Desde tiempos muy remotos, los sabelotodo omniscientes se han creído los dueños absolutos del saber humano, en detrimento de la gran mayoría que asume una posición genuflexa ante este apabullante accionar.

Esta claque le ha imprimido a nuestra historia reciente un sello manido e irresoluto en lo referente al desempeño de ésta desde las esferas del poder político y económico.

Como resultado de esta omnisciencia, han surgido los entramados de corrupción más asombrosos que jamás hayamos podido conceptualizar.

La corrupción no tiene barreras sociales, geográficas ni morales, incluyendo a las grey religiosas, ortodoxas o no.

Siempre, donde ha habido un poder plutocrático y político, ha habido niveles altos de corrupción.

La corrupción demanda de sus actores que se aglutinen en hermandades de dolo encubierto, coimas, lucro cesante, latrocinio, libidinosidad administrada, clientelismo político y hasta sicariato.

De ahí que la corrupción, aupada por los omniscientes (sabelotodo), se ha convertido en la principal preocupación de nuestra sociedad.

Desde los tiempos bíblicos, se viene señalando a esta corrupción como valladar y estandarte emblemática para la conquista de los corazones de la antigüedad.

Por esta manipulación de los sentimientos de propiedad y tenencia de bienes, se crearon los Estados-Naciones en todo el globo terráqueo. Esta manipulación, disfrazada de un conocimiento omnímodo, emanaba de oráculos alegóricos, donde pitonisas y hierofantes ¨guiaban¨ a los fogosos líderes de antaño hacia campañas de conquista y sometimiento total de estos naciones-estados.

Estos omniscientes, apañados por el poder, dieron los dogmas y cábalas para que los imperios se anexaran grandes territorios y subyugaran a pueblos enteros.

Este sistema, muy bien concatenado, duró hasta el surgimiento del cristianismo, donde la agresión al prójimo y también al bien común, se estableció como un pecado muy grave; el proceso de condena y ejecución de Cristo revela la reacción de estos omniscientes ante dicha doctrina.

Todos conocemos los 10 Mandamientos de la Fe cristiana,  donde se condena  el robo, la lujuria, el asesinato, etc.

Para mí, la máxima más importante que se aviene al tema de esta entrega la constituye el Deuteronomio, otro de los grandes libros del Antiguo Testamento, el cual muestra referencias claras:

"No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos". (Dt, 16, 19).

Obviamente que este vocablo ancestral ¨SOBORNO¨ engloba, hoy día, todas las manifestaciones de corrupción (dolo encubierto, coimas, lucro cesante, latrocinio, libidinosidad administrada, clientelismo político y hasta sicariato).

Las pitonisas y hierofantes de hoy se enquistan en los partidos políticos, asociaciones sin fines de lucro, instituciones financieras, oficinas de servicios jurídicos, entramados estructurados, etc.

Estos omniscientes modernos, que el vulgo prefiere llamarlos sabelotodo, empeñan sus competencias profesionales y académicas, en reforzar conductas muy reñidas con la moral y ejecutorias de aquellos que han remunerado sus ¨invaluables¨ servicios durante décadas de nuestra triste historia republicana.

Son hoy día, los responsables de la insostenibilidad jurídica y procesal en la republica dominicana, que está a punto de dar al traste las expectativas ciudadanas de un estado de derecho, a través de la entronización de un régimen de consecuencias.

Estos áulicos ilustrados del poder sólo buscan nadar infinitamente en las mieles de este, sin importar el daño que ocasionan al tejido social dominicano.

De la nada, inerte y difusa, surgen en los conglomerados académicos, las hermandades de los  ¨compañeritos¨ de ideologías de vanguardia, con el solo propósito de adquirir los conocimientos necesarios para poder tener acceso a esas esferas de poder y luego, usando su intrínseca cultura de supervivencia, atajar al poder político y por ende el económico.

Esta claque de sabelotodo le ha propinado un daño enorme a nuestra  a estructura de valores, donde, hoy por hoy, To é To y Na é Na.

Este mantra desorejado y soez, permea todas las estructuras de nuestro tejido social al colmo de  que, como alabanza frenética, también enloda a clústeres religiosos, tal y como lo hemos constatado recientemente. También ha arrastrado familias enteras hacia el abismo del repudio social, colocándolas en un sitial poco envidiable.

Gracias al Todopoderoso, PALACIO ha adoptado una aparente actitud de no contemplación ante este estado de corrupción que vivimos.

Muchas improntas han surgido de ese olimpo, que apuntan hacia una tolerancia ¨0¨ sobre hechos dolosos del pasado, presente y futuro.

Esperemos pues, que estos sabelotodo de turno entiendan este mensaje contundente y no inicien un accionar impenitente para glorificar su devoción a la lisonja, el cohecho y la libidinosidad administrada.

El ciudadano presidente tiene, hoy por hoy, una magnifica oportunidad para acabar con este casta de omniscientes improductivos e intrigantes que por décadas ha sometido a nuestra nación al flagelo de la corrupción.

Finalmente deseo cerrar estas reflexiones con una sentencia de Don Luis Julián Pérez, extraída de su ensayo, titulado “El caso haitiano” reseñado en su obra “La democracia nuestra ,un testimonio”:

“Estamos en la gran encrucijada. O nos lanzamos por el camino del honor con la debida inspiración patriótica, con un renunciamiento absoluto de todo interés egoísta, o tendremos que reconocer el sacrificio vergonzoso, tantas veces repetido en la historia dominicana de participar en la perdición y ruina de la República, por falta de liderazgo y respeto a los principios y al ejercicio de las más elementales virtudes ciudadanas”.

Fuente :Editora  Amigos del Hogar, 1976.