Frente a la realidad del sistema electoral dominicano escribimos un artículo, también en Acento, hace unos meses. Más o menos decíamos que después de un proceso electoral viciado, violentado, abusado y corrompido, el resultado final del certamen, contado o contabilizado por la Junta Central Electoral, es, sin lugar a duda alguna, el delito de un fraude de un proceso totalmente contaminado. Es una estafa pública que se trata con el eufemismo que aprendimos a través de las muchas dictaduras que han llenado de luto nuestra historia como nación. Un sujeto elegido con método fraudulento no puede representar a una sociedad ni a los ciudadanos honestos de la misma.

La Junta certifica elegantemente una barbarie hija del subdesarrollo. Un fraude electoral en las próximas elecciones en una sociedad en profunda crisis, y con la falta de credibilidad pública de la Junta, según lo reflejan las encuestas, nos llevaría a encontrar posiblemente "tornillos en el queso", como diría el poeta Pablo Neruda. Los tiempos han cambiado y el Cambio es inevitable. Esto se refleja en todas las encuestas y en el contacto con el pueblo en cada espacio de la sociedad entera. También en la propia vida cotidiana de los sujetos sociales, sin importar clase, religión ni rango.

Todo el pueblo sabe y la Junta -que singular y plural en los procesos, vista históricamente, pero que es, al fin y al cabo, la misma Junta del mismo sistema electoral- también lo sabe. Lo peor es que en la historia de las elecciones del país no hay un sólo hecho significativo, frente a uno de tantos fraudes, que pudiera servir de referencia histórica como conducta ejemplar y cívica de sus presidentes y de los miembros del Pleno. Por supuesto, que hay casos aislados de justicia, honradez, rectitud,

coraje y valentía, como el del Dr. Eddy Olivares que nos llenan de orgullo como dominicanos que amamos a esta maltratada Patria, en cada proceso electoral.

La situación es compleja, y las amenazas acechan para intentar cambiar el rumbo de la voluntad popular, mientras el pueblo imprime una poderosa fuerza incontenible a su lucha para no perder o destruir su débil democracia. Hay una decisión tomada de parte de la nación, porque hay una verdadera y realmente firme esperanza de cambio, que no se detendrá hasta transformar la estructura del presente modelo que nos angustia cada día en nuestra vida cotidiana. Habrá necesariamente un cambio de gobierno que garantice la paz social.

Frente al panorama que tiene la nación para las próximas elecciones, de febrero y de mayo, se impone una unidad patriótica y cívica de toda la oposición para defender el voto como una sola fuerza en los colegios electorales y reducir las posibilidades de la compra de votos y de delegados. Esta alianza, conocida públicamente, puede movilizar a toda la nación en defensa del interés nacional y de la democracia. Las circunstancias favorecen grandemente una acción colectiva y cívica de todas las fuerzas políticas y movimientos sociales para este propósito de alto interés nacional.

Este pacto debe producirse con las cosas que nos unen en la coyuntura del momento actual. Es una extraordinaria oportunidad para evitar el fraude y lograr reunir la mayor cantidad de evidencias de las irregularidades, que -de seguro- se producirán, para documentar la contaminación política del proceso electoral presente y en marcha. ¡Aunar esfuerzos y caminar juntos a corto, mediano y largo plazo, para salvar la nación!