CUANDO ENTRÉ por primera vez en la asamblea parlamentaria, la Knesset, me sorprendió el bajo nivel de sus debates. Los discursos estaban llenos de lugares comunes, perogrulladas y consignas partidistas, y el contenido intelectual era casi nulo.
Eso fue hace 52 años. Entre los miembros estaban David Ben-Gurion, Menachem Begin, Levi Eshkol y varios otros de su clase.
Hoy, mirando hacia atrás, esa Knesset parece un Olimpo, en comparación con la composición actual de ese cuerpo en nada augusto.
UN DEBATE en la Knesset de hoy estaría tan fuera de lugar como un Pater Noster en una sinagoga.
Hablemos claro: la actual Knesset está llena de lo que yo llamaría “chusma parlamentaria”. Hombres y mujeres con los que no bebería una taza de café. Algunos se ven y se comportan como el hazmerreír del grupo. De uno se sospecha que posee un burdel en Europa del Este; varios de ellos serían rechazados de tajo por cualquier empleador privado que se respete.
Estas personas ahora están involucradas en una competencia sin precedentes de extravagantes proyectos de ley "privados" −proyectos de ley sometidos a votación en la Knesset no por el Gobierno, sino por miembros individuales. Ya mencioné algunos de estos proyectos de ley recientemente −como el proyecto de ley para reconocer a Israel como el "Hogar Nacional del Pueblo Judío"−, y se multiplican cada semana. No atraen ninguna atención especial porque los proyectos de ley presentados por el Gobierno tampoco son más sensatos.
Necesariamente, surge la interrogante: en primer lugar, ¿cómo fueron elegidas estas personas?
En los viejos partidos, como el Likud y el Campo Sionista (alias Partido Laborista), hay primarias. Se trata de elecciones internas, en las que los miembros del partido eligen a sus representantes. Por ejemplo, el jefe del comité de trabajadores de una gran empresa pública consiguió que todos los empleados y sus familias se inscribieran en el Likud y lo incluyeron en la lista del partido para las elecciones generales. Ahora es un ministro.
Nuevos "partidos" prescinden de toda esta tontería. El fundador del partido selecciona personalmente a los miembros de la lista del partido según su gusto. Los miembros son totalmente dependientes. Si le desagradan al líder, sencillamente son extirpados en las elecciones siguientes y reemplazados por lacayos más obedientes.
EL SISTEMA israelí permite a cualquier grupo de ciudadanos establecer una lista para las elecciones. Si pasan el umbral electoral, entran en la Knesset.
En las primeras elecciones, el umbral era del 1 %. Así es como me eligieron tres veces. Desde entonces, el umbral se ha elevado y ahora se sitúa en el 3.25 % de los votos válidos.
Naturalmente, yo era un gran partidario del sistema original. Tiene, de hecho, algunas ventajas sobresalientes. El pueblo israelí tiene muchas divisiones: judíos y árabes, judíos occidentales y judíos orientales, nuevos y viejos inmigrantes, religiosos (de varios tipos) y seculares, ricos y pobres, y otras más. El sistema permite que todos estos estén representados. El primer ministro y el gobierno son elegidos por la Knesset. Dado que ningún partido ha alcanzado nunca una mayoría en las elecciones, los gobiernos siempre se basan en coaliciones, que proporcionan algunos controles y equilibrios.
En algún momento, se cambió la ley y el primer ministro fue elegido directamente. El pueblo rápidamente se desilusionó y restablecieron el sistema viejo.
Ahora, al ver la gentuza que ha entrado en la Knesset, estoy cambiando mi opinión. Obviamente, hay algo en el sistema existente que está extremadamente mal.
POR SUPUESTO, no existe un sistema electoral perfecto. Adolfo Hitler llegó al poder en un sistema democrático. Todo tipo de líderes despreciables han sido elegidos democráticamente. Recientemente, resultó elegido Donald Trump, un candidato improbable.
Hay muchos sistemas electorales diferentes en el mundo. Son resultado de la historia y las circunstancias. Diferentes pueblos tienen diferentes caracteres y preferencias.
El sistema británico, uno de los más antiguos, es muy conservador. No hay lugar para nuevos partidos o personalidades erráticas. Cada distrito elige a un miembro y el ganador se lo lleva todo. Las minorías políticas no tienen ninguna posibilidad. El Parlamento era un club de caballeros, y en cierta medida aún lo es (si se cuentan a las damas).
El sistema estadounidense, mucho más joven, es aún más problemático. La Constitución fue escrita por caballeros. Acababan de deshacerse del rey británico, por lo que pusieron en su lugar a un quasi rey que llamaron “presidente”, que rige como un supremo. Los miembros de ambas cámaras del parlamento son elegidos por los distritos electorales.
Como los fundadores no confiaban demasiado en la gente, instituyeron un club de caballeros como una especie de filtro. A esto se le llama Colegio Electoral, y hace muy poco eligieron (de nuevo) a un presidente que no obtuvo la mayoría de los votos.
Los alemanes, habiendo aprendido su propia lección, inventaron un sistema más complicado. La mitad de los miembros del Parlamento son elegidos en circunscripciones y la otra mitad en listas nacionales. Esto significa que la mitad son directamente responsables ante sus votantes, pero que las minorías políticas tienen también la posibilidad de ser elegidas.
SI ME PIDEN EN que escriba una constitución para Israel (no tenemos ninguna) ¿qué elegiría? (No hay que entrar en pánico: según mis cálculos, hay alrededor de un trillón de posibilidades para que esto ocurra.)
Las cuestiones principales son:
¿Los miembros del Parlamento serán elegidos en circunscripciones electorales o en listas nacionales?
¿El presidente ejecutivo será elegido por el público en general o por el parlamento?
Cada respuesta tiene sus pros y sus contras. Es una decisión sobre qué es más importante bajo las circunstancias existentes en cada país.
Quedé muy impresionado por las recientes elecciones en Francia. El presidente fue elegido en una votación nacional directa, pero con una institución increíblemente importante e inteligente: la segunda ronda.
En una elección normal, la gente primero vota emotivamente. Puede que estén enojados con alguien, y quieren expresar sus sentimientos. Además, quieren votar por la persona que les gusta, cualesquiera sean sus posibilidades reales. Por esta razón se tiene más de un ganador, y el ganador final puede ser alguien que sólo tenga una minoría de los votos.
La segunda ronda repara todas estas faltas. Después de la primera ronda, la gente tiene tiempo para pensar de manera racional. Entre los candidatos presidenciales que tienen la oportunidad de ganar, ¿quién es el más cercano a mí −o el mal menor? Al final, un candidato obtiene necesariamente una mayoría.
Lo mismo se aplica a los candidatos a la Asamblea Nacional, el parlamento. Ellos son elegidos en las circunscripciones, pero si nadie obtiene la mayoría en el primer intento, también allí hay una segunda ronda.
Esto puede impedir la llegada de los recién llegados, pero… ¡He aquí que la elección de Francois Macron demuestra que incluso en este sistema un casi absoluto recién llegado puede convertirse en el Presidente!
Por supuesto, un experto probablemente puede encontrar también fallas en este sistema, pero parece ser razonablemente bueno.
A LO LARGO de los años he visitado varios parlamentos. La mayoría de sus miembros me dejaron singularmente poco impresionado.
Ningún parlamento está compuesto por filósofos. Se necesita mucha ambición, astucia y otros atributos indecorosos para convertirse en un miembro. (Yo excluido.)
Crecí admirando al Senado de los Estados Unidos… Hasta que visité esa institución y fui presentado en la sala a varios miembros. Sufrí una decepción terrible. Con varios de los que hablé sobre el Oriente Medio, obviamente, no tenían ni idea de lo que estaban diciendo, aunque eran considerados expertos. Algunos eran, francamente, tontos pomposos, una categoría bien representada en todo parlamento).
Me enteré de que los verdaderos negocios del Senado se llevan a cabo entre bastidores por parte de los consultores y asesores de los senadores, que son mucho más inteligentes y están mejor informados, y que el papel de los miembros efectivos es verse bien, recaudar dinero y hacer discursos presuntuosos.
Pero la televisión está cambiando el escenario (literalmente) en todas partes.
La TV no puede divulgar programas de los partidos, por lo cual los programas son obsoletos. La televisión no puede mostrar a los partidos políticos, por lo que los partidos están desapareciendo en muchos lugares, incluyendo Israel. La TV presenta rostros, por lo que las caras de los individuos cuentan. Eso explica por qué los buenos políticos de Israel crean nuevos partidos y nombran a los miembros de la Knesset, incluyendo a la morralla (algunos de ellos también de buen ver) que nunca serían elegidos en una votación directa.
Cuando Adlai Stevenson se postuló para la presidencia, le dijeron: "No te preocupes, toda persona que piensa votará por ti".
"Pero es que necesito una mayoría", respondió Stevenson.