La ética del siglo XXI supera la concepción naturalista de la edad media, basada en lo normativo y el libre albedrío, el deontologismo, iniciado con la teoría del deber de Nicolás Maquiavelo y que alcanzó su concreción en la ilustración. Igual, va más allá del imperativo categórico del idealista Inmanuel Kant que sustenta en los principios de la metafísica de las costumbres: ser, reconocer, convivir, conocer… y propone que la conciencia de cada cual es la que decide en última instancia cómo va actuar, hay derecho a elegir. También atraviesa el utilitarismo o consecuencialismo, que instrumentaliza la conciencia humana. La actual concepción de la ética se basa en la condición humana de Hannah Arendt y la teoría de la responsabilidad de Hans Jonas.
De acuerdo a la filósofa judía-alemana Hannah Arendt, la existencia sólo es posible bajo ciertas condiciones. Contraria a la concepción filosófica clásica de “naturaleza humana”, que supone una esencia, una sustancia o un contenido inherente al ser humano, la comprensión existencial ve al individuo como condicionado y condicionante.
La condición humana supone aquellas características bajo las cuales se ha dado la vida en la tierra: labor, (proceso biológico), trabajo (lo no natural o mundo artificial) y acción. De esa manera, la labor, es el metabolismo del ser humano con la naturaleza para satisfacer necesidades básicas. La condición es la Vida, estar en vida, la que transcurre entre la vida y la muerte. El trabajo, cuyos productos dan durabilidad al mundo. Un proceso de fabricación que implica destrucción de la materia, usar la violencia para construir. La condición es la existencia del mundo, pero cada cual puede trabajar solo, no requiere de la presencia de otros. Y por último, la acción y la palabra, que es lo propiamente humano, aquello que pone en relación a unos con otros. La acción pone en contacto a los humanos, directamente, sin intermediarios. La acción tiene como condición la pluralidad. El sentido de la acción y de la palabra es hacer del mundo un lugar común, la coexistencia en la cual cada uno es único, nadie es superfluo.
Arendt, reconoce los méritos que tiene la expresión “hacer del mundo un lugar en el que se pueda vivir mejor”, pues a su juicio el mundo ha mejorado, el progreso científico técnico han contribuido a optimizar aspectos importantes en la vida humana, como la medicina, la educación, el transporte, la vivienda, la comunicación etc., pero como consecuencia ha olvidado lo que significa vivir. Ha menguado la dimensión humana su realidad espiritual y cada día se sumerge más en lo material, en el consumo, en la moda, y se olvida del verdadero sentido de vivir, que a su juicio es aparecer ante los demás, como únicos e irrepetibles con capacidad para hacer cosas nuevas. Es curioso que en los países que se precian de una mayor calidad de vida es donde abunda el sinsentido, la depresión, el suicidio… y es que en el afán del trabajo, del consumismo, la búsqueda de riqueza, se les ha olvidado lo más importante: vivir.
Hans Jonas, en su libro El Principio de la Responsabilidad declara: “La promesa de la técnica moderna se ha convertido en una amenaza o que la amenaza ha quedado indisolublemente asociada a la promesa…lo que hoy puede hacer el hombre carece de parangón en la experiencia pasada…Puesto lo que aquí está implicado es no sólo la suerte del hombre, sino también el concepto que de él poseemos, no sólo la supervivencia física, sino también la integridad de su esencia, la ética –que tiene que custodiar ambas cosas- habrá de ser, trascendiendo la ética de la prudencia, una ética del respeto”
Y agrega Jonas: “Las éticas conocidas hasta ahora compartían tácitamente las siguientes premisas conectadas entre sí: 1) La condición humana, resultante de la naturaleza del hombre y de las cosas, permanece en lo fundamental fija de una vez para siempre. 2) Sobre esa base es posible determinar con claridad y sin dificultad el bien humano. 3) El alcance de la acción humana y, por ende, de la responsabilidad humana está estrictamente delimitado”
Jonas propone un punto de vista totalmente nuevo, que rechaza pensar la ética desde un marco teórico antropocéntrico, y propone pensar la ética basada en la responsabilidad, entendida como la carga de la libertad. Ante el peligro que representa el ser humano para sí mismo al convertirse en objeto de la ciencia, a pesar de su alto grado de inteligencia y de creatividad que le ayuda a mejorar sus condiciones de vida, también es cierto que le acompañan pretensiones de grandeza, deseos de poder y arrogancia, que le llevan a revertirse en contra de sí mismo. Según afirma: “el homo faber vuelve su arte sobre sí mismo y se dispone a rehacer innovadoramente al inventor y fabricante de todo lo demás”.
La teoría de la Responsabilidad de Jonas nos ofrece un perspectiva que integra los demás enfoques éticos. Se basa en los valores, pero se mueve de lo retrospectivo a lo prospectivo. Ser responsable implica conocer la norma, tomar decisiones en el presente que no dañen el futuro (consecuencialismo). Prioriza 4 principios éticos: autonomía (la persona tiene el derecho a gobernarse y dirigirse a sí misma, y las decisiones toadas con este principio deben ser respetadas siempre y cuando no perjudiquen a otros), justicia (nos obliga a respetar a todo ser humano y a procurar igualdad de oportunidades, lo que se traduce en la necesidad de evitar todo tipo de dis- criminación, bien en razón de edad, sexo, raza, religión, nacionalidad o clase social), beneficiencia (obligación de hacer el bien a las personas con las que tenemos responsabilidad) y no maleficiencia (la obligación de no lesionar la integridad de un ser humano).
Arendt nos ofrece múltiples herramientas para enriquecer la Bioética en cuanto a comprensión de la conducta humana, en las áreas de la vida y su cuidado teniendo en cuenta los principios éticos y morales. No se trata de establecer principios universales a los cuales echar mano, sino de ampliar el proceso de comprensión en la toma de decisiones, permitiendo así actuar concertadamente.
La Bioética hace referencia al estudio de la vida desde el punto de vista de la ética. Es decir, analiza las ciencias de la vida y la salud a la luz de la moral y la ética, e intenta establecer cuáles son las soluciones satisfactorias para todas las personas e instituciones implicadas en un dilema ético, por ejemplo el sistema sanitario, el paciente, su familia y el mismo profesional de la psicología y de la salud.
Por tanto, la Bioética es un campo de estudio, y particularmente de la conducta humana y de la salud, teniendo en cuenta los principios morales; significa que su campo de studio es la conducta humana en lo que implica a la vida y su relación con la moral. Hannah Arendt rescata sus valiosos aportes por comprender y dar sentido a la vida humana; desde categorías como la natalidad, la acción, la pluralidad y su manera de comprender la moral.
Sánchez Vidal afirma que dotar la psicología de unos principios éticos también representa un intento de obtener respetabilidad y de solucionar los problemas que deterioran la imagen de la profesión de psicólogo y la confianza en la misma. Y agrega que los requisitos básicos para la aparición de los principios éticos de una profesión, como la psicología, son los siguientes:
- La existencia de identidad profesional.
- El reconocimiento de la necesidad de normas para asegurar el cumplimiento de los deberes profesionales.
- La existencia de una masa crítica de profesionales que avale la necesidad de un sistema de responsabilidad ética y de autorregulación colectiva.
De esa manera, la psicoética, se deriva del principio ético más general: el respeto de la dignidad humana. Esto hace referencia a la necesidad de considerar que cualquier intervención con las personas tiene por única finalidad su desarrollo y perfeccionamiento. Cumplir con estos principios es la única garantía de que los profesionales de la psicología pueden llevar a la práctica un comportamiento profesional que respete la dignidad de las personas. Ese respeto a la dignidad se traduce a la relación con los usuarios en mantener confidencialidad, veracidad y consentimiento informado, fidelidad a los acuerdos y respeto a los derechos humanos, entre otros.