La alucinante experiencia que tuvo Andrés L. Mateo al toparse directamente con el rostro de Rafael Leónidas Trujillo, relatada por el destacado escritor en Acento.com y en La Lupa sin Trabas, me trajo el recuerdo de mi propio encuentro  con el  dictador, ocurrido en las postrimerías de su régimen.

Enero de 1961. Santo Domingo, entonces Ciudad Trujillo, era un mundo en blanco y negro. Los medios de comunicación visual eran en blanco y negro. Periódicos, revistas, televisión, fotografías, todo era blanco y negro. El color existía en medios limitados, como los paquitos (cómics), las escasas revistas extranjeras que llegaban, películas de ciney algunos libros ilustrados;los letreros de neón. De hecho, no han quedado fotografías de Trujillo a color o, al menos, no se han publicado.

El 19 de enero yo formaba parte de un grupo de estudiantes de la escuela primaria República de Haití, del ahora Ensanche Luperón, llevados a la inauguración del Barrio de la Felicidad, un proyecto auspiciado por María Martínez Alba de Trujillo, con la cooperación delComercio y de las empresas según reseñó la  prensa de la  época. A la odiosa  primera dama dominicana  le cogió con imitar la labor social realizada por Evita Duarte en Argentina años atrás y que le  había granjeado gran popularidad a la esposa del dictador Juan Domingo Perón. Este proyecto, ubicado en lo que ahora es el  centro  de Los Mina, estaba formado por casitas de asbesto  cemento y destinado a madres de escasos  recursos; por años la  gente lo llamó el Barrio de los  Desamparados.

Los escolaresestuvimos colocados cerca de una de las  viviendas a la cual entró el generalísimo Trujillo. Mis  recuerdos son vagos, pero la impresión que me causó el rostro del  sátrapa quedo impresa en mi memoria de manera indeleble y me hace flasbacks cada cierto tiempo; es lo que me ocurrió al leer el relato  de Andrés Mateoy su respuesta a la pregunta de Bernardo Vega “¿Cuándo supiste que ibas a ser un escritor?: Fue un día que ayudaba en la misa de la iglesia San Juan Bosco. Era la misa de cuerpo presente del general Ludovino Fernández, el 14 de abril de 1958. Trujillo se apareció y yo me quedé mirándolo fijamente. Era tan solo un niño, movía el incensario, frente a ese falso infinito que su humanidad desplegaba, mi rostro de muchacho se extasiaba como en la relación que se establece entre Dios y el hombre. Dios es como un prójimo, pero Trujillo era un Dios que no estaba inscrito en las cosas. Entonces supe que algún día lo describiría”.

Yo también era un niño de primaria ese 19 de enero de 1961, tal vez un poco mayor que lo que  era Andrés en 1958. He leído acerca de la impresión que le  causaba a la gente la personalidad de Trujillo, sobre todo su mirada.  A la distancia  que yo estaba ese día no pude captar sus ojos, solo su rostro, de perfil.

Lo único que me quedó en la memoria fue el color delapiel del dictador: rosado. No recuerdo casi nada más. Estaba acostumbrado  a verlo en blanco y negro en la portada de mis cuadernos o en las fotos de El  Caribe.  El contraste fue impactante para aquel sorprendido y curioso niño,  ¡Trujillo  era rosado!