Indiscutiblemente, Acento.com ha sido el medio de comunicación social donde más se han divulgado las opiniones de aquellos que demandan con urgencia ‘rehacer’ completamente o reformar sustancialmente la Ley 87/01 que creó el Sistema Dominicano de Seguridad Social, sobre todo en lo relativo al cumplimiento de cobertura de los servicios de salud y su coste y en lo concerniente al monto de las pensiones/jubilaciones. Los señores Arismendi Díaz Santana y Luis Holguín Veras principalmente, han abordado con admirable destreza los aspectos técnicos y el colega Reynaldo Peguero, en su condición de médico  con formación en salubridad pública, ha tocado los defectos y lagunas de la misma ley. Todos han insistido en su reforma.

Sin embargo, los que pueden contribuir a la modificación  de la extraña geometría del embudo que es dicha ley, que fueron los que la pensaron y elaboraron y cuyos resultados no han sido  ‘seguros’ ni ‘sociales’, han permanecido más silenciosos que los verdipardos camaleones que entre las sombreadas ramas arbóreas capturan y tragan con su larga y pegajosa lengua termitas y mansos saltamontes.

Cuando el Congreso Nacional conocía el anteproyecto (2000), publiqué en el diario La Información un artículo titulado La Ley sobre Seguridad Social no deben convertirla en la regla 80/20 (3/7/ 2000) en el cual dije lo siguiente, me cito: “Si la parte que representa al Estado en la discusión de esa ley no cuenta con personas diestras, capaces de fijar su atención en cómo se tejen las explicaciones que da la parte contraria para darle sentido de “bondad” y de “honradez” a las distorsiones que defiende, podría colarse  en su texto la llamada “regla de Paretto” en que el 80% aporta recursos para que engorde la fortuna del restante 20%.

Los representantes del Estado no deben perder de vista que los señores del gran capital son como el cangrejo macho: solo cortejan y fertilizan la hembra si tiene hecho el nido y si ella come  chorritos de arena que confunde con alimentos verdaderos. Pues la gente tiende a aceptar como racionales las afirmaciones y juicios de aquellos que  parecen mayoría, que fue  lo mismo que probaron los psicólogos estadounidenses Richard Nisbert y Timothy Wilson mediante el famoso experimento de las medias pantis (Boletín de Psicología, 1977), el cual consistió en poner una docena de damas a escoger de una tienda de variedad de medias pantis el par que más le gustara según su color, calidad, precio, textura,  seguridad y moda.  Diez de las damas pensaron que escogieron el par de mejor calidad, textura y a tono con el grito de la moda. Sin embargo, las miles de  medias que había en la tienda solo diferían en el color”.

La contrahistoria de la mencionada ley comienza a partir de la decisión unilateral de las ARS de asignarle un código a tal o cual médico con el significado de que ese médico está contratado por esa ARS particular y ella le paga el servicio que preste a un afiliado suyo. 1) Una ARS pide al médico que aspira ser “contratado”, un currículo que el médico le lleva pero la entidad puede simplemente ignorar la documentación sin consecuencia alguna. Por eso, si un médico lo llaman de emergencia para atender un enfermo y lo interna  durante 4 a 5 días, al darle el alta es que se entera que la ARS del paciente  no lo tiene “codificado” y que por tanto su atención al enfermo se convirtió en una “bola”. El enfermo le pagará honorarios solo si quiere. Empero, la ARS paga a la PSS, hospitalización y medicinas.

2) Las Unidades de Atención Primaria no funcionan porque los médicos han movido cielo y tierra para impedir su plena implementación. 3) Las Prestadoras de Servicios de Salud (PSS), es decir, las clínicas, centros de gráficas e imágenes diagnósticas y laboratorios privados, son propiedades de los médicos y, por supuesto, serían el negocio del capa-perros si sus dueños permiten que quiebren, aunque aclaro que esto es una tendencia de la medicina moderna global.

4) Médicos,  importadores y farmacéuticas de medicamentos y las mismas ARS promueven la “medicalización” de toda enfermedad aunque se trate de personas que no están enfermas realmente sino que “somatizan” dificultades de su vida cotidiana y emocional. Se pasan cinco y diez años cambiando de médico y comprando recetas. Así que los médicos echan a un lado  la medicina integral y preventiva porque es más fácil recetar analgésicos, indicar decenas de análisis, radiografías y otros  que pasarse 15 minutos indagando sobre la supuesta dolencia del “enfermo”.

Por esa displicencia de cientos de médicos, estimo que alrededor de 2 millones de dominicanos tienen adicción a los analgésicos, muchos padecen de patologías renales y hepáticas precipitadas por efectos tóxicos de muchos medicamentos indicados para tratar enfermedades imaginarias y un poco más del 30% de los que acuden a hospitales y clínicas tienen síntomas depresivos que somatizan a través de dolores maculares, articulares y de cabeza y los médicos les prescriben los analgésicos de su preferencia. Todo eso encarece los costes de la atención a la salud y la ley debe prever esa displicencia. Aclaro que no llega al 5% los médicos cuya asistencia a Congresos es patrocinada por las Farmacéuticas y que me consta que hay Farmacéuticas que van en ayuda de un enfermo pobre que necesita un medicamento caro cuando su médico lo solicita.  Doy testimonio de esa labor social.

5) Ahora veamos lo más grave. Las ARS privadas te sacan de su cubertura básica al cumplir los 63 años. Es decir, si usted es empleado público y no se muere antes de cumplir los 63 para tener cobertura, eso es problema suyo por no morirse, no de la ARS. Si sigue vivo, allá usted. Es un buen ejemplo de la paradoja cartesiana: pienso, luego existo; ¿y si no pienso, acaso no existo? No, porque solo existe el que piensa y usted no piensa. Come, respira, tiene mujer, hijos y produce alimentos, pero como es incapaz de pensar, “no” existe.

Pero las ARS [excepto SENASA] son tan “generosas”, tan “humanas”, que si usted está desesperado por tener cobertura, cualquiera de ellas se la dá, pero por un coste cuadruplicado. Por eso he reiterado públicamente que los congresistas del 2000 y 2001 al momento de sancionar la ley estaban dormidos o los sabichosos que en la sombra aupaban los contrasentidos de la ley los “marearon” quien sabe con qué. Y sobre el monto de las pensiones mejor ni hablar. En estos 20 años de vigencia de la ley, los gobiernos solo han hecho un “ajustico” o dos de los montos, pero “un tanto a lo loco”, pues el monto jamás sube al mismo nivel del costo de los alimentos, vivienda, medicinas y transporte.

Entonces, son tan  largos y anchos los remiendos que habrá que hacerle a  la ley, que lo sensato sería rehacerla de arriba abajo. Pero que en la revisión no solo se escuche a los banqueros y a los propietarios de las PSS, pues según el clásico poema de Bertold Brecht, Preguntas de un obrero que lee, en una guerra y en las grandes hazañas de las naciones, también deben destacarse los participantes menudos que son afectados:

¿Quién construyó Tebas, la de las Siete Puertas?

En los libros se mencionan los nombres de los reyes.

¿Acaso los reyes acarrearon las piedras?

Y Babilonia, mil veces destruida,

¿Quién la volvió a levantar otras tantas?

¿Adónde fueron los albañiles la noche que terminaron la Muralla China?

Roma la grande está llena de arcos triunfales

¿Quién los construyó?

El joven Alejandro conquistó la India.

¿Él sólo?

César venció a los galos,

¿No lo acompañaba siquiera un cocinero?