dominicanas anteriores que la cúpula de dirigentes del partido gubernamental se enriqueciera casi en su totalidad. Los que durante los años de oposición del Partido de la Liberación Dominicana eran los dirigentes menos pudientes, hoy son de los más ricos. Sólo hay que revisar la lista del Comité Político y del Comité Central.
Y considero que en el gobierno y en el PLD hay gente honrada, a la que sólo se le puede censurar su silencio y su excesiva pasividad ante lo que observan en muchos de sus compañeros. Es más, el contraste de la honestidad de estos hombres y mujeres pone en evidencia a los corruptos. Lo malo es que no son esos dignos ejemplos los que el presidente Leonel Fernández más valora, apoya y promueve.
En los anteriores gobiernos hubo reconocidos personajes que practicaron el pillaje y el enriquecimiento ilícito, pero nunca como ahora se habían utilizado la función pública y el vínculo preferencial con el poder para amasar verdaderas fortunas sin ningún miramiento y contando con el beneplácito del presidente de la República, que apenas suele sancionar, y sólo de manera simbólica, a los funcionarios corruptos, destituyéndolos o cambiándolos de institución.
Mire usted que pagar US$70 millones –constantes, pero no sonantes, sino de manera subrepticia- por una industria de construcción de tecnología avanzada, es una gran hazaña para quien apenas tenía segura la comida antes de llegar al gobierno. Pero más asombroso todavía es que se pague una suma aún mayor para que el vendedor y potencial competidor se salga del mercado por diez años
Y lo peor, lo más desagradable, es la altanería con que estos personajes se conducen en la vida pública y privada, como si el Estado fuese de su exclusiva propiedad, negándose a someterse a las leyes, defendiendo y justificando todas sus vagabunderías y las de sus compañeros de causa. E incluso pagando a vocingleros para defenderlos y tratar de desacreditar a profesionales de la comunicación honestos que denuncian la corrupción.
Parece como si parafrasearan la legendaria consigna de las luchas campesinas, “la tierra es de quien la trabaja”, para decir: “la corrupción es de quien la trabaja”.
Frenar la corrupción y enviar un mensaje político claro, para que el Ministerio Público actúe por iniciativa propia, además de que acoja y dé seguimiento a los casos que le sometan entidades y ciudadanos, será uno de los grandes retos de la próxima administración.
No importa que se trate de un gobierno surgido del propio Partido de la Liberación Dominicana (PLD) o de la oposición. Incluso, voy más lejos, no importa que quien sustituya al presidente Leonel Fernández sea la primera dama, Margarita Cedeño (Hablo en serio, no es una broma). De hecho, vendrá a ser una obligación del nuevo o nueva gobernante, pues la ciudadanía está harta, no aguanta más.
Si se permite que continúe el saqueo de los recursos del contribuyente dominicano, se terminaría de perder el poco de respeto que aún queda en la ciudadanía por las autoridades y las instituciones del Estado.
Y si esto ocurre, los más perjudicados serán los actores políticos, los dirigentes del PLD y del PRD, en primer lugar, y luego sus aliados circunstanciales. Es decir, quienes hasta ahora han sido los más beneficiados de este sistema de pillaje e impunidad.