Frans de Waal, holandés, radicado en Atlanta, en la universidad de Emory, es un etólogo especialista en chimpancés. Conocido en todo el mundo científico y también por miles de no-científicos, ciudadanos con cierto nivel de educación. Un etólogo es un biólogo experto en la conducta animal (y humana) que estudia sus organismos en libertad en su ambiente natural, así como- en el caso de muchos primates- en reservas y parques especialmente creados para ellos.
De Waal, con sus múltiples libros ha sido una de las grandes influencias para que ya no se pueda realizar experimentación crítica o de intervención corporal en chimpancés en muchos países. Su último libro – El Ultimo Abrazo de Mama (Mama’s Last Hug, W.W.Norton & Company, New York,2019)- recién publicado, ya está en la lista de best-sellers del N.Y.Times (por algo el NYTimes le colocó entre las 100 personas mas influyentes en el mundo en el 2007).
En esta obra, fascinante, donde presenta múltiples estudios y sus propias experiencias con antropoides (chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes) y monos defiende la existencia de emociones en estos animales y en otros mamíferos.
La discusión se produce porque muchos científicos de las neurociencias no reconocen hoy día un mundo privado en el cerebro de animales, lo que viene a ser una mente en ellos. De Waal convence que sí hay mentes en animales no humanos y mas aún: que nada de lo que presenta la conducta y la mente humana, está totalmente ausente en el mundo de los que llamamos animales.
Entre muchos otros aspectos incide con precisión en las conductas de empatía, apego y sociabilidad.
Un punto interesante: cita dos veces al filósofo español José Ortega y Gasset señalando que expresó: “que el chimpancé se diferencia de nosotros en que se despierta cada mañana como si antes que él no hubiese existido nunca un chimpancé” y se pregunta de dónde habrá sacado Don José tan peregrina idea. Pero, ni en las 7 páginas de notas, ni en las 15 de bibliografía encontré la cita de donde obtuvo dicha información. ¡Habrá que preguntarle!
Cita y apoya a la neurofilósofa Patricia Churchland sobre la propuesta teórica de que la moralidad humana se origina en la conducta parental de los animales.
Y precisamente, el premio Eppendorf-Science 2018, para jóvenes investigadores de menos de 35 años, en el área de neurobiología, que hayan realizado una investigación excepcional con métodos de biología celular o molecular, fue otorgado a J. Kohl, alemán y en la actualidad en Harvard. Kohl descubrió los circuitos centrales cerebrales del cuidado parental, nada mas y nada menos que ¡en ratones!
Es un circuito que tiene su principal módulo en el núcleo preóptico del hipotálamo anterior y que presenta grupos neuronales definidos para cada conducta de las varias que componen el cuidado de la cría. Este centro está muy conectado a otras muchas áreas cerebrales y las zonas del periacueducto (área de la analgesia), el tegmento ventral (rico en dopamina) y la amigdala límbica medial (de las mas antiguas zonas de la amigdala, relacionada al olfato) parecen las mas importantes.
La definición de una zona cerebral relacionada con una conducta general en roedores siempre se ha encontrado que realiza igual o parecido rol en primates, y por ende en humanos.
Pero vamos a lo mas simple.
En nemátodos, gusanos muy sencillos, especies depredadoras evitan el canibalismo parental, o sea no se alimentan de los que son sus familiares, a los que reconocen por el tacto y la presencia de una pequeña proteína (un péptido) en su cutícula externa. Al variar los genes que producen dicho péptido, estos gusanos de la vida, como les llamé en otro escrito hace ya un tiempo, pierden la capacidad de reconocer a su descendencia, como lo informa un artículo de la revista Science de abril de este 2019.
Nada, que tenemos conducta parental, y por lo tanto una evolución de lo que en humanos reconocemos como el origen de la conducta moral desde muy muy atrás en la evolución.
Y viene al caso estos pequeñísimos gusanos, porque fue por su introducción como animales de laboratorio y lo que se ha descubierto en sus genes y su desarrollo que el gigante de la biología desde mediados del siglo pasado Sydney Brenner recibió su merecido y tardío premio Nobel en Fisiología o Medicina el 2002.
Sydney Brenner, judío, sudafricano, de padre zapatero remendón, la persona que descubrió que 3 letras del ADN es el código para atrapar un aminoácido en la formación celular de proteínas, que descubrió el ADNm, o ADN mensajero, que es la copia del ADN que va desde el núcleo al citoplasma celular con la instrucción para producir proteínas, que descubrió el método a partir del ARN, de identificar genes en el ADN nuclear y que inició, con el nemátodo C. elegans el estudio del desarrollo de un organismo completo a partir de un huevo, célula por célula, falleció este 5 de abril.
Todas las revistas científicas de las ciencias biológicas y muchos periódicos del mundo trajeron la noticia. Falleció quien en 1958, junto a su íntimo amigo y compañero de laboratorio por 20 años Francis Crick, describió lo que hacían como Genética Molecular, hoy un amplísimo campo de estudio.
Sydney falleció a los 92 años, en Singapur, donde fundó El Instituto de Biología Celular y Molecular y asesoraba la oficina gubernamental de Ciencia, Tecnología e Investigación.
Fue llamado el ʺenfant terrible” de la biología molecular. Desde 1994 hasta el 2002 publicó una columna mensual de opinión en el prestigioso journal Current Biology bajo la firma de “el Tio Syd”, señalando siempre que un científico puede ejercer variados oficios, claro él podía, ¡era Sydney Brenner!
Seguro que hubiese disfrutado del libro Mama de de Waal, la confirmación de un módulo cerebral para conducta parental en ratones, identificado con técnicas de biología molecular y la demostración final de genes en la creación del apego por la naturaleza en sus gusanos nemátodos de laboratorio. Yo creo que sí.