Hablábamos del perdón y de sus efectos negativos en nosotros cuando rehusamos perdonar. Vamos a hablar de un elemento relacionado.

Contamos con algunas personas en nuestras vidas y esas personas cuentan con nosotros, en ocasiones hay actos o realidades de nosotros que preferimos que permanezcan ocultos para esas personas. Necesitamos que los demás nos acepten, a veces los que dicen que no les importa, son quienes más lo necesitan. Cuando crees que algo de ti sería rechazado por los demás, sencillamente lo ocultas.

Una de las razones por la que algunos procuran asistencia psicológica, se debe a que en ocasiones esos secretos no confesados literalmente les ahogan. Siglos atrás los niveles de tolerancia de las sociedades eran reducidos y es de suponer que algunas situaciones personales serían mucho peores. Durante la Edad Media, el sacramento de la confesión de la iglesia católica era de los pocos elementos de ayuda en esas situaciones. Los cristianos protestantes surgen posteriormente y no tienen oficializada la confesión, pero  normalmente los pastores o líderes de las diferentes iglesias, suelen tener conocimiento de realidades privadas de los feligreses, por la razón expuesta. En ocasiones, la asistencia a las iglesias está más determinada por este tipo de apoyo que por la fe en Dios.

Aunque las personas dicen que no se confiesan con hombres sino directamente con Dios, es de suponer que a Dios no tienen nada que contarle que él ya no sepa, por lo que cuando presentan culpas insoportables, necesitan confesarlas, a veces al mismo juez aunque los condenen.

En muchas ocasiones las personas confiesan sus culpas y al hacerlo, suelen sentir que se quitaron un gran peso de encima. En otros casos, ocultan una debilidad o deficiencia, que creen que podría hacerles perder la estima de los demás. Compartes lo que te enorgullece con cualquiera, pero lo que te avergüenza, solamente con las personas muy valiosas para ti.

En algunos casos, te preocupa el no saber si alguien comparte tu sentir, por ejemplo cuando una persona está muy enamorada de otra y teme la posibilidad de alejarla si lo confiesa, a veces prefiere seguir en la incertidumbre. El temor a lo que podría ser, puede limitar tu posibilidad de ser. El no querer tocar una puerta que tienes delante, se debe al temor al rechazo y tener que buscar otra puerta.

Si algo que hace tu pareja te afecta mucho, no actúes pretendiendo que no te afecta, confiésaselo en un momento conveniente para el diálogo. Lo que haga tu pareja será su problema, pero si no le interesa ayudarte, entonces es tu problema y debes comenzar a ver lo que intentas no ver.

Algunas confesiones son terapéuticas, realmente te liberan y te permiten reactivar tu vida. Suena bien lo de confesarse con Dios, pero en los momentos en que más culpable y despreciable te sientes, son los momentos en que más se te dificulta mirar hacia arriba y la ayuda de alguien que se encuentre a tu nivel pudiendo mirarlo de frente mientras hablas, puede ser una necesidad.

Evidentemente, cuando el secreto no es tuyo, no tienes el derecho de salir a contarlo, salvo casos especiales. Si traicionaste a alguien, por ejemplo a tu pareja, al confesárselo podrías lograr descargarte, pero pasas injustamente tu carga a quien no la merece. En esos casos, debes sufrir las consecuencias de tus actos de forma adulta y en todo caso, confesar tu situación a alguien con la capacidad para escucharte.

Con respecto a los homosexuales cada vez reciben un mayor nivel de tolerancia y hoy en día tiende a criticarse más a quien los repudie que a ellos mismos. Sus confesiones son cada vez menos impactantes y la sociedad los respeta más, aunque les exige que también ellos respeten a los demás.

Si alguien te confiesa algo que ha ocultado durante años, no necesita que te dediques a criticarle y a explicarle lo malo que es lo que ocultaba, él ya lo sabe. Lo que necesita es que le recuerdes que sigue siendo un ser humano y que tiene derecho vivir. Si fuera un psicópata, al igual que las bestias, no tendría remordimientos y entonces no necesitaría confesar, sino ser recluido en un lugar seguro.

Lo que tratas de ocultar normalmente es menos grave de lo que sueles creer, te sorprenderá que te podrán apreciar más cuando muestres tu propia cara y sepan quién eres realmente. Si aprendemos a querernos, llegamos a ser menos dependientes de la aceptación de los demás. Tus ropas ocultan tu cuerpo, tus secretos a la luz de tu alma.