Reunidos en tertulia, uno de los amigos presente comentaba que en su reciente paseo por el Conde, donde rememoraba sus años de juventud cuando vivía en los barrios de San Antón y San Miguel, tuvo una interesante conversación.
Nos contó que al pasar por la épica cafetera, icono de la colonial calle y testigo de celebres encuentros entre políticos, intelectuales, pintores, poetas, novelistas, revolucionarios, izquierdistas y derechistas, entró para comprar dos libras de café molido, cuyos granos expelen un aroma que invade todo el lugar. Pidió también un cortadito y un derretido de queso con tomate, con sabor a patrón de oro, porque el original ya no existe.
De repente miró hacia la parte de atrás y vio sentado en las ancestrales sillitas del lugar a tres personas conversando amigablemente, siendo una de ellas un viejo amigo del barrio que fue un alto dirigente de la izquierda dominicana en la década de los 60 y 70.
Al acercarse a la mesa y después de un ¿te acuerdas de mí? el abrazo no se hizo esperar.
Siéntate, cómo estas, que haces, donde vives, que te trae por aquí, etc. etc. Después de algunas respuestas breves y evasivas, el amigo nos cuenta que le preguntaron si estaba en el gobierno o en la oposición porque muchos se han movido de un lado a otro buscando la comida. La respuesta fue “ni en uno ni en otro porque estoy alejado de la política” Risas y burlas mientras el viejo revolucionario le decía “en este basurero todos estamos metido en política, de una u otra manera, de lo contrario no sobrevivimos”.
Mi amigo pensó, como el doctor Merengue, “estos están picando en alguna oficina del gobierno con asiento en el Conde” y de inmediato preguntó ¿Y ustedes en que están? Uno de mediana edad al que no conocía, respondió “hablando del atentado al Metro y del caso de Najayo, donde las informaciones que se vierten en los medios son una verdadera burla al ciudadano” y puntualizó, “aquí no hay atentados terroristas sino sicarios hijos de puta que organizan matanzas y secuestros y jóvenes drogados que terminan maricones o asaltantes”
Comentaban que nuestra Policía está lleno de los dos y por eso siempre agarran a un pobre infeliz para cargarle la culpa de cualquier hecho delictivo.
“Esto se jodio ya que estamos sometidos a un nuevo colonialismo”, dijo el más joven y callado, con sus anteojos de filosofo, el cabello largo y una mariconera en el hombro. Siguió diciendo “La diferencia con el colonialismo, expresado como dominio territorial, estriba en la dificultad de uno darse cuenta que es la misma mierda”.
Continuando su historia, nuestro amigo les dijo que no sabía a qué se refería, recibiendo como respuesta “Mira hermano, aquí el colonialismo tiene rostro democrático, pero el gobierno oprime a los pobres, como los invasores oprimen a los conquistados. Además, una pequeña oligarquía, unida a un grupito de ladrones millonarios que han esquilmado las arcas del erario público, es dueña de todas las riquezas del país y maneja a su antojo todos los estamentos del Estado. Si alguien tiene que desaparecer, desaparece ¿Quieres más? A eso le llamo”colonialismo de estado”
Mi amigo nos relata que trago en seco ya que hacía tiempo que no oía ese tipo de planteamiento radical y algo obsoleto. Tratando de sobreponerse y no parecer un idiota oyendo tantas barrabasadas, evacuo un rolincito al pitcher diciendo “en algo hemos avanzado si lo analizas desde otra perspectiva ya que no hay represión política ni te persiguen por tus ideas, además de que tenemos una economía de las más abiertas del continente”
El trío se rio a carcajadas y el mismo cabrón de pelo largo dijo “precisamente, esa es la esencia del nuevo colonialismo, hacerte creer que hay libertad para hablar y hacer lo que quieras, algo similar al tránsito del feudalismo al capitalismo, donde la coerción sobre los campesino para extraerle el fruto de su trabajo se convirtió en una relación laboral no coercitiva, pero sujeta a los designios del capital, que igualmente explota al trabajador como lo hacia el terrateniente”.
Para complementar el enfoque, finalmente habló el viejo compañero de barrio y comunista de profesión, puntualizando “Ya no se trata solamente de obreros y campesinos con salarios de miseria, conformando un gran ejercito de pobres e indigentes, sino de millones de zombis sin empleo que reciben dadivas del estado a cambio de su sumisión al nuevo colonialismo y contra eso es difícil luchar”.
En ese momento, mi amigo nos cuenta que se sintió algo perplejo y decidido a irse del lugar lo más rápido posible. Se levanto de su silla y dijo “bueno mi estimados, es tarde y tengo que pasar a buscar a mi esposa que está en la iglesia de la Altagracia en una misa de difunto. Cuídense y nos vemos pronto”.
Salió nuevamente al Conde pensando que no solo la cafetera, con sus casi 80 años de existencia y su fachada humilde y anticuada, se aferra a su tradición, sino que hay personas con ideas descabelladas que siguen aferradas al pasado.
Al final, uno de los presentes que escuchaba la historia, afirmó “pensándolo bien, esos comunistas tienen algo de razón aunque están muy desfasados al no entender que viven bajo las reglas de un nuevo orden mundial”.
Otro preguntó ¿Qué orden de mierda es esa? Y le respondieron “paga mil dólares para entrevistarte con Leonel y él te lo explicará.
Todos soltaron una carcajada.