La política, una actividad humana cuyo fin se reduce al obtención del mando y la obediencia, es: y lo saben aquellos que su experticia radica en el estudio profundo de unos métodos que resultan a lo sumo de muy difícil elaboración, una ciencia inexacta y probablemente; la única de las disciplinas entre las denominadas sociales, que deriva en una mutación radicalmente constante. La rapidez que con que se producen los cambios en las distintas esferas de las sociedades, la nutren de una complejidad tremenda y obligan a los actores del sistema a mantenerse en evolución de manera indefinida.
Friedrich Engels, en su libro Obras escogidas de Karl Marx en una crítica hecha por el segundo al materialismo anterior, a la que tituló, Tesis sobre Feuerbach. Plantea que: –son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias-. Siendo este un factor eminentemente inevitable para anclar el propósito de la política, a las pretensiones actualizadas de los pueblos, así como definir y redefinir las practicas y las ideas que comulguen con el interés social colectivo.
Si de algo ha servido el proceso convencional que libra el PRM y en el que participan unos cuatro mil aspirantes a distintas posiciones, es para comprender la dinámica grupal interna, la que; como le sucede a la sociedad en su conjunto; ha cambiado circunstancialmente las aspiraciones de un conglomerado político, cuyas bases o militancia, reclaman un cambio de modelo en la conducción de la entidad y quieren ver sus intereses representados por una dirigencia cónsona con la realidad. Al margen de los méritos que posean o no, los que ostentan en estos momentos, la dirección institucional.
Los que como el actual Secretario General de dicho partido, el nombrado (Chu) Vásquez, obviamente aletargado en el tiempo y visiblemente aturdido ante la imposibilidad de continuar al timón del cargo, no comprenden la dialéctica grupal. Demuestran su incapacidad para conectar con los miembros de una formación que poseen legítimas aspiraciones, de una verdadera renovación. Colocándose al margen de la voluntad de la mayoría e utilizando descalificativos inútiles hacia aquellos con probabilidad de desplazarlos del puesto.
Es normal que este proceso, en el que las desventajas obligan a los desafortunados, solicitar a la militancia la elección de árbitros imparciales, cosa que nunca fueron y que ello sea el producto de anticipado de una derrota segura. Que muestren como lo hacen, cierta resistencia al cambio, esencialmente si llegaron al tope de sus posibilidades en la política. Obviando que el árbitro, cuando reúne las condiciones, puede ser hijo del manager. Más aun, la democracia permite a un hijo jugar con equidad en el equipo de su padre, siempre que haya demostrando destrezas y habilidades que para la competencia se exigen.
No queda más que esperar unos resultados convencionales que sean del agrado de las bases, protagonistas reales de ese proceso. Que terminado el torneo prevalezca la unidad de ese partido. El más útil para sacar del poder a esta mafia morada que nos azota sin piedad y que lastra con el robo del erario público, el futuro de toda una generación. No sin antes recordar a los pocos que se oponen a la transformación, que para lograr el triunfo, como asegura –Julio Ligorria– “lo importante será, la correcta identificación de las necesidades ideológicas en el nuevo universo electoral”.