"Señor, danos hoy el pan nuestro de cada día, pero ahórrate la leche". Esta debe ser la oración cotidiana de nuestros/as escolares, que cada día exponen su salud para conseguir una educación digna. El Derecho a la Salud y el Derecho a la Educación fueron a la escuela pública un día, pero más pudo la intoxicación del desayuno escolar que la educación que se servía. ¡Vaya intercambio!
Resulta increíble que luego de tantos envenenamientos y escándalos, el pasado 31 de enero -el primer día que el gobierno reanudó la dispensa del desayuno escolar- se intoxicaron 17 niños en Cotuí, Provincia Sánchez Ramírez. La versión oficial achaca el incidente a una "resistencia a la lactosa", como si uno se chupara el dedo o comprara el Puente Duarte a un vendutero de semáforo.
Todo esto parece ser otro "brillante" plan del gobierno para que rinda la partida presupuestaria asignada a la educación. Piénselo. El plan resulta macabro, y seguro fue ideado por alguno de los "genios" perversos del gabinete-de esos que tiene poco de genio y mucho de perverso. El razonamiento es sencillo: el numerador o dividendo de la fracción o división permanece irrisorio, esto es la partida asignada a educación. Entonces, reducen el denominador (que es el divisor) y así el resultado de la división será mayor. Por eso de que "menos perros, menos pulgas". El resultado es que habrá menos niños para educar y más rendimiento de los fondos asignados. ¡Este tipo de políticas públicas no se aprenden ni en los Textos Integrados, órale güey!
Antes de invertir el 4% del producto interno bruto ("PIB") en educación, como manda la Ley, la preferencia revelada (como dirían los economistas) de los gobernantes es envenenar niñas/os y así resolver el problema educativo de la nación. En vez de invertir el 4% del PIB, descontemos el 4% de la población total estudiantil de las escuelas públicas, contaminándolos con el desayuno escolar. Esto tiene un alto efecto paramétrico, porque entonces estimula a otros padres a inscribir sus hijos en colegios privados. Suena cínico de mi parte, pero al final del día yo no soy el que anda intoxicando estudiantes a granel. Tampoco intento ser malaleche con el gobierno, pero ellos, evidentemente sí, con los estudiantes.
Esto recuerda un episodio de alguna novela de George Orwell o de Kazuo Ishiguro, de esas que presentan distopías que te dejan incrédulo frente a la paradójica condición "inhumana de la humanidad". Lo extraño es que en el aparato gubernamental no ha rodado la primera cabeza. Esto de "primera" lo digo con doble sentido. Me preocupa enormemente la situación del desayuno escolar que empeora ante la creciente amenaza de cólera. Cualquier pupilo voluntariamente se convierte en Mahatma Gandhi o improvisa un Ramadán académico para evitar el desayuno escolar. Ahora que lo pienso, Sócrates probablemente no fue obligado a morir tomándose la infusión de cicuta, sino que fue participe de un desayuno escolar en algún liceo ateniense supervisado por el Ministerio de Educación Dominicano. Como prueba de fe, en ocasión del próximo 27 de febrero, deberían servir productos del desayuno escolar en los actos conmemorativos que se celebren en las distintas instituciones estatales.
-"Un pan sin leche, por favor. Gracias".