Si le ponemos mente al asunto, nos damos cuenta de la gran cantidad de cosas giran en nuestro mundo alrededor de la palabra Confianza que, según el diccionario, es depositar en alguien sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, el secreto, o cualquier otra cosa. Por eso las entidades financieras, bancos, asociaciones de ahorro, etc. se basan en que son fiduciarios, y este vocablo medio raro quiere decir que dependen exclusivamente del crédito y la confianza que merezcan por parte de sus públicos. Y así es, uno deposita sus cuartos bien sudados y ganados en un banco, en lugar que no los ve, ni los toca ni los huele, en vez de ponerlos debajo del colchón dónde se los pueden llevar los gatos de dos patas o roer los ratones de cuatro.
Pero esta virtud nace o debe nacer en la familia, los hijos confían en sus padres y los padres confían en sus hijos, aunque estos un día les defrauden diciéndoles que en lugar de ser ingenieros o médicos, se van a recorrer el mundo con una mochila y unos jeans, o se hacen un piercing en orejas, cejas, ombligo o en otras partes más privadas que mejor no nombrarlas, y se dedican a una vagancia filosófica y consentida. Fíjense si hay desconfianza en el planeta, que en los contratos, aunque sea para una cosa tan simple como es comprar una nevera fiada, además de poner a una tía, un primo o la abuelita en garantía, hay que estampar las iníciales en cada hoja del documento, poner la firma definitiva al final, después va la del vendedor y después la del notario, hay estampar uno o dos sellos, después legalizar el asunto…y por si fuera poco todo el proceso debe repetirse en un montón de copias hasta el aburrimiento
¿Dónde quedaron las sagradas palabras de honor, el aval de los honestos apellidos familiares, los pelos de los bigotes que daban plena seguridad de cumplimiento de lo que se pactaba? Pues en las anécdotas de las cosas de ¨ antes ¨ cuando el mundo personal era más próximo y sincero. Siguiendo con el tema, las complejidades de una sociedad moderna nos ha llevado a un punto álgido tan bajo donde uno apenas se fía de nada ni de nadie, ni del mordiente recibo de la luz, ni de la cantidad de gas que viene en los tanques, ni de la fecha de venta y expiración de los enlatados. Vamos por la calle y miramos a nuestro alrededor mirando de soslayo quien podrá ser el delincuente que nos atraque a punta de navaja sin saber cómo acabaremos, sin la billetera o sin la vida, uno desconfía de los motores con dos pasajeros que llevan casco sin dejar ver sus caras aunque sean dos honrados trabajadores que van a cumplir con sus labores.
Muchos establecimientos desconfían del dinero con que les pagan sus clientes mirando descaradamente los billetes a contraluz o pasándolos por una máquina para detectar falsificaciones… ¿Qué nos está pasando? ¿El mundo está cambiando hacia una mayor malicia y perversidad? ¿No hay mayores índices de cantidad y calidad en la educación en todos los países? Si hay tanta desconfianza es porque hay demasiados ¨ desconfiazadores ¨ o sea personas capaces de abusar de los demás y esto nos poner en guardia hasta niveles exasperantes, pagando muchas veces justos por pecadores, como dice el dicho.
¿Y que decir de la política? hay una enorme descrédito, no sólo en nuestro país, sino a nivel planetario, en los que nos gobiernan, no nos creemos lo que nos dicen en sus promesas almibaradas, tampoco de lo que hacen.
Así que tenemos que hacer un mayor ejercicio de creer los unos en los otros como una forma de construir un universo más abierto y tolerante, porque la confianza hoy por hoy, es más escasa que la muela de gallo. Y de un gallo desdentado.