Diversas lecturas académicas irrumpen en mi memoria sobre el 1 de mayo. Algunas hablan de hombres y mujeres que han quebrado sus manos en las fábricas capitalistas, otras de las luchas y resistencia del movimiento obrero desde el siglo XIX hasta ahora, contra un sistema opresor y decadente que obtiene sus riquezas con la explotación del proletariado. Por igual, existen narrativas que consideran un hecho, la desaparición de la clase obrera, debido a los cambios y transformaciones de la producción capitalista en la era postindustrial.

De acuerdo con esos discursos, la nueva tecnología de la información, cambió la producción de una manera radical. La economía industrial y financiera capitalista se convirtió en un nuevo diseño potable y globalizado, hoy llamado economía de servicios. Estas teorías fueron planteadas primero por Alain Touraine en el 1969 y Daniel Bell en el 1973. Ambos, esbozaron claramente  que en la sociedad postindustrial se produce un cambio estructural importante que se sostiene en el conocimiento y que por ende, se genera una nueva distribución ocupacional en el que van a predominar clases de profesionales y técnicos. En pocas palabras, la composición de los/as trabajadores/as cambia de proletarios, a la actual denominación de “colaboradores”.

Lo primero que hay que señalar es que las estadísticas enmascaran el carácter de clases de la sociedad actual. Hoy a los/as obreros/as prefieren llamarlos “colaboradores”, como si éstos pudieran disfrutar en un sentido concreto de la acumulación de capital y de la seguridad económica que tienen los burgueses dueños de los medios de producción.

Esta categoría discursiva de Colaborador es una argucia de los retratistas neoliberales de pretender que las relaciones de clases, ya no son antagónicas. El Gran Otro (obreros/as) que se opone no es, queda fuera y pasa a formar parte de una alegoría psicótica. El proletariado en tanto no se nombra, no entra en el sentido de los significantes. Y eso sitúa el problema en el desvarío de la sin razón burguesa. Dice Lacan en el 1957, nada puede instaurarse sin la institución previa de una equivalencia general, lo real se nombra. Por ello decía Freud en su texto El chiste en su relación con el Inconsciente, si no hay otro, no hay chiste.

En lo personal, considero que los obreros y obreras no han desaparecido. Hoy continúan vendiendo su fuerza de trabajo y carecen de propiedad. Otros poseen pequeños negocios y de igual manera reproducen las mismas estructuras que los oprimen, pues ellos mismos están atrapados en las reglas del capital

En este marco, hay un cubrimiento fundacional del gran capital y es el de enmascarar la plusvalía y las contradicciones que se dan por la propiedad, y los medios de producción. El mercado de la palabra juega a encubrir realidades que solo van a favorecer a los burgueses. Por tanto los “colaboradores” o los llamados precaristas no se van a sentir identificados como grupo de clase, ni pueden negociar sobre sus salarios cuando se le alega que se hace por la diminución del tiempo, o las famosas categorías de empleo a tiempo parcial, entre otras. El no reconocerse como entidad histórica y de clase, supone una fuga de sentido, una operación en la que el discurso del Amo Capitalista, le expropia su saber hacer.

Los burgueses necesitan que los/as trabajadores /as imaginen la fábrica o empresa como su casa. Crean un orden del saber, bajo un parentesco ficticio en el que supuestamente no se recrimina por abolengo de clase. Aparecen los imaginarios, de que las barreras  de separación desaparecen y que los Colaboradores o Precaristas van a gozar de los dividendos de la creación de riquezas.

Por ejemplo, pensadores como Guy  Standing usan el concepto de Precariado para referirse a ese nuevo grupo de clase que tiene un nivel educativo más elevado que el que se requiere para un trabajo remunerado, específicamente, es aquella clase trabajadora que ocupará puestos de cierto nivel técnico, no tienen capital y dependen del salario monetario. Pero esa falta de acceso al capital y el vivir de vender su fuerza de trabajo se les adjunta a otro grupo de precariado que si tiene acceso al capital y contratan a su vez a otros trabajadores.

Ya lo decía Luckács, las clases son realidades activas, fuerzas históricas que no se pueden limitar sólo a lo económico, pues juegan un papel en las causas y efectos de la sociedad. Ya para cambiarlas, enfrentarlas o reproducir la entidad del modo de producción. Se necesita sujetar, deslocalizar, marginar y convertir al  obrero/a en un sujeto que no es.

El argumento sostenido por los liberales, que la clase obrera ha desaparecido es una gran falacia. Esta alimentado por las ideas de un grupo de estudiosos (Antonio Negri, André Gorz, Susan George, James Petras, Naomi Klein y Michael Hardt, etc.) que plantean que las múltiples fragmentación asociadas con la política de identidad y los procesos de desindustrialización, han sido significativos en el nuevo orden económico mundial y que el proletariado ha sufrido transformaciones profunda, para alguno ya no existe para otros están por desaparecer. De estas discusiones, puedo retomar una idea interesante y es la que continuamente el capitalismo intenta modificar ciertas narrativas e identidades. No obstante, la base de su existencia es la explotación y necesita de esas masas desposeídas de propiedad o de muy poca propiedad para hacer lo que siempre hacen explotar y acumular capital. Y eso no cambia.

Muchas tintas todavía quedan en el tintero sobre estas dilucidaciones teóricas sobre la existencia o no del proletariado.  Sin embargo, es interesante señalar, que si bien es cierto que en algunos países se ha transformado levemente la clase obrera, también es cierto que en otras regiones y países como Japón, China, entre otros, la fuerza de trabajo industrial ha crecido considerablemente.

En lo personal, considero que los obreros y obreras no han desaparecido. Hoy continúan vendiendo su fuerza de trabajo y carecen de propiedad. Otros poseen pequeños negocios y de igual manera reproducen las mismas estructuras que los oprimen, pues ellos mismos están atrapados en las reglas del capital. Los obreros/as no solo están vinculados al sector industrial, también los encontramos en el campo y esos supuestos empleos de servicios. Muchos escenarios pueden cambiar, pero la base de la explotación continúa por ser parte intrínseca del sistema.

Estarán entonces formados, tanto por sectores proletarios como por la pequeña burguesía. Es una categoría abierta y se introduce los trabajadores agrícolas y todo lo que no tienen propiedad o está es muy pequeña. Está claro que no son dueño de la tecnología, ni son dueños de los medios de los medios de producción.

En general, se sabe que las repetidas crisis del capital reorganizan las estructuras de acumulación y esto produce ciertos cambios en la recomposición de las clases trabajadoras. De acuerdo con Chris Harman “…la clase trabajadora no está desapareciendo, ni se está aburguesando, ni se está transformando en una capa privilegiada. Ni se está beneficiando del empobrecimiento de amplios sectores del tercer mundo, especialmente África. Está creciendo y reestructurándose a nivel global como ha pasado en otros momentos histórico de la economía capitalista”.

En República Dominicana,la base industrial siempre ha sido menor, por ser un país de economía periférica, pero esto no significa que no tengamos un sector industrial que genera riquezas. De acuerdo con el Ministerio de Industria y Comercio en República Dominicana el sector industrial es el que más aporta al valor agregado, al empleo y al crecimiento de la economía dominicana, después del sector servicios. Su crecimiento en los últimos 25 años (1991 al 2016) fue de un 5.4% promedio anual, al ritmo de expansión de la economía en su conjunto, un 5.5%.

De ahí que es menester que la clase trabajadora, tenga claro y esté consciente que juega un papel importante en conocer e identificar las contradicciones fundamentales que se dan entre el capital y trabajo. Los trabajadores y trabajadoras no son dueños de los medios de producción y por lo tanto tienen que defenderse formando sindicatos y exigiendo una buena jurisprudencia que tome en cuenta el género, la edad, la etnia y a los grupos de clase trabajadora, etc. A decir de un gran sindicalista dominicano Francisco Antonio Santos, “el mejor sindicato para el burgués es aquel que no existe”.

Hoy, los obreros y obreras dominicanas, juntos a otras fuerzas sociales, llamada de la sociedad civil, salen a la calle el 1 de mayo, para reclamar al Estado dominicano por la impunidad, el robo del erario público, el aumento salarial, un trabajo digno y estable a largo plazo; y  propugnar por cambios sociales y económicos que empujen a la transformación económica, social y política de la sociedad dominicana.

Hoy 1 de mayo, los/as trabajadores/as dominicanos les estamos recordando a la burguesía y al Estado dominicano que no vamos a firmar una Reforma Laboral que afecte nuestros derechos. No es posible una negociación para eliminar los beneficios de las masas trabajadoras. No podemos aceptar esta nueva forma de acumulación de capital, que recaerá bajo los hombros de los/asobreros/as dominicanos. Hoy gritamos en la calle, Chicago sigue siendo el camino.