Para las mujeres, en general, las ciudades,  además de ruidosas y caóticas, son peligrosas y estresantes. 

Uno de los retos  para sus planificadores es  “pacificarlas” con  el reencuentro de la  felicidad, la seguridad y la salubridad en la ciudad. 

Cuando hablamos de felicidad, pensamos en una ciudad incluyente, de todos/as, de los discapacitados, de los niños/as y de los animales.

Cuando nos referimos a la seguridad, se trata del desenvolvimiento libre y sereno  de las mujeres, a cualquier hora del día y de la noche. Pensamos  en puentes peatonales, en semáforos, en reductores de velocidad, en policías municipales en las esquinas.

Cuando nos referimos a la salubridad, pensamos en el descanso y el ocio, en la convivencia en espacios públicos iluminados y florecidos  para las mujeres de todas las edades incluyendo la infancia y la adolescencia.

  ¿Pero cómo  hacer de la ciudad, un entorno más amigable con las mujeres cuando sabemos que  la ciudad –primero en Europa fue re-pensada para el automóvil en el siglo XIX  y que, en  Santo Domingo, esa realidad  se fraguo  con el diseño vial que se realizó entre 1966 – 1978 que unía el puerto con el malecón,  las av. 27 de Febrero y Máximo Gómez con sus zonas industriales (Herrera y la zona norte)  y la av. Kennedy con el Puente Juan Pablo Duarte hacia San Isidro y el Campamento militar Duarte.

Así se  proyecto una ciudad dirigida hacia la producción, el comercio y el control militar. Después, se pensó en la gente, pero en el consumo sobre todo: de apartamentos, de tiendas, de plazas comerciales, de colegios etc…

Poco a poco, a pesar de los túneles, elevados, ampliaciones, circunvalaciones, la ciudad se volvió inhóspita, sin afecto y  sin  mobiliario urbano y por lo tanto, sin peatón tampoco porque o hay sombra en la ciudad ni bancos para descansar.

Hoy, tenemos una ciudad “sin derechos”  donde incorporar el género al enfoque de la ciudad, se ha convertido en una exigencia  porque “las damnificadas” o penalizadas  han sido, sobre todo,   las mujeres, (niñas, adultas y mayores).

Esa privación de derechos se midió con los vehículos privados en Madrid, que representan el 29% de los desplazamientos y  el 80% del espacio público-, y sabemos que esa relación  se repite  en las principales ciudades del mundo: el carro nos roba nuestro espacio público, si no, ver la av. Kennedy y la privatización de las aceras.

Este  8 de marzo, Día de todas las Mujeres, debemos exigir  que, en las políticas urbanas de los Ayuntamientos y del Estado, se definan la perspectiva de género para favorecer la seguridad, la felicidad, la inclusión de la familia y la igualdad entre seres humanos y animales:  es cuestión de derechos. 

El diseño de Santo Domingo, -que resulta en la explosión territorial por una parte y la sobre- densificación central, por otra-, con la inexistencia de transporte público (el Metro llego y debía ser un tranvía aéreo) y el uso privado del carro-  ha provocado los problemas que afectan a  la paz, la felicidad y el tiempo de ocio   deteriorando  la calidad de vida de todos y, de la mujer sobre todo,  a quien le espera, la noche, en casa,  otra tanda de trabajo, invisible esta. 

Un urbanismo con enfoque de género debería tomar  en cuenta estas circunstancias, sobre todo todas las edades y ocupaciones en la vida de las mujeres. No debe pensarse solamente en el vehículo a motor, se debe prever más bici, más “verde”, más ocio en familia, en la convivencia y en el barrio. ¿Que podrían hacer los ayuntamientos que no hipoteque su presupuesto? Iluminar lo más posible los barrios, con lámparas LED, poner bancos para descansar en cruces, esquinas o áreas baldias, hacer de las aceras el mayor espacio público del barrio, instalar  Wifi en todos sus edificios municipales, en los terrenos baldíos: pensar en las mascotas, llenar el barrio de paneles informativos  sobre las iniciativas del municipio, involucrar a las juntas de vecinos en nuevas actividades (vigilancia, ayuda, distribución, prevención) evidentemente crear un centro de atención primaria con orientación preventiva sobre salud familiar, higiene, vacunación, crear albergue para mujeres en peligro y orientarlas, asesorarlas, poner rampas de acceso en los edificios públicos para los discapacitados, pensar en la población con problemas visuales creándoles centros de reunión, ofrecerle transporte a la ciudad, pensar en vías peatonales y de bici en el interior del barrio y formar una policía municipal femenina que acompañe las mujeres a su casa, de noche. Son algunas iniciativas que en este 8 de Marzo, sin gran costo, muchos ayuntamientos podrían implementar:  es cuestión de derechos, es hora de pensar en ellas y en nosotras.