Todos los días paso por la calle General Pershing, el hombre que persiguió a Villa por los vericuetos de Chihuahua, en lo que se conoció como la «expedición punitiva», que de punitiva sólo tuvo el nombre, pues al Centauro del Norte nunca le vieron el polvo.

A Pershing le decían Black Jack, apodo que le viene de cuando combatió a los apaches en Nuevo México con un regimiento de caballería de puros negros y la punitiva fue, como se sabe, la respuesta a la invasión de Columbus el 9 de marzo de 1916.

Invadir un pueblo fronterizo que a duras penas si aparece en los mapas fue una decisión sin ninguna trascendencia, pero que un puñado de «bandoleros» se haya metido a la casa del tío Sam, tiene una carga simbólica enorme, ya que salvo el ataque al World Trade Center de Nueva York en 2001, nunca nadie se había atrevido a traspasar los terrenos del imperio. Sin embargo, ellos bien que han mandado a sus marines para derrocar gobiernos o sostener dictadores. Según el argentino Gregorio Sesler, han tenido la amabilidad de intervenir unas doscientas veces en la vida interna de Latinoamérica…

No sé sabe con certeza lo qué Villa fue a buscar allí. Unos dicen que la venganza, ya que los norteamericanos, que anteriormente le habían vendido munición sin problemas, empezaron a negársela, además de que unos mentados hermanos Ravel, que habían engañado a Pancho con la venta de unos rifles, eran del meritito Columbus. También se especula que con la incursión, pretendía enemistar a Carranza con el vecino del norte.

El presidente Woodrow Wilson no tuvo empacho en mandar un contingente tan aparatoso como inútil para capturar (¡vivo o muerto!, pregonaban los carteles de recompensa) al líder de los Dorados: casi 5000 hombres, montados en unos caballos corpulentos pero incapaces de abrirse camino en la sierra chihuahuense, guiados por apaches «del otro lado» que nunca habían estado en México. Hasta aeroplanos usaron y a uno de éstos casi lo derriba una muchedumbre de Parral a pura pedrada, cuenta Paco Taibo.

Mientras tanto, como Villa había recibido un balazo en la pierna (por obra de los carrancistas), decidió esconderse en una cueva y al tiempo que la herida sanaba, veía al contingente invasor con sorna. Además, puso a correr el rumor que lo habían matado para destantear aún más al enemigo.

El presidente Carranza ignoró la nimiedad de que tropas extranjeras circularan libremente por el país y cruzaba los dedos para que éstas atraparan al revolucionario. Sin saberlo, inaugura una bonita tradición que hoy se alimenta de agentes de la DEA y la CIA, quienes al grito de «buscamos comunistas» o «sabemos cómo capturar a sus narcotraficantes», interfieren en todo o casi.

Sin embargo, don Venus no pudo con la presión interna, pues por más maltrecho que estuviera el país después de tanta revolución, no dejaba de ser oprobioso que el vecino se paseara armado por Chihuahua y alrededores así como si nada. Igualmente, estaba la Primera Gran Guerra en Europa y un derroche infructuoso de recursos, por ejemplo los caballotes de la punitiva comían 23 toneladas de forraje al día y los jeeps y demás maquinaria militar requerían otro tanto de combustible. Once meses después y luego de un enfrentamiento con el ejército mexicano en el Carrizal, Wilson dio la orden para que Pershing y sus muchachos se retiraran.

«Todos los gringos pensaban en su alteza, que combatir era un baile de carquís, y con su cara llena de vergüenza se regresaron en bolón a su país». El corrido define con maestría y sencillez el final de la expedición « punitiva».

Pese a este episodio, a Black Jack le otorgaron el título de General de los Ejércitos, que sólo comparte con Washington, puesto que participó brillantemente en muchas guerras. Por cierto, andaban con él un par de soldados imberbes que después serán harto famosos, un tal Eisenhower y un mentado Patton.

La calle General Pershing, no tiene nada significativo, una escuela, una iglesia abandonada, casas y carros repetidos pero me remite al sanguinario héroe y a Culumbus, cuyos habitantes supieron sacar provecho de la invasión y ahora presumen al más puro estilo disneylandesco su Pancho Villa State Park.