Xi Jinping el Secretario General del Partido Comunista Chino, una organización política con 80 millones de miembros, la mayor de todo el mundo, es partidario del libre comercio y ha manifestado que culpar a la globalización de todos los males de la humanidad es un error, siendo un defensor de la misma. Mientras que el presidente Trump, de los Estados Unidos, sostiene que el comercio internacional es negativo para su país y estima imponer aranceles a las importaciones. “Cosas veredes Sancho”.

China, el país que más ha crecido en los últimos 20 años, no es invulnerable a los ciclos económicos y debido a ciertos indicadores puede ser que esté en la antesala de un periodo de problemas económicos que como siempre afectan al ámbito político. Dado su poder económico, la segunda economía en función de su Producto Interno Bruto (PIB), sus repercusiones pueden resultar graves para el comercio internacional mundial. El crecimiento de su economía ha entrado en un proceso de desaceleramiento, lo que indica que la creación de fuentes de empleos también. Hay quien sostiene que sus niveles de endeudamiento aumentan, junto una inusual salida de capitales. Estos desequilibrios deben ser enfrentados con medidas que casi siempre son impopulares, que además implicaría el asumir un nuevo modelo de gestión al mutar de una economía basada en las exportaciones y en una agresiva inversión en infraestructura a una política económica más equilibrada en donde prime una mayor disciplina en sus enfoques de inversión, endeudamiento y gasto público, pero que a su vez incentive el consumo interno.

Ante la ley universal de que “Toda acción genera una reacción”, es de esperarse que se manifiesten conflictos sociales y políticos, por lo que es de rigor que la aplicación de las reformas se efectúe de manera ágil y eficaz, tomando muy en cuenta el aspecto social.

Los chinos deben tener muy claro que para reenfocar su economía no podrán protagonizar todos los aspectos de la conocida “Trinidad Imposible”. La política china consistía en depreciar fuertemente su moneda para luego fijar su valor y mantener la inflación a raya para que ésta no se coma las mejoras en el tipo real de cambio. Ahora con sus  controles al movimiento de los capitales internacionales, con lo que pudo fijar su paridad cambiaria contra el dólar sin resignar la autonomía sobre su política monetaria obtuvo un  tipo de cambio real competitivo. Pero si al tratar de evitar la citada fuga de capitales que les afecta, entonces puede que rompan el equilibrio. En tal sentido, deben desincentivar la fuga a través de otras políticas, más capitalistas.

En la década de los 60, del siglo pasado, los economistas Robert Mundell (Premio Nobel de Economía 1999) y Marcus Fleming, basándose en el análisis del modelo keynesiano IS-LM a una economía abierta, concluyeron en lo que se conoce como la “Trinidad Imposible”, “Trinidad Irreconciliable” o “Triángulo de la Imposibilidad”, que consiste en que una economía no puede ejercer control sobre el tipo de cambio, libre movilidad de capitales (Ausencia de controles de capital) y una política monetaria independiente, de manera simultánea.

Esta hipótesis ha sido demostrada por los intentos de algunos gobiernos de aplicar los tres objetivos al mismo tiempo y fracasaron, al no lograr sus objetivos estabilizadores.

A manera de ilustración y basados en la demostración de Burda y Wyplosz si se trata de lograr los tres objetivos a la vez, el escenario podría ser el siguiente: “Un país con un tipo de cambio fijo en equilibrio con respecto a los flujos de capital, así como una política monetaria que está alineada con el mercado internacional. Sin embargo, el país adopta una política monetaria expansiva para tratar de estimular su economía doméstica. Esto implica un aumento de la oferta monetaria y una caída de la tasa de interés interna disponible del país. Debido a que la tasa de interés disponible a nivel internacional ajustada por las diferencias entre las divisas no ha cambiado, los agentes del mercado son capaces de obtener ganancias vendiendo la moneda interna e invirtiendo en otra divisas en el exterior.” Tal y como exponen, una suerte de “Carry Trade” (Vender una divisa con una tasa de interés baja y compra otra divisa que tiene una tasa de interés alta).

Para el caso de ausencia de controles en el mercado de capitales, los agentes económicos tenderán a actuar de forma desbocada en una misma dirección. La tendencia se manifestaría en un comercio que vendería moneda nacional, obtenida a través de créditos en el mercado de divisas, con el fin de adquirir divisas y prestar en el extranjero, esta tendencia hace que el precio de las divisas caiga debido a la súbita oferta adicional. Dado a que se cuenta con un tipo de cambio fijo, su Banco Central tenderá a frenar cualquier propensión al debilitamiento de su moneda, ofertando activos externos (reservas internacionales) por moneda nacional. La política monetaria cambia, pues estarían obligados a vender activos externos hasta equilibrar la oferta monetaria al nivel que se encontraba antes de la expansión, de esta manera la política monetaria deja de ser autónoma, pero evita que la moneda nacional pierda valor, demostrando así la hipótesis que comprueba la Trinidad Imposible ante un proceso de expansión monetaria.

Los gobiernos tienden a preferir un dólar bajo a diferencia de uno alto, que no afecte el atractivo para la inversión extranjera. Cuando el gobierno es el principal demandante de dólares de una economía, es lógico optar por un escenario en el que los precios de los bienes que se deseen adquirir y los intereses a pagar por deuda concertada en dólares sean bajos, para así comprar más gastando menos.

Volviendo al particular capitalismo chino, en éste se denotan complicidades entre empresarios y políticos. Protegidos, testaferros y familiares de algunos políticos han acumulado capitales al amparo del poderoso gobierno, al tiempo que los mismos políticos mantienen el poder gracias al dinero y la influencia de empresarios. Esta dinámica se ha dado y se da en muchos países pero en China, según opina el profesor Minxin Pei en su libro “China’s crony capitalism”,  su dimensión es tan grande como su territorio. Agrega que ese “modelo capitalista” pone en peligro al gobierno y hegemonía del Partido Comunista Chino.

El profesor Pei insiste en que las consecuencias que generan la corrupción sistémica, con la estructura de poder que se ha impuesto son insostenibles. Un país con las dimensiones y complejidades que implica tener más de 1,300 millones de habitantes, con economía que ha crecido diez veces, con ingreso promedio es 13 veces mayor que en 1990, pero donde aún 450 millones de personas viven en la extrema pobreza, pero la descentralización interna y la integración internacional crecen, se hace muy difícil centralizar el poder y eso es lo que aparenta que está intentando hacer el presidente Xi, a pesar de su visión del comercio internacional.

Una China en crisis y con los esquemas internos actuales no es saludable para nadie, lo ideal es que siga creciendo de forma sostenida y saludable, lo que de seguro implicará niveles de crecimiento más bajos. Esto debe venir de la mano de una adecuación de los gastos, con un mejor enfoque distributivo, de mayor alcance, es decir más justo y de una reestructuración interna menos centralizada, alejada de la opacidad.