1. Necesidad de un concurso nacional para la estatua de La Ciguapa.

Iniciamos solicitándole a la ministra de Cultura doña Carmen Heredia, que se haga un concurso nacional para la Escultura oficial de la Ciguapa,  y sin imitar a la Sirenita de Dinamarca, elevarla a símbolo nacional.

La Ciguapa dominicana https://pm1.narvii.com/6333/afe9357ea760b8a9110108e07bdc91a7091e61e9_00.jpg

 

Conseguidas diversas versiones, con por lo menos 3 premios y menciones honoríficas, se expongan desde esta ciudad, aunque no sabemos en cuál lugar, pero preferentemente copias en Punta Cana, Puerto Plata, Samaná y otros sitios turísticos y como un ser de las montañas, en el Pico Duarte.

Antes de que ese proyecto se lleve a cabo, conseguir con los artistas dominicanos vivos que han pintado ciguapas, o solicitar a alguno en especial,  en vez de andar buscando disparates para la Marca País, que sea ella, la reina del folclore criollo la que aparezca representándonos con la frase que quieran, sin olvidar algún sello de correo, aunque solo sea para coleccionistas.

De los artistas dominicanos que han producido imágenes de este entrañable personaje, el primero fue Jaime Colson (1901-1975) con “Ciguapal,”  en París.

Luego, que recordemos, Ramón Oviedo (1924-2015), que nos dijo que había esculpido una pequeña Ciguapa. Antonio Guadalupe (1941) hizo una exposición con el tema. Hasta ahora es el que más cuadros ha pintado de ella.

2. Ese símbolo perdido

Bernardo Vega (1938), acucioso como siempre, publicó el 11 del presente mes en su columna En la cosa, de este periódico, con el título de “Origen del mito de la Ciguapa”, refiriéndose a diversos escritores nacionales, algunos de alto relieve que han tratado del tema de esa leyenda nacional, metiéndome en medio de esas lumbreras, sin tener calidad para ello, y todo porque nos apasionamos con el personaje cuando Frank Moya Pons (1944) nos pidió en 1974 un artículo o pequeño ensayo para la revista eme-eme que dirigía junto a Héctor Incháustegui Cabral (1912-1979) sobre un tema nacional y escogimos la ciguapa  sin saber que nos metíamos en tremendo ciguapal.

Primero fue una conferencia que dictamos en la Biblioteca Nacional con el título de Indías, Vien-vienes y Ciguapas, el 4 de septiembre de ese año, de la cual uno de los presentes, Emilio Rodríguez Demorizi (1904-1986) comentaría en Lengua y Folklore en Santo Domingo, Estudios, UCMM, 1975, P. 317: “Acerca del tema –tratado casi exhaustivamente– pronunció una bella conferencia, el poeta y crítico Dr. Manuel Mora Serrano”.

El 7 de ese mes la leímos en Santiago en citada Universidad y luego en Azua. Finalmente, consciente de no haber agotado el tema, como consta en algunos de nuestros artículos en el Listín Diario sobre los viajes de Turismo Literario que hicimos en compañía de diversos escritores y artistas a partir de 1969 por todo el territorio nacional durante años, pude interrogar desde 1974 a muchas personas, algunas aparecen en ese pequeño estudio en la eme-me  No. 19 de Julio-Agosto 1975, que desde entonces fue la base de la novela Goeíza ganadora del Premio Siboney de Literatura 1979, y más tarde con una segunda versión con el título de “El Ángel Plácido,” Editora Santuario, 2009, amplié para dar cabida a algunas referencias.

Más tarde y hasta el día de hoy, seguimos estudiando el maravilloso ser nacional, que como bien apunta Bernardo en el artículo citado, no es un invento nuestro sino que desde la mitología griega me apuntaba Franklin Mieses Burgos (1906-1976) había seres y  mujeres salvajes con los pies al revés.

El asunto tiene que ver con otras condiciones, y la nuestra desde la primera de Francisco Xavier Angulo Guridi (1816-1884) que aparece por entregas en el periódico  El Tiempo, según Vetilio Alfau Durán (1909-1985) en los Nos, 15 y 22 en febrero de 1866.

Después ha sido tema recurrente de muchos autores. Siendo, naturalmente, el más importante de todos Juan Bosch (1909-2001) en su libro Indios (La Nación, 1935), la considera indígena, al describirla así: “Es una diminuta mujer india cuyos cabellos la visten.”

Sin esas jerarquías, modestamente, nosotros ofrecemos la tercera versión de Goeíza que cita Bernardo, con el título de Goeíza del Ángel Plácido, en la cual trabajo, invitación extensiva a una empresa privada interesada en el folclore o a cualquier  organismo gubernamental, para editarla.

La Sirenita de Copenhague https://okdiario.com/img/2019/01/04/conoce-curiosidades-e-historia-de-la-sirenita-de-copenhague-655×368.jpg

3.  Algunas estampas de Goeíza en su tercera versión sobre las ciguapas

Primero diríamos que aparecen personajes que van desde el maestro Simón Rymer, experto en mitologías, desterrado de Samaná por el gobernador Macabón Anderson que ha ido a vivir a Las Galeras, que adquiere tres alumnos: a Néstor Aldebarán (el Ángel plácido) y a Venerando Simeón, que al ocurrir el asesinato de Néstor pasa a ser el mentor y maestro. La madre de Néstor, Malotea, hija de ciguapa, por lo tanto, él  llevaban la sangre.

Lo que transcribe Bernardo es un diálogo de ella con sus hijos Diomedes y Plinio Aldebarán que parten a realizar la Goeíza de la Venganza, una serie de aventuras como había dicho una vidente, por ser la única forma de  atrapar a Ulises Encarnación para poder vengar  la muerte de Néstor y traerlo para juzgarlo. Luego aparecen, desde Verania Simons (le pusimos ese nombre en homenaje a Verania Lalane de Samaná), su hermano Tronilo el mudo y al personaje quizás más impresionante: Aparicio el Desandador; luego el encuentro con las ciguapas, donde ocurren las escenas que vamos a copiar para nuestros lectores. Ahí aparecen desde la reina de las ciguapas, Domitila (homenaje a Domitila Ramos), Necemia (por mi compueblana Necemia Álvarez) el gran amor de Néstor; Aurelia por una pasionaria de Pimentel; Vocerío, el cuervo maligno, etc. Así que veamos los párrafos que iluminan lo que realmente entendíamos de la manera de ser de  las Ciguapas.

Ellas no procreaban con ciguapos, por lo tanto, necesitaban a los “normales”, y luego que nacían, llevaban los bebés más bellos dejándolos en casas de cristianos, que las llevaban a bautizar y cayendo el agua bendita se les enderezaban los pies. Milagro que se revertía si chupaban sangre humana volviendo a ser salvajes marchando en masa hacia Cauta la puerta para entrar a la cueva de la Loma de las Ciguapas.

Como en el primer párrafo que copiamos casi al final, cuando Diomedes dice al consumar la venganza Malotea junto a Necemia y se comen el corazón de Ulises Encarnación el asesino:

“Mi madre saca su corazón con precisión de cirujana y lo muestra a la multitud que cae de rodillas mientras ellas lo están comiendo crudo como si fuese un manjar divino Convirtiéndose en ciguapas. El pelo les crece. Cubre totalmente  sus cuerpos que se van reduciendo. Sus pies se tuercen. Se voltean. Ya solo escuchan el llamado de Cauta comenzando a jupear. Jupean. Jupean. Todos van a beber. A chupar sangre.”

Antes, cuando Diomedes y Plinio cruzan el río de las Ciguapas y llega la multitud de ciguapos y ciguapas jupeando, una de las jóvenes miró a Plinio. Apasionada como ciguapa dio un espectáculo de vulcanismo que hasta puso a hervir el agua del río cuando lo cruzaba huyendo. Entonces Domitila expresó algo que complementa lo que siente una ciguapa:

“¡Pobre Aurelia! ¡Pobre Flor de Soledades! ¡Qué tragedia! ¡Se ha enamorado! Nada podemos hacer para salvarla. Si no es correspondida morirá abrasada. Si eso ocurriera sencillamente era su hermoso destino. No hay mayor privilegio para una ciguapa que morir enamorada. Lo único que podría salvarla es la consumación de ese amor.”

Plinio la persigue y cuando la encuentra ya casi está muriendo. Luego llega Domitila que además de reina, es su abuela y le confiesa que la ama. Más adelante cuando quedan solos Aurelia le explica lo que es amor de ciguapa:

“Para que sepas lo intenso. Lo definitivo que es un amor de ciguapa. Lo que es pasión verdaderamente mortal. Renuncio a todo por ti. Te entrego mi virginidad. Renuncio a la categoría de virgen de Atabeira. A la eterna juventud A la paz de las montañas. Juro que viviré para complacerte siendo solo tuya.

Así lo anhelo. Si no lo hiciese moriría de pesar. Ciguapa enamorada es ciguapa perdida irremisiblemente para siempre. Lo nuestro es eterno e indisoluble. Repite que me amas como lo dijiste a Domitila que yo Aurelia Ciguapa me entrego a ti Plinio de Malotea para que me hagas el ser más feliz de los montes.”

Ya casi al final, Venerando Simeón y Domitila conversan sobre religiones y mitologías, y entonces este le da una explicación:

“Antes de entrar en los detalles más profundos deja que te diga lo que opinaba Simón de los dioses griegos y latinos:

Él respetaba las creencias taínas igual que las cristianas. Admiraba a Cristo. Sin embargo, sostenía que las sociedades modernas creían más en los dioses paganos por ser bellos o simbólicos que en los sagrados. Hasta los que invocan a diario a los santos tienen en sus labios algún dios grecolatino. Las religiones de oriente son aburridas. Se solazan en el dolor. La cristiana es mortificante haciendo hincapié en penitencias. En pecados. Empero esos mismos cristianos rinden culto a Baco. Aman las cosas profanas. Cuando van a hacer sus grandes monumentos públicos no encuentran en la Biblia figuras ejemplares. Por eso sus plazas llevan nombres o estatuas de Cibeles. Neptuno. Júpiter o Apolo Los lugares de ejercicios son Campos de Marte. Las mujeres bellas se parecen a la griega  Afrodita  o a la romana Venu que es la misma diosa. Sobre todo los cristianos en Roma o en los países donde la cristiandad está más arraigada cuando ven una estatua de Themis no dicen una diosa pagana de Roma sino la Diosa de la Justicia. De modo que el hecho de que nos hiciera amar esa cultura y a esos dioses o a esos héroes tiene una razón cultural vigente todavía.”

Domitila le responde en medio de su monólogo final:

“Parece mentira que tu sabiduría aprendida en los libros se rinda de tal modo ante un objeto material. Nosotras somos primitivas. Sensuales. Debemos como salvajes adorar objetos físicos.

Pero tú Venerando como tu Maestro sucumbieron ante la belleza de mi nieto adorando ese instrumento sin uso que adornaba sus piernas.

Ustedes que rendían culto a la poesía y tenían el arte como una religión ¡Qué estúpidos me parecen ahora! Para nada sirve la poesía a la hora de la verdad. Frente a los hechos mismos ¡Qué vanos resultan el refinamiento o el arte ante la realidad más tosca!”

Conclusión:

Preparamos una edición del ensayo citado con otros datos tomados de diccionarios, artículos y textos diversos, incluyendo comentarios a Goeíza.

En fin, creemos que la Ciguapa, bien puede ser un símbolo nacional y los publicistas que compiten por una Marca País tienen aquí un nuevo tema, sin que sea una copia, como dijimos o un plagio de la Sienita.