El Doctor Fernández da nombre al espectáculo. Su consigna encarrila el debate y todos saltan a un tren que gira en círculos.  En escena dos canes se ladran, pero están  demasiado asustados para clavar los dientes en la carne que a final de cuentas es como la propia. Ambos perros están atados por la soga de la complicidad. El circo busca secuestrar los baches de la memoria del pueblo, o de su estómago.

Se nos venden recuerdos al precio excesivo de un voto y cuatro años de manutención. Se le inyectan pensamientos a un pueblo convenientemente analfabeto (cerca del 35% de la población si incluimos los funcionales). La memoria que nos ofrecen se fundamenta en el interés.

Cuando en otras partes del planeta se debate sobre una revolución de la democracia a través de lo digital, nosotros seguimos entrampados en un modelo vertical y unilateral. Debemos romper con el jefismo y pasar a la lógica misma de la red: los intercambios enriquecen. Los avances tecnológicos tienen el inmenso potencial de crear una sociedad más horizontal, la virtud de incluir al ciudadano común en el debate, mas prefieren dejarlo fuera. No se deje engañar, los diálogos populares con empleados públicos ni son populares ni son diálogos.

Las redes sociales, con movimientos unas veces sordos y otras veces ensordecedores, están empujándonos hacia una revolución democrática. Las grandes movilizaciones se cuecen lenta y secretamente en sus brasas. Muestras de ello se han visto en los países árabes y en España. También en nuestro país, aunque en menor escala, con el reclamo por 4% para la educación. La nueva ciudadanía es activa y participativa.

Los límites entre denuncia y denuncismo se empañan. Se ratifica la política del índice (el dedo) y todos jugamos a la "Memoria contra el olvido", ese juego que no es memoria, sino engaño.

No es memoria, porque la memoria no es víctima, sino que se construye activamente. Se la mastica y digiere. Hay que mantenerla, alimentarla y realimentarla, con paciencia, cariño y firmeza. A veces también con tristeza o desamor. Su objetivo no es colocar candidatos, sino evitar que se repitan injusticias y abusos, proteger a la gente.

La consigna que el Presidente enuncia desde su burbuja de crecimiento económico financiada con préstamos nos induce a votar por el candidato que mejor pueda vender sus denuncias y no por el de las mejores propuestas, que no siempre es el mismo.

Nos han secuestrado en un concierto de ladridos, en un teatro con perros que no muerden para no caer, y nosotros sucumbimos a la irresistible costumbre de observar. Otros se contentan con participar de un blog, de escribir en Facebook o de descargarse en Twitter. Esto no debe quedar en una nueva modalidad de lo mismo. Los gritos al vacío siempre han existido. Integrar el ciudadano al debate, ahí está la innovación. Con la "Memoria contra el olvido" los políticos no se ven obligados a debatir ideas y nosotros seguimos perdiendo el chance de reinventar la democracia.

La memoria no se le toma prestada a políticos. La verdadera memoria del pueblo está amordazada, y mientras no encuentre su voz la ciudadanía será burlada y la democracia seguirá secuestrada.