Afirmar que la mayoría de los que se enganchan a la política criolla lo hacen para servirse del país y no para servir al país, no es decir nada nuevo, eso lo saben hasta los chinos más chinos de Bonao, pues son infinitos los casos de los que entraron en chancletas y salieron en yipetas, o los que se lavaron en fuentes y  se secaron ya pudientes. Y es que por corrupción económica, por corrupción de valores, por corrupción de egos personales, y por corrupción del propio sistema, la política es ya todo un negocio bien montado, con precios de compra y venta bien definidos, donde se pagan unos buenos cuartos para conseguir posiciones privilegiadas desde las que se multiplican por mucho las cantidades invertidas inicialmente. Y esto va en escalera, desde lo más alto de la pirámide del poder, los presidentes, bajando los escalones de ministros, senadores, diputados… hasta llegar a uno de los pisos más bajos que son los regidores.

Como es obligado y de costumbre, tenemos que sacar las excepciones, que lamentablemente son eso, excepciones, porque siempre hay esforzados e inclusive idealistas que trabajan mucho y duro a favor de bien común. Los regidores(as), cuyas funciones no son del todo conocidas como debieran ser por los ciudadanos, han evolucionado desde las puramente honoríficas en sus inicios en base al prestigio personal, hasta  las mercuriales de cobrar sueldos por su desempeño, cosa que nos parece correcta pues no solo del honor vive del hombre, y los supermercados, la luz, y los colegios, no saben de esas cosas del prestigio de antaño.

Pero los regidores de la capital  ya no se contentan con unos sueldos que han ido de aumento en aumento, hasta alcanzar la categoría de unas cantidades sabrosas que ya quisiéramos ganar la inmensa mayoría de los indios laborales que trabajamos en este país, lleno de naborías empresariales.

Resulta, que estos señores(as) regidores se han aprendido y tomado muy a pecho aquello tan bíblico de que la caridad comienza por uno mismo, y se han propuesto manos a la obra para cumplirlo al pie de la letra, como buenos creyentes. Además de las 100.000 tablas y a saber cuántas más por esto, eso, aquello,  lo otro, y lo de más allá, que devengan cada 30 días por reunirse, discutir y levantar o no las manos, ahora quieren pensionarse de por vida con nada menos que 80.000  guamas mensuales. El negocito de ser regidor es bueno, muy bueno, y por eso hay cada vez más aspirantes en cada torneo electoral.

Por cuatro añitos en el cargo ya se puede tener un futurito un tanto asegurado, y como es verdad que la caridad comienza por uno, son ellos mismos quienes lo han propuesto sin el menor empacho, sin importarles que eso vaya en contra de las leyes que ellos deberían respetar como los primeros, y que millones de personas los observan y los van percibiendo como otros aprovechados de la política, hundiendo más  la deteriorada imagen que esta disciplina padece.

Contrastan las 80.000 tablas que pretenden, con las 5.000 ó 6.000 que perciben muchos maestros(as) después de treinta o cuarenta años impartiendo docencia con toda clase de privaciones, y enfrentándose a un alumnado cada vez más complejo y rebelde, por poner un solo ejemplo. O con los cañeros que no cobran un sólo chele de retirodespués de décadas de doblar el lomo hasta quebrárselo y de haber pagado sus cuotas de retiro correspondientes, por poner otro vergonzoso ejemplo. Esta falta de equidad social, tan patente, tan descarnada y tan descarada, es una de tantas muestras de las carencias de una justicia social distributiva que existen en nuestro querida República del siglo XXI. Y una muestra más de que la política, esa disciplina tan noble, en teoría, como tantas cosas, no marcha nada bien y necesita regenerarse de sus más hondas raíces.

¿ 80.000 guamas al mes de por vida?  je,je,je  ma’ bueno que e’ así ¿Verdad, regidores?