“El liderazgo es un compromiso con una idea, un sueño y una visión de lo que puede ser. Es hacer lo correcto por educar e inspirar a un electorado, teniendo empatía con el ánimo, las necesidades, los deseos y las aspiraciones de la humanidad”.

(Benazir Bhutto: Ex primera ministra de Pakistán).

No alcanzo a colocarme en un optimista ciego, aunque no me arredro al dibujo de la utopía de la historia. El alcance de la rebeldía me alienta. Creo que, en una época de cambio, más que un cambio de época nos ayuda a mirar el horizonte con nuevas perspectivas. Es la aleación de luchar por ser mejores como individuo y como sociedad. Es la vuelta de mirar la necesidad de cambiar.

El poder institucionalizado nuestro está muy flagelado, azotado, ostensiblemente zurrado. La generación Baby Boomer tenía su desafío. El signo de la historia no los evaluará por el crecimiento económico y por el desarrollo de la infraestructura. Esto era parte de las expectativas normales, como lo fue con Lilís, Trujillo y Balaguer. El reto de estos últimos 23 años era la construcción de un Estado de derecho, el marco institucional, el imperio de la ley, la transparencia en el ejercicio del poder político y la no inserción del clientelismo y la corrupción como una categoría de Estado.

Danilo y Leonel fracasaron como máximos exponentes de la vida pública de una generación que volcó sus emociones y sentimientos, más allá de la razón, en una posteridad, descendencia que no alumbró un nuevo pacto de la historia. Uno, la política como retórica, como embaucamiento; el otro, como el silencio arrojado plenamente en la volandera y chapucería. Ellos son los que han crispado en la incertidumbre la compleja coyuntura política electoral. Danilo impuso las primarias abiertas y mediante la medianía de la Ley de Partidos (33-18) obligaron a la Junta a realizar el trabajo que no podían hacer, dado a la ausencia de confianza y de democracia interna de esas organizaciones. La crisis de los partidos la trasladaron al órgano electoral violando la Constitución en su Artículo 209.

Las Primarias reflotaron la crisis y sus resultados, merced a los fraudes y al abuso del Estado sin parangón, sin paralelo ni cotejo, constituyeron el aldabonazo de la división. La escisión traería al escenario el tripartidismo que había desaparecido en el 2004 hasta la fecha. Al mismo tiempo, fue con tanta fuerza telúrica la separación de Leonel para el PLD, que este dejó de ser hegemónico y dominante al mismo tiempo. Tres bloques, tres opciones en la temporalidad de la realidad porque al decir verdad, como nos dijera Felipe González, “a un líder no lo define su voluntad de serlo, aunque la tenga, sino los resultados de lo que hace”.

Hay en el horizonte una compleja coyuntura política electoral que no se había verificado desde el 1962. La complejidad es tan elocuente que la incertidumbre arropa todo el cuerpo de la vida cotidiana. A 3 meses de las elecciones municipales y 7 meses de las congresuales y presidenciales, todavía el órgano electoral no decide de manera taxativa las reglas del juego y un presidente de todos los dominicanos, violando la Ley del Régimen electoral (18-19) en su artículo 196, numeral 3 y la Constitución en su Artículo 212, numeral 4, nos “acorralan” como sociedad.

La actitud esencial en esta difícil coyuntura es exigir el imperio de la ley y que los distintos actores políticos y sociales jueguen sus diferentes roles, acordes a una sociedad democrática. Las oportunidades para crecer como cuerpo, con todos sus tejidos, están ahí; empero, cristalizando el sueño y los logros de una nación, de un país más empático. El poder institucionalizado en esta coyuntura política electoral no nos ayuda. Es un poder que lejos de fortalecer las instituciones las han llevado al zafacón y a la cuneta del lodazal, para erigirse sobre esa orfandad, ese desamparo, en el árbitro infiel de sus “conquistas”.

Ese desvalimiento, esa anomia institucional tiene “ganadores” y perdedores. Los ganadores desvalijan todo el cuerpo social-institucional propiciando unos poderes espurios, que desgarran a la sociedad en el mediano y largo plazo. La política como negocio, opaca el interés público y desdobla las políticas públicas a los intereses corporativos. La lógica del interés público queda mediado y mediatizado por una capa freática que no se conecta con la sociedad. La expresión, la consecuencia, son agendas particulares, melladas por políticas públicas muy empobrecidas.

La máxima del dilema ético “En política se hace lo que conviene y hacemos todo lo necesario para ganar”, adornado en el refajo de “todo es relativo”. Es en ese faldellín del relativismo con que han desguazado, desarmado la legitimidad del poder institucionalizado, conforme a todo el cuerpo normativo y constitucional. ¿Cómo se aminora esa compleja coyuntura electoral para bien del conjunto de la sociedad?

Haciendo que la Junta sea un árbitro independiente, que opere conforme a las leyes y que actúe más allá del poder. ¡Que sus señas y sueños trascendidos sea la recreación de la legalidad y la legitimidad! Que entiendan los titulares de la Junta que su poder es poder, no en la persona de cada uno, sino en la redención y rendición del poder normativo. La credibilidad y la confianza no derivan, no deviene ni se decanta en lo que digan determinados actores. Su génesis es la acción misma de ellos. Lo demás es el reflejo, el espejo de sus decisiones. ¡Que se coloquen a la altura de la historia más allá de su pasado! Su pasado glorioso ha de ser una contemporaneidad del presente, de lo contrario, la historia lo borrará. Solo tienen presente, que asume el pretérito con bondad y la dulzura del futuro con generosidad.

El poder institucionalizado, actualmente flagelado, es lo que señalan todos los informes, donde entre otros, Barómetro de las Américas, nos muestra, en su más reciente Estudio, como las instituciones dominicanas han venido cayendo en la percepción de los ciudadanos y ciudadanas dominicanas. Sencillamente, escandalosos, sobre todo, cuando nos comparamos con países con cuasi niveles de crecimiento y desarrollo similares. De los 34 países, conformamos la Novena economía, no obstante, el ingreso per cápita (U$6,88 dólares), y, la esperanza de vida al nacer es de 74 años, muy por debajo de Costa Rica, Panamá, Uruguay, Chile, Argentina, Cuba, etc.

Si el poder institucionalizado flagelado, hace un alto, con solo cumplir las reglas de competencia, toda la complejidad de la actual coyuntura política electoral, alcanzara una nueva franja, donde ganaríamos todos. ¡Todo poder obtenido mediante los mecanismos de un dominio cimentado en el abuso y en el fraude, más allá de la “ legalidad”, será usurpado y no es legítimo. La sociedad dominicana no resiste un nuevo escándalo como el de 6 de Octubre del presente año. Se precisa de que juguemos bien todos y conforme a las reglas y a la Constitución. El miedo y el agua al vino, no encontrara la colada.

John Adams, Ex presidente norteamericano, dijo una vez “ Si sus acciones inspiran a otros a soñar más, aprender más, lograr más y crecer más, entonces, usted es un líder”. Es el sueño de que podemos mejorar. Apuntemos al puente y las estrellas en este hermoso desafío que el canto de la historia nos depara como oportunidad y construcción de más y mejor democracia.