Millones de dólares a nivel internacional son movidos cada año por el narcotráfico y aunque resulte difícil precisar el valor del mercado global, se estima que el mismo asciende a noventa mil millones de dólares, logrando ser uno de los comercios más lucrativos para las estructuras criminales. De acuerdo con la ONU, en el año 2003 el comercio de las drogas produjo ganancias equivalentes al 1% del producto interno bruto mundial, lo que equivalió para la época una cifra aproximada de 321 mil millones de dólares, siendo las estructuras que operan desde los países productores los principales beneficiarios. Sin embargo, la depravación del narcotráfico no consiste en las abultadas ganancias que le genera a modo de dinero sucio a los jefes de carteles, sino en los elevadísimos costos sociales y humanos que requiere mantener funcionando el mercado.
Uno de los principales problemas del oscuro mundo del narcotráfico es el de la insalubridad en los drogodependientes, que antes de ser tratados como infractores por los Estados, deberían redefinirse los enfoques a fin de atender la problemática como un asunto de salud pública. Hasta el 2018, las muertes por sobredosis en los EEUU superaban cada año a las generadas por otras causas como accidentes de tránsito u homicidios, constituyéndose así en un serio problema de salud no solo para la gran nación, sino también para el mundo. Las drogas, principalmente la marihuana, cocaína y heroína, son consumidas por personas en todas partes del planeta y en los distintos estratos sociales, contribuyendo a un acortamiento significativo en las esperanzas de vida de los adictos. Casi todas las naciones a nivel global prohíben o limitan el consumo y venta de las drogas, no por el hecho de que estas sustancias enriquecen increíblemente a sus productores, sino por el profundo daño que causan a la salud humana.
Los carteles proliferan, el tráfico de narcóticos se expande y los países sencillamente no pueden evitarlo
El consumo de sustancias narcóticas puede provocar tanto daños a la salud física de los individuos, así como también problemas de tipo social. El uso abusivo de drogas hace que los consumidores se desinteresen por actividades que con anterioridad disfrutaban, desarrollando paulatinamente conductas antisociales. En ese sentido, se han registrado casos donde jóvenes consumidores inician un proceso de aislamiento social, familiar y hasta personal, descuidando inclusive los aspectos más elementales de su vida privada. En los casos de drogodependientes a la heroína se han reportado fenómenos de aislamiento caracterizado por la falta de interés en su imagen e higiene personal. En cuanto a la salud, diversos estudios demuestran que las drogas como el cannabis o los opiáceos debilitan significativamente el sistema inmunológico, dejando a los adictos en estado de vulnerabilidad frente a cualquier enfermedad infecciosa.
Frente a lo anteriormente dicho, el problema de la drogadicción debe ser visto desde una óptica distinta al flagelo del narcotráfico y sus problemas colaterales. Sin embargo, enfrentando con efectividad el primero podría afectarse de forma indirecta al segundo con resultados muy positivos. Para entender dicho enfoque debe considerarse a las estructuras criminales encargadas de traficar con narcóticos como empresas que operan bajo las mismas reglas del mercado y la economía. El editor británico Tom Wainwright, en su obra “Narconomic. Cómo administrar un cartel de las drogas”, establece que el negocio de los narcóticos debe analizarse desde una perspectiva económica ya que el narcotráfico se rige con las mismas reglas del mercado. La fluctuación de precios con respecto a cada medida de la sustancia dependerá de la oferta y demanda del producto, por lo que atacando la demanda se afectaría directamente a la oferta.
Las políticas públicas diseñadas por los países se orientan en cambio a la aplicación de elementos esencialmente represivos por parte de los estados, esto es: Medidas cautelares, coercitivas, persecución y sanciones, así como operacionales en el sentido de ubicar y destruir laboratorios y plantaciones productoras de las drogas. En esencia dichas medidas, antes que vencer el flagelo del narcotráfico, provocan el reenfoque continuo en el modo de operar de las estructuras delictivas, así como efectos en el comportamiento económico del negocio. Sin embargo, no se trata de suprimir todas las leyes tendentes a penalizar el comercio de las drogas ilegales, sino de entender que el Derecho Penal por sí solo no basta para lograr la desaparición del narcotráfico. Debemos comprender que por la manera en que se ha enfocado el problema la lucha contra el flagelo ha fracasado y que todos los esfuerzos que hasta ahora se llevan a cabo para hacerle frente no hacen otra cosa que mantener una guerra sin fin contra estructuras que han permeado todos los sectores sociales. Los carteles proliferan, el tráfico de narcóticos se expande y los países sencillamente no pueden evitarlo. Definitivamente: Se ha perdido la batalla, más no así la guerra.