El pasado lunes, 11 de enero, ¿qué banquero con dos dedos de frente, en sus cabales, iba a negar a una persona retirar su dinero porque la cédula con que abrió cuenta o certificado dejaba de ser válida? ¿O le iba a retener el cheque de dividendos a uno de sus accionistas, que registró su participación con la vieja que no cambió, hasta conseguir la nueva? A pesar de la insensatez evidente de acciones de esa naturaleza, algunos bancos publicaron en las redes sociales, o escribieron a sus clientes por correo electrónico, que así era que iban a ser las cosas.
El tuit o correo masivo era buena advertencia para todo aquel con intención de presentarse a la entidad bancaria para, por primera vez, abrir una cuenta de depósito. Así podía organizar mejor la ruta del día, pasando primero por un centro de cedulación, o para asegurarse por teléfono si era cierto que el banco condicionaría nuevas captaciones de fondos a la presentación del documento.
Para sus clientes actuales, sin embargo, el anuncio de la imposibilidad para hacer transacciones fue una desconsideración inmerecida. Los bancos parece que no se dieron cuenta que estaban anunciando un “corralito” o retención para los ahorros de todo el no estuviera neocedulado. La historia muestra que secuestros del ahorro privado los puede establecer una Junta Monetaria o una Junta Militar, en condiciones de excepción, no una de naturaleza Electoral desesperada por que en una fecha límite no se había cumplido una meta.
El triunfo constitucional sobre la autonomía de la Junta Central Electoral ha sido con respecto a sus compras de bienes y servicios. No logró patente para incursionar en temas delicados que no le incumben, como el de la estabilidad del sistema financiero. Al desatino, que debió recibir la parada brusca que le dieron las ARS con respecto a los servicios de salud, se le ha buscado un bajadero aumentando el plazo y permitiendo transacciones bancarias con un combo de documentos: cédula vieja con pasaporte o licencia de conducir. Curioso, al cliente cuya propiedad sobre depósitos se estableció en contratos con cédula vieja, se le da un chance, se le perdona la vida, para que disponga de sus propios ahorros, con la condición de presentar al banco otra identificación que éste no consideró necesaria para recibirle depósitos. ¡Chanfle!
El derecho de los depositantes a sus ahorros con la cédula vieja no vence el próximo 30 de junio, Día del Maestro. Podrá vencer el 31 de junio, el 30 de febrero, cuando el viernes santo caiga en la navidad o venga el día del verdadero Maestro, pero no en la nueva fecha fatal terrenal. Es que los bancos no es verdad que van a permitir que sus oficinas se conviertan en un hervidero de pasiones por depositantes impedidos de usar fondos de los que son dueños legítimos.
Saben también que ese mar revuelto será propicio para abogados que irán a pescar, in situ, clientes defraudados para entablar demandas civiles por daños y perjuicios. Es probable que éstos aspiren a que la cedulación tome ahora un pasito lento, bien lento, y que las autoridades sean firmes en mantener el plazo fatal. Esta es oportunidad dorada para conseguir clientes en las salas de espera de los bancos, o en los estacionamientos, mucho mejor que las incómodas vigilias en salas de emergencia o los pasillos de los juzgados. Creo que seguirán “persiguiendo ambulancias”, porque los bancos saben que la genuflexión les puede salir muy, pero muy cara. He visto expedientes de condenas onerosas por errores poco importantes en los balances disponibles. De manera que van a calcular bien sus riesgos de participar en un plan donde ellos son los que exponen patrimonio.
La Junta Central Electoral ha hecho un gran esfuerzo para dotar a los ciudadanos de la nueva cédula. Su autoridad máxima anunció que seguirán expidiendo el documento al que no ha asistido, por la razón que fuere, tal vez con una logística más acorde al número de los que faltan. Gracias, es nuevo, más seguro y útil para los ciudadanos, pero su emisión no puede condicionar el uso de la propiedad o afectar cualquier otro derecho fundamental del que ya éstos gozan. Estoy entre los más de dos millones que no tiene el documento y entiendo la frustración que causa haber quedado por debajo de la meta. Lo siento, voy en cualquier rato antes del nuevo plazo. En todo caso, paciencia, comprensión y repetir en las mañanas "Soy un servidor público, soy un servidor público, soy un servidor…”