Siempre he creído que en ausencia de leyes claras y respetables que morigeren los desenfrenos y los descontroles de la confrontación partidista, la ética y la moral deben tener un papel normativo  en el ejercicio de la actividad política como practica social del hombre y la mujer.

Si las leyes fracasan en establecer con claridad las fronteras que demarcan la calumnia y el derecho de los demás a proteger su honra de la difamación, la conciencia social o individual debe asumir el papel de salvaguardarnos de las embestidas de la injuria.

Pero he aquí que esta conciencia a la que apelamos tiende a perderse en una sociedad light y permisiva de todo tipo de atropellos morales, que disfruta del morbo y fomenta la chismografía callejera que solo consiguen entretener por un rato a los grupos humanos más dados a las bajas pasiones y a los espectáculos circenses.

Esta reflexión viene a colación a raíz de que se denunciara esta misma semana el lanzamiento de una campaña sucia que buscaba descalificar a connotados personeros del Gobierno y del Partido de la Liberación Dominicana, PLD, cuyos avaladores y propaladores son el Partido Revolucionario Moderno y su cúpula dirigencial.

Cuando supe de esta noticia pensé en nuestro eternamente recordado líder José Francisco Peña Gómez, quien también fue víctima de linchamiento moral y político. Pensé en los amargos momentos que solo su reciedumbre de carácter y su templanza mental le permitió afrontar con hidalguía. Nadie se merece atravesar por lo que pasó Peña Gómez, de quien el Partido Demócrata Institucional, PDI, es hijo político. Tampoco se lo merece un presidente gentil y caballeroso cuya mayor fortaleza es su aproximación a la gente.

¿Qué ha llevado a la campaña deLuis Abinader a meterse en un terreno tan enlodado y resbaladizo?¿Qué lo ha llevadoa esa trampa de arena movediza donde todo lo que haga, donde el peso de todo esfuerzo malsano solo contribuirá a hundirlo más?

Me luce que la desesperación del último tramo de la campaña podría estar llevando al principal partido opositor, el PRM, a acciones temerarias que podrían marcar negativamente su buen augurioso futuro. Mi amigo Luis Abinader, es una figura fresca y prometedora llamada a ocupar un lugar destacado en el relevo generacional del liderazgo político dominicano, por lo cual no merece que se contamine metiéndole en el cenagoso terreno de la intriga y las maquinaciones espurias.

Nadie se merece atravesar por lo que pasó Peña Gómez, de quien el Partido Demócrata Institucional, PDI, es hijo político. Tampoco se lo merece un presidente gentil y caballeroso cuya mayor fortaleza es su aproximación a la gente.

Considero, que personalmente, Luis está por encima de eso, por lo cual debe cuidarse de quienes deberían cuidarlo, manteniéndolo al margen de la pretendida campaña sucia que también terminaría por ensuciar su imagen. Abinader debe ver más allá de los que solo piensan en el momento y no en su futuro.

La aludida campaña contra el presidente y sus funcionarios evidencia que se busca un golpe de efecto en base al tremendismo o el sensacionalismo, aquel que no ha podido conseguirse con una propuesta política convincente, atractiva e impactante.El PRM no debería compensar esto auxiliándose en Maquiavelo y su máxima de “calumnia que algo queda” o en la otra que busca convertir una mentira en verdad a base de repeticiones. O en la otra más deshumanizante de que el fin justifica los medios.

De modo que el efecto desacreditador que se busca con la campaña sucia bien puede convertirse en un bumerán y desacreditar a una candidatura que la gente cree ajena a ese tipo de trapisondas.

Ya se hizo muy tarde para descontar la amplísima ventaja que quedará corroborada mañana lunes cuando se publiquen en un matutino los resultados de la encuestaGreenberg, cuya versión anterior marcó la tendencia irreversible de un candidato que crece y otro que baja. Tendencia seha venido manifestando en todas las encuestas.

Danilo ya se puede ir a dormir plácidamente, recostado sobre la almohada de ese cómodo 60 ó  61 por ciento.

Mientras que Luis no debe sucumbir al mal consejo de la desesperación y a la angustia y el temor de intuirse perdedor. Todavía tiene un mundo por delante para convertirse en el ganador que no puede ser ahora, porque definitivamente, no es su tiempo y los procesos históricos y políticos no se pueden madurar artificialmente con carburo.