Aguijoneado por un clavito –sí, el clavito Guido Gómez Mazara- en el zapato, el proceso convencional del PRD discurrió bien hasta el 20 de julio cuando primó la tradición perredeísta de “¡armar un lío, aunque sea de ropa!”; y de seguido la retahíla consabida de condenas a quienes no guardaron las apariencias, esto es, las formas.

El PRD institucional y su líder Miguel Vargas Maldonado pudieron pasar su gran prueba de fuego el domingo 20 al éste ser electo por nueva vez Presidente de su PRD y de su equipo, a imagen y semejanza de cómo lo han preferido. Hubiera sido un absurdo político que los convencionistas institucionales votasen por un candidato como Guido, que tiene los talones de los pies fuera del PRD y que de lejos se le veía el refajo incoloro de las intenciones.

El hecho de que ni lo amonestaran, ni lo suspendieran, ni lo expulsaran semanas atrás era la principal prueba de que Guido jugaba el papel inopinado de impedir que surgiera un Guido institucional que le diera verdadero sabor a competencia al proceso convencional.

A Guido no le hicieron trampa. Guido llegó al evento enredado en su trampa. Cual Quijote redivivo ha estado peleando contra los molinos de vientos de su imaginado Vargas Maldonado de dos años atrás. No se ha dado cuenta de que al cambiar el tramado político en el que se movía la nación, la dinámica política y su entorno cambiaron de velocidad y dirección.

Compitió y peleó, y perdió por mucho y desde mucho antes; y desacreditó y acreditó al contrario al competirlo, actuó desde fuera y quiso ganar como si estuviera adentro.

Con conducta de perdedor anunciaba que lo iban a trampear, evidenciando así que no podía articular un discurso conductual y oral convincentes… porque no había captado la sutiliza del casi invisible movimiento de las estructuras políticas y partidarias nacionales: no hay el Leonel de antes, ni el Danilo de antes, ni el PRSC de antes, ni el PLD de antes, ni el PRD de antes…

Muy al contrario de lo pensado y dicho por algunos reputados articulistas y por uno que otro comentarista radial y televisual juiciosos altamente contaminados, Guido no tenía posibilidades de captar una cantidad suficiente de votos reales, y por eso, ni a la corta ni a la larga pudo obtener la más mínima ventaja de esa “confrontación” porque no hubo la tal. Para pelear se necesitaba por lo menos un contendiente adicional –o en su defecto un “puchimbá”-, y ni Miguel Vargas ni ninguna de su gente lo miraron hasta que se presentó a votar con su trulla retadora. Hasta ahí se había sofrito en su salsa.

La excesiva presencia en los medios informativos nunca ha sido garante ni de prestigio presente, ni de proyección futura, ni mucho menos de popularidad. Y el hecho de que uno que otro medio escrito u oral haya presenciado o siga presenciando a alguien en demasía no es garantía del éxito procurado. Ni la lectoría amplia ni la gran audiencia transfieren aceptación, la que tampoco otorgaría per se popularidad, aunque muchos la suelan confundir con el prestigio.

Las posibilidades de Guido eran tan escasas, que el 20 de este mes no fue derrotado: llegó derrotado a provocar un lío aunque fuera de ropa.

En lo adelante Guido debe recogerse. Tomarse su tiempo. Observar el movimiento de las estructuras, y si el movimiento y la dirección políticas son las mismas de cuando el PRD y el Miguel Vargas Maldonado de dos años atrás, por ejemplo.

Cuando derribaron las Torres Gemelas -donde estaba el Centro Mundial de Negocios en Nueva York-, los más lúcidos dijeron ese día:

-El mundo ya no volverá a ser el mismo.

Con la consumada convención de esta vez del PRD –dejo de lado el lío minúsculo traducido a mayúsculo por exacerbación síquica de algunos periodistas-, cualquier lúcido podría sentenciar:

-El PRD ya no volverá a ser el mismo.

¿Para qué Guido quiere seguir en lo mismo? ¿Para lo mismo? ¿Para qué la sin sentido publicidad Coca Cola alrededor del Jefe de la Policía?

¡Tan inteligente…y no aprende que hace la del bruto!