En la mañana de ayer desperté con un ruido infernal, el que no se sentía en los días pascuales. De nuevo nos roban nuestro silencio; el silencio normal citadino, de una ciudad civilizada.

Bicicleta y "discurso" grabado: "marchanta, su aguacaté, venga, venga… Aguacaté, pá comerlo con pan, con arroz. Venga, venga, ?aguacaté, aguacaté, los tengo baratos, ven que me voy,
?aguacaté”.

La contaminación ambiental con esta clase de pregones, no afecta la salud, el medio ambiente, etc.?
Recuerdo que en el año 2010, Santo Domingo fue declarada como Capital Americana de la Cultura, ¡un privilegio! Ahora bien, y sobre igual  contexto, el turista, o los turistas que nos visiten, al regresar a sus países, ¿cómo transmitirán el espectáculo auditivo que nos ofrecen los vendedores ambulantes? Nos favorecen? No resulta grato escuchar: “el amolador, doy filo a sus tijeras, a su alicate de uñas”, etc. Y como si todo resultara poco, a continuación su flauta: firulí  furuliiii.

No bien desaparece, con gran megáfono, montado en una destartalada camioneta, se deja escuchar: "compro nevera vieja, estufa vieja, abanico viejo, ¡ata la mujere vieja!!!! Además de grotesco,  ¡¡INSULTANTE!

Pero ahí no se detiene el espectáculo, a continuación, como salidos de una escuela vocacional: el empajillador…Venga, marchanta, empajillo sillas, mecedora, lo que uté necesite.. Que me voy!!!!
¡Siiiiiiiii, vete, vete allá, bien lejos. ?Medio Ambienteee.

Y cuando creo que el Rosario de la Aurora de los Ruidos Ambientales ha concluido – ¡pobre ilusa!-
? plátanos, yuca, batatas, batata asada.. .. Voces que se entre mezclan con tierra negra, vendo tierra negra, negraaaaaa, por funda, por lata. Oh, mi Dios, al  día siguiente, ¡la misma cantaleta!!!

Finaliza el “concierto” con la voz débil de una delgada ancianita.. Tan fina como su estructura física, sin alaridos, pregona: "vendo guandules, por lata, recién pelados.."

Sin mayores prisas, arregla su falda, se sienta bajo la sombra de un frondoso árbol y sobre las raíces que también se exhiben encima de las aceras -las vías de los caminantes- y mucho cuidado quien tropieza sin partirse un diente o resquebrajarse un hueso.

Ponchera en manos, continúa su labor de pelar los guandules. Ella, la de los guandules, no chilla, no grita, no molesta! Su actitud nos mueve a comprar sus muy frescos guandules.

Si todos los vendedores lo hicieran con voces y  pregones bajos, este país, nuestro país, además de mostrar las  riquezas de la ciudad, el tesoro que guarda nuestra Ciudad Colonial, mostraría a quienes nos visiten, las "originalidades" de nuestros vendedores ambulantes y  honrosamente conservar nuestras costumbres que el galardón nos acreditara como Capital Americana de la Cultura. ¡Vamos por ello!