Dijo Dante que el amor mueve el sol y las demás estrellas. Si bien es cierto que el amor es una fuerza poderosa, creo que el poeta pecó de ingenuidad. Porque más fuerte que el amor, es el odio. Sobre todo en nuestros tiempos. Al menos en lo que respecta a la humanidad, el amor no basta para unir, para movilizar, para galvanizar. Muchos son los que llegado a esta conclusión. Dejemos que sean ellos los que se expresen.

Dijo Bosch: “El amor une, pero no fanatiza; lo que fanatiza es el odio. Las multitudes personifican su amor en el caudillo … y su odio en el enemigo… No bastaba con amar a Alemania y a Hitler, era necesario también odiar a los judíos. No bastaba con adorar a Lenín y a Stalin; era necesario también odiar a Trotsky. Frente a la fuente de todo bien hay que colocar la fuente de todo mal… En esa acusación (contra Judas) jugó papel importante un factor de índole política…”

El escritor americano Kurt Vonnegut, pacifista convencido, aunque se expresa de forma sarcástica sobre el odio, coincide con Bosch: “Es una tragedia que los seres humanos puedan extraer tanta energía y tanto entusiasmo del odio. Si quieres sentir que mides nueve pies y once pulgadas y que puedes correr doscientos kilómetros sin descansar, el odio te resultará mucho más efectivo que la cocaína. Hitler resucitó a una nación humillada, arruinada y famélica a base de odio y nada más que odio. Piensa en esto”.

Ningún otro sentimiento caracteriza mejor el mundo de hoy en día. En la política actual triunfan por doquier los partidos de extrema derecha que fomentan el odio a los extranjeros: En Francia, Marine Le Pen ha logrado millones de votos capitalizando el odio a los musulmanes; en Estados Unidos, Trump ha hecho lo mismo basándose en el odio a los mexicanos. En Rusia, el odio a los homosexuales es uno de los pilares de la popularidad de Putin. La extrema derecha aumenta constantemente su presencia en los parlamentos de muchos países, incluso de países del primer mundo: Inglaterra, Austria, Suecia, Noruega, Dinamarca… De los partidos xenófobos no se han librado ni Grecia (cuna de la democracia) ni Alemania, a pesar de que Hitler y los nazis provocaron su destrucción total.

Precisamente, es increíble que, a pesar de haber causado setenta millones de muertos, haya fanáticos de Hitler en los cuatro rincones del mundo. Citemos de nuevo a Vonnegut: “La venganza provoca venganza que a su vez provoca más venganza que provoca aún más venganza…Así se crea una cadena de muerte y destrucción que une a las naciones de hoy con las tribus bárbaras de hace miles y miles de años”. La venganza es la base del código de Hammurabi (“ojo por ojo, diente por diente”). Bien lo dice Vonnegut: “El error es que hay demasiada gente obedeciendo el código de Hammurabi. Todo acto de guerra, todo acto de barbarie, aunque sea obra de un esquizofrénico paranoide, celebra a Hammurabi y desprecia a Jesucristo”.

A pesar de que la extrema derecha ha hecho acto de presencia en nuestra política, por el momento y afortunadamente, no ha crecido exponencialmente como en la mayoría de los países del mundo. Esto se debe sin duda a que los Vinchos y la FNP están desacreditados y nadie cree en el patriotismo con el que quieren embaucar al pueblo para hacerse con el poder (esta afirmación provocará el odio del par de amigos que he venido citando recientemente). Eso no quiere decir, sin embargo, que no haya odio en nuestro país. Este odio se materializa, evidentemente, en los inmigrantes haitianos presentes en nuestro país.

Terminaré invitando a todos los dominicanos cuyos corazones han sido podridos por el odio, a los que gritan “¡Muerte a los traidores!”, a los que lamentan que Balaguer no “se lambiera” a Juan Bolívar Díaz, a los que anhelan otra matanza de haitianos, a reflexionar sobre este pensamiento de la escritora americana Maya Angelou: “El odio ha provocado muchos problemas en el mundo, pero todavía no ha resuelto ninguno”.