El catorce de mayo del 1990 se vociferaba en las calles de Santo Domingo "Este gallo colorao acabó con el morao". La victoria del presidente Balaguer fue oficial, pero su ilegitimidad se convirtió en la consigna. Maquiavélicamente Joaquín Balaguer utilizó como argumento de campaña que no voten por el comunismo refiriéndose al Prof. Juan Bosch y su pasado en el exilio. Otra vez la sombra de la hoz y el martillo son las antiguas armas que golpean al fundador de los dos partidos. Independientemente de eso, el Partido de la Liberación Dominicana fungió como principal acusador de que las elecciones fueron fraudulentas y las autoridades electorales fueron corrompidas. Nada de esto se pudo probar. Por encima de todo esto, surgieron "los movimientos populares" los cuales ganaron terreno como actores principales de oposición por el resto del periodo presidencial 1990-1994.

En efecto, a tan solo unos meses de que el partido reformista ganará las elecciones, el viernes diecisiete de noviembre del 1990 el periódico The Miami Herald da a conocer como noticia internacional que las centrales sindicales y organizaciones populares en la República Dominicana convocaron a una huelga de cinco días para exigir la renuncia del Dr. Balaguer como presidente del país. La insistencia del presidente Balaguer forjó un sentimiento de animadversión por el continuismo desmedido en el seno de la sociedad dominicana y esta situación empezaba a rendir sus frutos.

A consecuencia del desgaste del partido reformista por la insistencia en la reelección, llevó al Dr. Balaguer a efectuar uno de los fraudes más colosales y sin comparación en las elecciones de 1994. La crisis política era insostenible y acrecentada aún más por las presiones de todos los partidos políticos. Como si fuera poco, una concentración sin igual de los sectores de la comunidad nacional e internacional puso al Dr. Balaguer en jaque. Todo esto acompañado de la presión del gobierno norteamericano, que alcanzó niveles no vistos desde la crisis electoral de 1978.

El Dr. Joaquín Balaguer fue obligado reducir su mandato presidencial a dos años. Esto acontece independientemente de los resultados que ofrecieran la Junta Central Electoral o el reporte de la "Comisión de Verificación" con el fin de detener una posible sublevación que podría sumir a la República Dominicana a una crisis política. Esta situación, sin lugar a dudas, era la primera vez que se veía signos de debilidad en un hombre que sólo conocía las caricias de la victoria en donde la derrota era un cuento ilusorio que se relataba a las afueras de su partido.

Joaquín Balaguer, un hombre deshumanizado por las luchas políticas, enamorado de sí mismo y de una disciplina política casi sacerdotica, tenía pleno conocimiento que él y su partido no eran la misma maquinaria electoral de hace algunos años y entendía que una vida de victorias podría verse manchada ante la eminente derrota frente a su archirrival el Dr. José Francisco Peña Gómez. ¿Qué Hacer? Los discípulos del Dr. Balaguer veían que su figura más prominente estaba dando los últimos destellos de gloria. Por lo que se enfrascaron, como nunca antes en la historia del partido, a 15 meses para las elecciones de 1996, en una batalla campal sin tregua para elegir quién sería el candidato de la desgastada maquinaria colorada. Luego de un proceso agotador, se midieron los hechos, las acciones políticas y verificaron que todos los caminos conducían a un solo apellido: ¡Peynado! Y así fue, luego de un intento fallido de un sector puramente balaguerista de inscribir como candidato presidencial al Dr. Balaguer sin su anuencia, el 3 de octubre del 1995 Jacinto Peynado barre las primarias con un 57% frente al canciller Morales Troncoso. Inmediatamente las dudas sobre la fuerza política del Lic. Peynado empezaron a correr en los rincones del partido. El poderío rojo comenzaba a debilitarse.

1996, año del último suspiro político de Joaquín Balaguer. La batalla electoral fue impresionante. El Dr. Peña Gómez, a pesar de la campaña sucia que se había orquestado y a pesar de la denuncia del "complot" que había declarado, logró obtener en primera vuelta la mayoría de los votantes. Balaguer, asombrado al ver este despliegue de fuerzas del coloso de tez negra, decidió hacer algo que hundiría a su partido para el resto de su existencia. Como un judas Iscariote, mostró la espalda a Jacinto Peynado y descaradamente fortificó las fuerzas moradas de tal forma que hoy su líder máximo sigue impregnado del estilo sigiloso y maquiavélico del hijo de Navarrete.

Queremos recalcar que es una realidad irrefutable que en los 30 años que tenía el partido reformista para ese entonces, siempre se apoyó en toda contienda electoral al Dr. Balaguer. Sin embargo, en esta primera ocasión en la que el candidato no era su figura acostumbrada, fue el primero de todos los reformistas en traicionar a su partido, al candidato electo y a cada uno de sus miembros. La desmoralización fue sin precedentes y la razón de esta acción política es sencilla. El Partido Reformista no brindaría más victorias al octogenario por lo que dispuso a sacrificar todo para obtener por lo menos parte de la victoria. El egoísmo cobró vida… como si fuera Luis XV, Rey de Francia, "Después de mí, el diluvio".

En ese preciso momento, en que Jacinto Peynado ve como opositor al fundador del partido y líder máximo del mismo, ocurrió un desastre ideológico, de identidad y de fidelidad en las filas reformistas. Los colorados se vieron en la disyuntiva de estar con el candidato oficial de su partido o seguir al líder natural y fundador del partido. Horrible situación, insalvable, calamitosa y degradante para Peynado: el candidato reformista.

Más tarde, en contra de un sector reformista más que balaguerista, bajo el nombre del "Frente Patriótico" Leonel Fernández se alza con la victoria y el Partido Reformista inicia su declive eterno. Desde ese entonces volver hablar del Dr. Balaguer es innecesario. Prostituyó el partido, traicionó al candidato presidencial y degradó a cada uno de los sus miembros a un segundo plano político. ¡Los reformistas no serían jamás los mismos!

El 14 de julio del 2002, como diría Laura Faxas en su libro El Mito Roto, el ex brazo derecho del dictador Rafael Leónidas Trujillo y presidente del Partido Social Cristiano deja esta tierra de mortales para siempre. La prostitución política había iniciado. El partido que representaba el conservadurismo en el país se vendía como piezas de refuerzo a los diferentes partidos. Algunos se cotizaban elevadamente por su rango. Otros tantos, en medio de la desesperación, tomaron lo primero que le ofrecieron y otros, pero muy pocos, se quedaron en formación pretoriana defendiendo lo que quedaba del partido como si corriera la vida del emperador. Sin lugar a dudas y no cabe discusión, que la última enseñanza del Dr. Balaguer, y lo predicó con el ejemplo en 1996, es lograr la victoria a cualquier costo político y, por esta vez, el costo fue el mismísimo partido. Esto se debe a que poco le importaba el partido ya que su verdadero legado fueron sus gobiernos y sus victorias electorales.

Y así, la era de las divisiones políticas en el partido reformista inició a meses de la muerte del Dr. Balaguer. Se llamaron a múltiples convocatorias de unificación y ninguna dio resultados positivos. Más tarde, las primarias dieron ganador al Ing. Eduardo Estrella como candidato presidencial para las elecciones de 2004. Esta situación dividió finalmente al PRSC en dos partes. Dos años después, en las elecciones congresuales se vuelve a dividir el partido colorado entre los proclives al PLD y el PRD. Los años transcurrieron y las divisiones se tornaron casi atómicas. Del imponente ejército electoral a una simple mancha roja en el firmamento político dominicano.

La titánica maquinaria electoral se despedazaba sin compasión ¿Dónde estaban los dolientes? Como muchos partidos en la historia encuentran su fin, el Partido Reformista Social Cristiano al parecer eso veía venir.

A principios de éste año el presidente Leonel Fernández decide no reelegirse para las elecciones del 2012. Lo que se apertura en ese acontecimiento histórico era una brecha a la captación del "voto conservador". Recuperar lo que se le había arrebatado, debió ser la decisión política. Entendemos que fue la primera vez desde el 1996 que el partido reformista tiene la oportunidad de levantar cabeza nuevamente. Sin embargo, las pugnas internas son interminables, desgastantes en donde los intereses personales eran la regla y el partido una excepción. Este mal manejo, no le permitió capitalizar el momento político.

En definitiva, la mancha roja es el producto de la traición inesperada de su propio fundador. Gloriosos aquellos días para los reformistas en que las victorias eran la costumbre y la derrota una simple ficción. Ahora, atrapados por el hábito de acobijarse en los brazos del poder, no se dan cuenta que yergan la lápida de aquel que le fue infiel