El cambio hacia un paradigma de sustentabilidad no puede, asimismo, dar la espalda a los problemas sociales más urgentes que hoy afectan a la población”. -André Barata-.

El 5 de julio, al parecer viene ligado a esa extraña ilacióntemporal de la historia que enmarca la prodigiosa construcciónde una sociedad distinta a partir del establecimiento de un muevo modelo político destinado, por demás, a subsanar los entuertos dejados a su paso por gobiernos personalistas y arbitrarios, cargados de unas ambiciones desmedidas que lastran el desarrollo de la gente. Así ha quedado registrado al menos en dos ocasiones sui generis: la primera en 1961 con la llegada al país de Ángel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo, cuya misión era organizar, para dar paso a la democracia, el partido que una vez se llamó PRD.

 

La segunda, forzada a variar la regularidad del proceso electoral por los impulsos de una naturaleza enfadada con los agentes de momento, pero igual de trascendente para el devenir de una nación manchada por el lodo pútrido de la corrupción de Estado dirigida y aupada por un inconsulto, nacido en las recónditas montañas de San Juan. Ambos episodios, divididos por la trayectoria secuencial del meridiano, trajeron consigo hálitos de esperanzas y el establecimiento en última instancia, de un régimen que apuesta a una real transformación del aparato estatal.

 

A partir de entonces y a pesar de lo que significaba y aún significa para este pueblo la llegada y auge de la peor crisis sanitaria de los últimos cien años, se hizo efectivo en las urnas, el clamor colectivo representado en las luchas ciudadanas por la instauración de un conjunto de acciones estatales que procuran desde tiempos inmemoriales, el establecimiento de programas y proyectos políticos destinados a la construcción de una sociedad justa e inclusiva.

 

El cambio se produjo. Y, las mejorías, concretizadas tras el 16 de agosto pasado, se vieron reflejadas en el sistema de salud, en la tecnificación de los procesos de educación, la búsquedapersistente del gobierno central, de un modelo que permita la creación de empleos y, la interacción con sectores interesados en la inversión de capitales en áreas tan sensibles para el crecimiento económico sostenido, como turismo, industrias,zonas francas y el olvidado sector agropecuario.

 

Justicia y Transparencia. Dos pilares que identifican al gobierno del cambio en esta era donde nada es ajeno al interés de la gente. Dos promesas de campañas materializadas y en plan de mejoría. Vistas como una solución a la justa petición de un país quebrado por la indiferencia e injerencia de administradores en el pasado en la producción de una justicia independiente, otrora, incapaz de procesar y someter al escrutinio de la ley sancionadora a todo aquel que haya sustraído bienes públicos, o que, haciendo uso y abuso de su investidura, beneficiara con actos de corrupción a familiares y allegados.

 

Las urnas hablaron, las mayorías optaron por colocar al Partido Revolucionario Moderno al timón de la nación con Luis comocapitán. Las condiciones lucían desfavorables para poder salir a flote después del descalabro propinado a las arcas públicas por el PLD de Leonel y Danilo, en todo el sentido de la palabra. Sin embargo, el empeño y la entrega de los nuevos inquilinos, deja perplejos a los que aspiran al hundimiento del sistema como consuelo de sus años de robo solapado por la impunidad y creían haberse burlado eternamente de un pueblo ansioso por verlos pagar.

 

La conquista por el cambio doce meses después es un proceso dialéctico, no tiene marcha atrás. La antigua forma de dirigir el país usufructuando nuestros recursos para saciar conductas narcisistas es cosa del pasado. Ahora, nos toca esperar la erradicación de la pandemia con las acciones puestas en marcha por este gobierno, y, en poco tiempo, cosechar sin perturbación los frutos de una administración enfocada en la ética y el fortalecimiento de la democracia.