Cuando mis ojos avistan los cielos, perplejos de asombro en camino casual por la ciudad; brotan en mi las curiosidades interminables de como ha crecido con soberbia y altanería, llena de parejería la Capital, con sus Torres inaccesibles a cualquier intruso. Se asegura la vida de los que tienen mejor ingreso, encerrados en barrotes de metales, cámaras de videos, guardianes encopetados y residiendo generalmente en espacios que les cierran el trayecto a las aves en su volar libre. Cada cual busca afanoso residir en las marañas de un nuevo mundo artificial, alejado del suelo que le vio nacer.
Desde luego, la Ciudad se yergue vertical y con sólo pasearse a pie( que no es igual otearla desde un vehículo) podemos apreciar un falso desarrollo inherente a una clase, como paradoja a la otra clase de la orilla, que permanece abandonada a las manos de Dios, sin la debida seguridad y protección, que clama y grita de impotencia ante las cámaras de televisión al perder un familiar por las garras de la violencia criminal. Esa, que no tiene dolientes, vive en barrios o periferia sufriendo la inclemencia de los fenómenos meteorológicos, en el mejor de los casos; en otro peor, presa del pánico, con la presencia infausta de la lucha callejera por la distribución de las drogas, los negocios turbios, el juego de la banca y el temor de la violencia en su propia esquina o manzana.
Hubo un poeta dominicano, catedrático y constitucionalista de la Guerra de Abril, Abelardo Vicioso (mi ilustre profesor), que tildó a su sonado poema:  Canto a Santo Domingo Vertical, por la soberbia patriótica con que sus hijos afrontaron con gallardía al invasor del 1965. Pero esa es otra historia, cantada con el ritmo candente de valentía en la Guerra Patria. La verticalidad física y estructural de la Capital, con su mole de blocks y hierro, corre estruendosamente con la zapata de una falsa macroeconomía, que a todo el que piense un poco críticamente, termina en la creencia modular de que el Lavado corroe con sus faces enfiladas de veneno la Economía nacional. No se explica con tanta desigualdad y pobreza, que un País subdesarrollado exhiba con holgura de plante esas Torres y Plazas, que llama la atención de los visitantes, apurando a inmigrantes instalarse en Dominicana.
Son muchos conscientes de que el negocio de las drogas y el lavado están moviendo la concomía, se hacen de la vista gorda y callan como el que nada sabe; porque implicados diversos sectores en esas ganancias, desde empresas, constructores, bancos, bancas, dealers, liquor store, colmadones y funcionarios, nadie quiere desaprovechar la oportunidad de seguir " creciendo". La única verdad que brota ante el negocio sucio y artificial: el déficit presupuestario, que cada año obliga a tomar créditos y préstamos internacionales para soportar construir obras y pagar nóminas, con nominillas y vinculación de contratos en corrupción. No soy economista, pero ellos nos cuentan, que la economía dominicana no es sana. ¡ ay Dios, esta gente me mata!. Pero que bueno y libre es, no estar esclavizado.