De la diáspora a Praga
La condición humana nos obliga a amurallarnos en dos esenciales limitografías: primero en la espacialidad y segundo en la temporalidad. Pertenecemos a un lugar y a un tiempo. Estamos en el espacio y en el tiempo de un modo irremediable. No podemos ser sin estar, esa es nuestra condición.
Sartre considera que no existe la naturaleza humana. Esto quiere decir que en nosotros no encontramos unos rasgos fijos e inmutables que determinen el ámbito de posibles comportamientos o de posibles características que podamos tener. Si la condición del tragicómico personaje Oscar Wao de Junot Díaz es introducir la realidad en la ficción o la ficción en la realidad, entonces la gran interrogante sería ¿cuál es esa condición humana que pesa como una fatalidad en el personaje de Oscar Wao? La respuesta nos la daría André Malraux en La Condición Humana (1933), cuando el viejo Gisors conversa con Ferral: “Es muy raro que un hombre pueda soportar su condición de hombre”. De esa manera el personaje de Oscar Wao sitúa a Junot Díaz en la línea posmoderna del existencialismo. ¿Cuál es, pues, la condición humana de Oscar Wao? Sin duda podrían darse, desde el libro mismo, diversas respuestas a esta pregunta, pero es fácil advertir que si una circunstancia es común a todos los personajes que recorren el texto, sin excepción alguna, es la soledad: la soledad absoluta de saberse frente a un destino que a nadie más atañe, de saberse responsable de las propias decisiones, o, en términos sartreanos, de enfrentarse solos a la temible libertad de elegir.
Para Junot Díaz el idioma sería no más que un instrumento para alcanzar una catarsis imposible en la escritura. No seré quién para calificarlo pero si el inglés como lengua se ha enriquecido en este nuevo siglo, deberían los anglosajones agradecérselo a escritores como Junot Díaz. Así como le debería agradecer la humanidad a aquellos inmigrantes de las Antillas de finales del siglo diecinueve que llegaron a New Orleans y trajeron consigo los conocimientos musicales sustanciales para que surgiera el más genial de todo los géneros musicales creados por el hombre, el Jazz. Junot Díaz ha lucrado el idioma anglosajón con la virtuosidad del contrapunto y de las síncopas caribeñas, convirtiéndose en un jazzista en la literatura inglesa.
A diferencia de los lingüistas, los estudiosos de la teoría de la comunicación creemos que el lenguaje es más que un portador de la cultura; es, sobre todo, un instrumento para comunicar nuestras ideas y pensamientos. Así como Milan Kundera, después de exiliarse en Francia, ha escrito sus obras en francés, Junot Díaz lo hace en inglés. Ni Kundera, ni Díaz han dejado de ser exponentes de sus orígenes por usar idiomas distintos al de sus procedencias. Kundera no es menos checo cuando escribe en francés, pues su obra está cargada de su ser y de sus raíces. Por igual la obra de Junot Díaz está repleta de vivencias intensamente ligadas a su origen dominicano y a su condición de inmigrante. Ambos son exploradores de la existencia y han convertido lo local en universal. Kundera y Díaz son autores que proyectan los conflictos más personales y privados de sus vidas, son narradores de una auténtica descripción de la “máquina social” objetiva que les ha tocado vivir.
El Festival Internacional de Escritores que tradicionalmente se celebra en Praga acogió al joven escritor de origen dominicano Junot Díaz de la misma manera como fue acogido Mozart doscientos treinta años atrás. “Los praguenses me comprenden”, decía el joven músico austríaco al no recibir de sus paisanos el reconocimiento merecido. Nadie es profeta en su tierra. La atención se enfocó en Junot, los medios de comunicación resaltaban al joven escritor por encima de otros escritores aún más experimentados, incluyendo al Nobel de Literatura Derek Walcott. La pregunta indicada sería ¿por qué? Porque no sólo encontramos una novela posmoderna en Junot, también descubrimos que su prosa rompe con el mito de que la novela ha llegado a su fin como género literario porque ha explotado ya todas sus posibilidades, todos sus conocimientos y todas sus formas, como algunos afirman. Junot ha integrado nuevos elementos a la narrativa y ha yuxtapuesto diferentes espacios emocionales, iluminando y a la vez protegiendo al lector contra el olvido del Ser. No importa si Oscar Wao es dominicano, chino, francés o australiano. El alegórico personaje ha sido bien comprendido por los checos porque las frustraciones de Óscar Wao no son solamente emanaciones nocivas de un hechizo del “fucú” que lleva consigo: son el testimonio de una herencia generacional del totalitarismo trujillista que aún permanece en nuestra sociedad y esa realidad terrible de vivir bajo un régimen totalitario los checos bien la conocen. Junot denuncia el régimen de Trujillo a través de la historia de la familia De León y, sin perder el sentido del sarcasmo, de la ironía que caracteriza su novela, “La breve y maravillosa vida de Óscar Wao”, logra con sutilidad evocar al lector lo que ninguna reflexión sociológica o politológica podría despertarle.