Venezuela tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo. También alberga en su subsuelo inmensas reservas de oro, coltán, cobre, bauxita y otros minerales. Todos son recursos estratégicos. Los dueños del mundo, esto es, las élites de Estados Unidos (militar, financiera, tecnológica, política, industrial y mediática), y el gran capital internacional, en su diseño de dominio mundial precisan controlar esos recursos. Los países que los poseen o son aliados (peones) o enemigos (si deciden manejarlos soberanamente). Los aliados pueden ser desde teocracias siniestras como Arabia Saudita, narco estados asesinos como México y estados fallidos gobernados por genocidas como muchos países africanos. Nunca aparecen noticias, en los grandes medios del mundo, denunciando lo que ocurre en esos países. En el caso de México, lo que allí pasa se proyecta como consecuencia del crimen organizado sin vínculos con las élites dominantes y dirigentes. Y sin debelar el rol de los países centrales y el sistema financiero internacional en el negocio del narcotráfico.

Los gobiernos que deciden manejar sus recursos desde una política soberana al servicio no del gran capital sino de su gente, como el de Venezuela, son “dictaduras”. Se montan campañas mediáticas, sustentadas en gran medida en redes sociales, enfocadas en generar malestar en las masas teledirigidas del mundo contra esos países. Un malestar que, a diferencia de la indignación (que politiza), despolitiza las personas de tal manera que solo ven un lado de la historia (“el gobierno dictatorial”) y achacan todos los males a “sus dictadores”. Únicamente ven la superficie y no las causas geopolíticas, económicas y estructurales de las situaciones en esos países. Igualmente, dan por verdad cualquier titular que aparezca en la “prensa libre”. En ese contexto, la gente legitima que se intervenga -siempre por parte de los poderes imperiales- en esos “países malos” para que se lleve a ellos “libertad”. Gente que generalmente no se preocupa por lo que sucede en el mundo, ni de cuestiones políticas, de pronto es “experta” en el régimen de Maduro; y se considera con todo el conocimiento para hablar “de lo que pasa” en Venezuela. Ahí triunfa el capital cuando coloniza la mente de las mayorías.

El capitalismo, ese sistema que hace que un pobre que nunca ha sido dueño de nada defienda a ultranza la propiedad privada. Y que hace que los pobres, o los fracasados, que son la inmensa mayoría, achaquen sus problemas a ellos mismos, en el marco de la lógica del éxito individual (“todos pueden sin se esfuerzan”), y no al sistema. De ahí las sociedades de gente depresiva y esquizofrénica en que vivimos. El sistema es, incluso, “generoso”, cuando se conocen las historias de pobres que, “trabajando duro”, ahora tienen éxito-dinero. Todos quieren tener dinero para ser; sobre todo los pobres que no tienen nada. Y si no lo consiguen la culpa es de ellos porque otros sí han podido.

En Venezuela se optó, desde el triunfo de Hugo Chávez, por otro tipo de sociedad. Y más definitorio aún, se hizo una revolución en el país de las reservas petroleras más grandes del mundo. El gran capital y el imperio nunca perdonaron esa osadía. A Venezuela prácticamente no la han dejado respirar desde que Chávez llegó al poder en 1998. Un país del llamado tercer mundo, gobernado por gente que no es blanca ni estudió en el Norte, decidiendo sobre su petróleo, y de paso, influyendo en la geopolítica mundial con un discurso antiimperialista, fue un “exceso” inadmisible. En la crisis actual de Venezuela, provocada por la caída del precio del petróleo, y graves errores cometidos por el chavismo, el imperialismo y el gran capital internacional disponen de un contexto favorable para poder derrumbar, poco a poco, los cimientos que sostienen, todavía, al chavismo.

Ante esa tesitura, el chavismo decidió convocar a una Constituyente para crear otra constitución en la cual el poder recayera en las masas populares y, particularmente, donde esa derecha que, la crisis existente le permite ganar elecciones, no pueda gobernar. Se le quiere cerrar el paso a una oligarquía que nunca legitimó la voluntad popular que colocó el chavismo en el poder y que siempre estuvo plegada a los intereses imperiales. La experiencia es muy clara al respecto (al golpe de Estado del 2002 me remito). Queda por ver cómo responde el pueblo venezolano al llamado de la Constituyente. Un llamado, es verdad, cuestionable tanto por el momento en que se hace como por los objetivos ulteriores (antes mencionados) que tiene.

Se proyecta una subida del precio del petróleo para el próximo año. Y se espera que Venezuela, a partir de acuerdos firmados con China y Rusia, del 2018 en adelante comience a explotar intensivamente sus reservas de oro, coltán y diversos minerales. Lo cual dotará de grandes divisas al Estado y sin dudas cambiará la cara del país. El imperialismo, y la derecha venezolana, quieren destruir al chavismo antes de que ese momento llegue. Si la Constituyente sigue adelante, y la entrada de divisas al país aumenta significativamente, no tendrán opción. Y el chavismo habrá sobrevivido a lo peor. De ahí en adelante lo que venga será manejable. Particularmente si Estados Unidos continua su actual espiral de decadencia imperial, y por consiguiente sigue perdiendo capacidad de manejar los destinos del mundo, la posición geopolítica e interna del chavismo se fortalecerá.

Espero que haya diálogo en Venezuela. Un diálogo realmente democrático lo que implica sin injerencia imperial, sin sabotajes, sin violencia de ninguno de los sectores y sin manipulaciones mediáticas descaradas. En Venezuela, hoy día, se juega mucho la opción emancipatoria, soberana y progresista-popular de nuestra América Latina.