Lo que hoy podemos conocer como ciberpoesía, o poesía creada y difundida a partir de los recursos que nos proporciona la tecnología, puede encontrar antecedentes con poetas como Guillaume Apollinaire (1880-1918), quien procuraba la imitación del agua de la lluvia, y también encuentra antecedentes con los llamados poetas concretistas (movimiento de vanguardia que se produjo en las artes visuales, la música y la poesía, que surgió en Europa en la década de 1950, y tiene su más alto desarrollo en la década de 1960. Sus principales características en la literatura, fueron el uso de efectos gráficos, donde la poesía se acerca al lenguaje del diseño). También hay que citar a Stéphane Mallarmé, cuyo verdadero nombre es Étiene Mallarmé (18/3/1842 – 9/9/1898), quien fue un poeta y crítico literario francés, uno de los más importantes del siglo XIX, representante del simbolismo francés. Aquí, la experimentación con el rejuego de la palabra y su poder eufónico, entran a formar parte de los recursos utilizados por el sujeto creador, para hacer de la lengua, y en especial de la poesía un novedoso producto cultural visual, gráfico y sonoro.
Todo este panorama puesto en escena por los vanguardistas o poetas experimentales, se constituyen en válidos antecedentes que vienen a extralimitar sus horizontes fónicos, visuales, tipogreaficos y lingüísticos, con el desarrollo de la tecnología, el ciberespacio, la cibercultura dentro del cibermundo. La ciberpoesía, se trata entonces de una producción híbrida, desde su producción multimediática, hasta la forma o manera de accesar a ella. Aquí hay una fusión coordinada entre audio, texto, imagen y color, en un activo proceso de interacción, recepción y difusión de manera instantánea en tiempo real, a través de la red de redes o el internet.
¿Indica todo esto que el poeta de hoy tiene, necesariamente, que ser un sujeto cibernético? Mi respuesta es sí y no. Sí, porque en el mundo de hoy su producción literaria puede recorrer el mundo en segundos y, porque, además, tiene a su disposición recursos que, como resultado del uso de la tecnología pueden fortalecer su potencialidad creativa. No tiene que ser un sujeto cibernético, porque puede recurrir asesoría y/o al acompañamiento de alguien especialista en el dominio de los recursos tecnológicos, los cuales, hoy en día, marcan la sumisión del sujeto o su emancipación vital. Todo dependerá de los objetivos con que estos recursos de la tecnología sean utilizados.
La ciberpoesía conlleva al sujeto creador al uso de videos, audios, imágenes, emoticones, entre otros recursos que formarán parte de la ciberdiscursividad poética que entra en interconexión con receptores del mundo virtual y del mundo real, tangible. Puede ser producida en forma de colaboración en diferentes formatos, por varias manos, varias voces y mentes. Aquí, la acción lúdica del sujeto creador puede ser transformada, complementada por sujetos cibernéticos que pueden coexistir en cualquier espacio, en cualquier momento de la existencia, ya sea desde el texto o desde un formato audiovisual.
La ciberpoesía, reclama del auxilio tipográfico, procura el uso de la plástica, de la música, de la fotografía, del silencio, de la voz y hasta del ruido, si es posible. En fin, se procura lo que puede ser una metacomunicación, como sucedió con los poetas concertistas de Brasil (Haroldo y Augusto de Campos, junto con Décio Pignatari, entre 1950 y 1960, procurando la simultaneidad de la comunicación verbal y no verbal), siempre jugando con la lengua, los signos, los símbolos, las palabras, los colores, los espacios en blanco, el sonido, la fotografía y las bandas sonoras, entre otros recursos.
Estamos hablando, entonces, de lo que puede llamarse una relación compleja entre el sujeto creador, la creatividad, la cibernética, la ética y la estética, donde se construye una relación de reciprocidad, a nivel de lo pluridisciplinario, donde la relación sujeto-objeto participa de manera vinculante para arrojar como producto, en este caso, el hecho literario cibernético.
Si partimos del concepto del ciberespacio como complejidad del cibermundo, tendremos que admitir que la ciberpoesía es una producción compleja que sitúa a la literatura y a la producción literaria en nuevos paradigmas que proyectan valoraciones filósoficas para conformar el armazón de complejidad que representa un nuevo discurso poético cibernético y un nuevo valor semántico del concepto de lo literario y del concepto de lo poético.
Este sentido de lo complejo, existente en la ciberliteratura y en la ciberpoesía y que aflora en los actos de carácter estético del sujeto cibernético creador, de ninguna forma nos remite a la concepción de lo difícil o de lo engorroso, al contrario, nos conlleva a aquel concepto de complejidad sostenido por el filósofo francés Edgar Morín (1921), quien nos dice que:
Estoy a la búsqueda de una posibilidad de pensar trascendiendo la complicación…, trascendiendo las incertidumbres y las contradicciones. Yo no me reconozco para nada cuando se dice que yo planteo la antinomia entre la simplicidad absoluta y la complejidad perfecta. Porque para mí, en principio, la idea de complejidad incluye la imperfección porque incluye la incertidumbre y el reconocimiento de lo irreductible. (1990, p.143).
De ahí que, como sujeto pensante, dentro de mi sociedad-cultura, en constante movimiento, hoy en día asuma un replanteamiento de mi quehacer intelectual, como sujeto-creador y comience a trillar por los laberintos de complejidad de la ciberliteratura y la ciberpoesía, reconociendo las atinadas orientaciones del colega Andrés Merejo, a partir de una concepción desacralizada de la lengua, de la sociedad, de la cultura, del sujeto y del poder, que me aproxime a los rizomas cibernéticos del ritmo, en el manejo de la palabra y en la configuración simbólica del discurso poético que circunda los espacios abiertos y cerrados del mundo cibernético.