A veces parecería que a los dominicanos la patria nos queda grande.Y por grande ella, y por enanos nosotros, no hemos sido capaces de amarla, respetarla como merece.
Parecería, a veces, que un par de locos de "la zona" (Duarte and friends, según me cuentan) nos la legaron hace tiempo y ahora no sabemos qué hacer con ella.
De repente somos una chapuza de gente que va por la vida desangrando a su propia nación, que es una manera post moderna de suicidio. La sangre era ayer, amor. Ahora hay otros métodos.
Y somos líderes en asesinar mujeres porque olvidan o porque aman. La mitad de nuestros niños de provincia pobre está desnutrido. El Estado, cada vez más poderoso económicamente, es más incapaz de respetar y hacer respetar sus propias leyes, salvo la ley de tránsito que a una dama piel de ébano y Monalisa, ay, un insufrible agente de Amet le aplicó el sábado en la avenida 27F con Lincoln "por hablar por celular". Sin ser Aute, "yo pasaba por ahí".
Ahora retrocedemos a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y nos atrevemos a evacuar (nunca mejor dicho) una resolución para que el ministerio de la cosa no permita que reciban educación los niños hijos de ciudadanos sin documentos. Pero si todo niño es un rey y la educación es su corona. (Contra un niño no, burócratas de la nada, contra un niño no).
El principal partido de oposición llama "a tomar las calles" porque no sabe qué hacer con su vocación para el extravío y el error, mientras su adversario desde su gobierno, sigue muriendo de éxitos que es una manera de matarnos a todos de desesperanza y anti fe.
¡Joder, don Radha! En qué momento, entre todos, decidimos aniquilar la única patria que somos, que tenemos.
Y que nadie quiera explicar a nadie cómo se olvida, que para eso somos hombres y hay vino, noches y boleros. Lo que alguien más aterrizado, menos romántico y bohemio que un torpe escribidor de sueños truncos debe explicar, es el jodido momento en que nos decidimos todos, como un ejercito en guerra o como un guachiman sin juicio, a arrabalizar este país hasta el asco en sus calles y valores, a agringarlo culturalmente y haitinizarlo en su caos y su anarquía.
Podría seguir enumerando absurdidades, pero ya amanece, El Bulevar y CDN me esperan.
Hoy, ahora mismo, ni "es de tarde", ni "llueve como nunca", pero presiento que a la patria la visitan las "heces" de unos "heraldos negros", y somos ya la casa de César Vallejo.