El punto de partida  en  nuestra realidad no  es  la conciencia ingenua como postulaba el educador brasileño Pablo Freire para luego pasar a una conciencia crítica. Nada de eso. Estamos ante el imperio de la conciencia muerta que se ha multiplicado en el país tórrido que describió Pedro Mir en su poema Hay país en el mundo. Es como el junquillo que vuelve y brota sin cesar.

Pero, ¿qué es la conciencia muerta?, me preguntarán. Es aquella conciencia falta de sensibilidad ante el bien y el mal, la que se ha construido con una práctica indolente y vulgar, que solo busca su propio interés personal y grupal. Se ha hecho opulenta  a costa de la vagancia y el poco esfuerzo por crear. Solo esperan un  cheque jugoso o varios de distintos lugares a cambio de entregar su dignidad. Es una boca hambrienta de un monstruo que ha encarnado la barbarie, que oye y entiende, pero no tiene compasión por nadie. Siempre  escucho los discursos y lamentaciones sobre los males nuestros, que solo sirven como retórica para mantener el estatus qou o simple estrategias de los políticos para conquistar  y legitimar el poder  a como dé lugar. Todo buche y pluma no más.

Esa conciencia es  aquella que describe Dante en la Divina Comedia:

A mitad del camino de la vida,

Me hallé en medio de una selva oscura

después de dar mi senda por perdida

¡Ay, cuándo el descubrir esa cosa dura

esta selva salvaje , áspera y fuerte,

que en el alma renueva la amargura!

Amargura y pavor es casi muerte;

Mas, para hablar del bien allí encontrado,

Diré de lo demás que vi por suerte.

No sé cómo entré allí, tal era el grado de sopor

Que traíame inconsciente

Cuando hube  el buen camino abandonado

(Del Infierno, Càntico l )

Parafraseando a Arthur Schopenhauer: “que caigan, no importa cómo, los cerrojos y las cadenas del orden legal. Que venga la anarquía y el despotismo”(El amor y otras pasiones,123). ¿A caso piensan que los únicos malos fueron los tiranos: Santana, Lilís, Trujillo, …y todos aquellos esbirros asesinos…? No.  Hay muchos disfrazados como el camaleón, brillantes en las palabras de cambio, de revolución  y de democracia, pero dejan ver debajo del vestido el refajo de la avaricia,  la complicidad con la corrupción y el deseo de que esto nunca cambie para su bien.  ¿No fueran  iguales o peores sin  tuvieran el poder y dinero  en sus manos?

Instituciones públicas y una cantera de las privadas están siendo devoradas por la conciencia muerta, que es un monstruo que pisa fuerte como canta Ana Belén. Ni siquiera  constituyen espacios para el crecimiento de un pensamiento estratégico en un marco ético ¿A dónde se fueron los actores  estratégicos críticos, garantes de la institucionalidad, sumos pontífices de una sociedad equitativa y participativa?   ¿Dónde está la sensibilidad ética ante el deterioro progresivo de la educación pública universitaria? ¿Qué conciencia impide la depredación de los pocos recursos naturales que nos quedan? ¿A quién le importa que se malgaste el dinero, que quiebren las pequeñas y medianas empresas? ¿Quién se conduele de las víctimas inocentes, especialmente las mujeres   y los niños, que le arrebatan sus deseos de vivir y soñar en este país, que no garantiza ni un mínimo de paz? ¡Por Zeus! Exclamaría Sócrates.

Muerta la conciencia, muere todo y no hay quién lo levante. No hay sueño de un mejor país. Se vive del cinismo, se le saca provecho al caos, haciéndose indiferente a lo que venga.  “Me da lo mismo una cosa que otra, que dirija quien quiera el país”, proclamó un intelectual. Ocurre lo que muy bien profetizó Nietzsche, hablando por boca Zaratustra:

“Yo soy una ley únicamente para los míos, no soy una ley para todos. Mas quien forma parte de los míos ha de tener huesos fuertes y piernas ágiles; deben gustarle las guerras y los festines, no ser un hombre melancólico ni soñador, presto para hacer frente a lo más difícil como si fuera una fiesta, sano y vigoroso. Lo mejor que existe pertenece a los míos y a mí; y si no se nos da, nos lo tomamos: ¡el mejor alimento, el cielo más diáfano, los pensamientos más poderosos y las mujeres más hermosas!”(Así habló Zaratustra,p. 277).

Igual que Martin Luter King Jr, no” me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos, de aquellos que  pueden cambiarlo y no lo hacen, prefieren lo más cómodo: vivir con la conciencia muerta. Desde la conciencia muerta no se puede llegar a nada, pues se hace reincidente en lo mismo y no va querer el cambio.  Si no se hace algo  en poco tiempo, el reino de los malos ganará más simpatía de la que tiene.  Ocurre lo que dice el evangelista Mateo:“Por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (24:12 ).

En suma, tal vez cuando  se extinga esta sociedad, surja otra de los escombros con una generación más ética !OH!. ¿Estoy soñando?